Devorador de almas. Ana Zapata

Devorador de almas - Ana Zapata


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oportunidad —acusa muy cerca de mi rostro. Me levanta la cortina de pelo que oculta la mitad de mi rostro. Giro un poco la cabeza para que pueda ver mi expresión iracunda. A pesar de que limito su efecto presionando los labios. Suspiro superando el momento. —Yo también puedo arrepentirme, y no necesito tres años para hacerlo —pronuncio sarcástica. Victoria se acerca antes de que pueda destilar más veneno. —Hola —su mirada es cautelosa. —¿Me preguntaba si nos acompañarías a cenar? —. Lee mi expresión. Aunque sabe que no puedo comer en público, seguramente quiere que la acompañe. —Acabo de perder el apetito… —. Lanzo una mirada de odio hacia Isaac. Bajo la vista disimuladamente para no soltar un quejido de furia. —Por favor—. Victoria me pone mala cara. —Estoy a gusto —digo con tono normal. Isaac se retira cediéndole el paso a la pelirroja. —¿Qué pasa? —acusa. —Nada. Intenta pasar el rato—. Le pido un trago al barman, rechazándola con la mano en el aire. —Como quieras, Jezabel… no puedo contigo cuando te pones así—. La ignoro.

      Miro cómo el pequeño cubo de hielo flota en el trago azul, a elección del barman, seguramente reparando en el triángulo amoroso del que formo parte. Rozo los bordes de la copa triangular con mi dedo índice, dando varias vueltas con máxima concentración. El alcohol corre por mi sangre como el fuego. Levanto precipitadamente la copa para beberlo todo de una vez.

       Respiro hondo varias veces para no sentir náuseas. Conozco mis límites, pero la idea de imaginar a mi ex mejor amigo con Victoria, juntos, me produce repulsión. Mis fotografías mentales están siendo demasiado realistas. Pido otra ronda.

       —¿Ahogando penas? —espeta el barman. Me dedica una sonrisa comprometedora.

       —Procurando ahogarlas—. Me sirve otra copa y aceptando mi ceño fruncido se aleja. Es justo lo que necesito. Emborracharme en paz. Recorro varios pensamientos mientras río sola, recordando estupideces. Completamente empedernida. Ya no me interesa lo que estén planeando esos dos. No me gusta Isaac. ¿Por qué esté escándalo mental? Hay varias voces dentro de mi cabeza y sé que esa es la correcta. Isaac no me gusta. Ellos pueden hacer lo que quieran.

       Miro perdidamente la copa haciendo círculos con mi dedo índice. Tal vez debería irme. Solo estoy perdiendo mi tiempo. Miro el reloj detrás de la barra con la vista neblinosa, me río por la forma en que las agujas se inclinan como en un sueño. No puedo distinguir las agujas. Las dos se mueven y creo que falta el que marca los segundos. Sonrío de forma borracha mientras termino mi quinta vuelta. Me siento más feliz conmigo misma.

       —Buenas noches —espeta una voz sublime y encantadora. El sonido ingresa directamente a mi cerebro impactando de lleno. La neblina producida por el alcohol hace efecto nuevamente. Giro la vista en cámara lenta. ¿ES UN MALDITO SUEÑO? Presiono uno de mis puños contra la barra para no perder el equilibrio y caer de bruces. Creo que estoy tan asustada como sorprendida. Un hombre esbelto, de mirada hipnótica y vestido con un traje negro se encuentra erguido mirándome directamente, a poco más de medio metro. Tengo la boca abierta, pero no puedo controlar el impulso que me arrebata su mirada. Su piel pálida y hermosa como la porcelana resplandece de una manera antinatural. Me tomo unos segundos, consumida por el fulgor envolvente de sus ojos verdes, más preciosos que la esmeralda y de una profundidad líquida increíblemente deliciosa. Me muerdo los labios sin poder dejar escapar ningún sonido. Intento tragar saliva para poder responder. Su avasallante presencia me deja obnubilada. Es una broma que me esté hablando. “¡Te está hablando!” me repito varias veces. Miro hacia atrás para asegurarme de que se dirige a mí. Nadie más que nosotros está sobre la barra. —Buenas noches —digo con un patético hilo de voz. Mis manos tiemblan como una hoja al viento. —¿Me lo recomiendas? —pregunta encantador. Señala mi copa casi vacía. Atrapo mis labios sin poder dejar de admirar la transparencia fulgurante de sus ojos. Me obligo a recuperar la compostura. Mi libido despierta de un sueño eterno y soy víctima de su increíble poder sobre mí. —Claro —aseguro forzadamente, recomponiéndome. Agradezco no estar babeándome la ropa mientras el corazón se me atraviesa por la garganta. Miro hacia el frente con demasiado esfuerzo. No puede ser verdad. Su presencia a mi lado. Giro la vista para el lado opuesto, hacia donde están las mesas. Encuentro inmediatamente a ese par de ojos celestes perturbadores. Isaac me fulmina con la mirada. Victoria me mira estupefacta. —¿Te puedo invitar otro? —espeta la voz sensual. Respiro forzadamente, casi cerrando los ojos. Es imposible evitar tal presencia. Estoy en shock. Lo miro una vez más, sigue a mi lado, contemplándome con atención. Sus labios estrechos forman una atractiva sonrisa. Su expresión se ilumina por completo devolviéndome una imagen mental que dolerá recordar en la mañana. Mi corazón vuelve a bombear violentamente castigando mis costillas. Me estoy por desmallar. Recompongo mi postura sosteniéndome de la barra y mirando hacia delante. Temo que si vuelvo a mirarlo con intensidad se dé cuenta de lo que me está provocando. ¿Entonces así se siente?, me pregunto a mí misma en una avalancha de pensamientos y sensaciones. Mientras, el sujeto espera una respuesta coherente de mi parte. ¡Por Dios! Lo voy a espantar, y por primera vez no quiero hacerlo. —Claro —acepto nuevamente como un disco rayado. No estoy pensando con claridad. Culpo al alcohol. Aparto la mirada. Él pide cordialmente al barman para que nos sirva otra ronda. Me cuesta mantenerme sobria. Lo contemplo de reojo, cualquiera diría que está interesado, por la forma en que me envuelve con la mirada. Es una broma. —¿Cómo te llamas? —sonríe deliciosamente. Es imposible respirar a su lado. Los músculos del estómago se me contraen ante el despliegue de sus naturales e inexplicables encantos. Desplegando sobre mí toda clase de sensaciones placenteras. —Jezabel Grey —respondo recuperando mi tono de: “Lárgate, no me interesa”. Lo digo como todas las veces en que Victoria me presenta a alguien nuevo. A alguien ordinario, aburrido. Esto es diferente. Muy diferente. —Buenas noches, Jezabel —dice con extremada educación. Presiono los labios cuando estrecho su mano gélida como el hielo. Me gusta la sensación por cierto. Me pierdo en la sensualidad de su voz. Santo Dios quién es este hombre. Tiene que ser efecto del alcohol. —Soy Vincent Dobrev —agrega, mirándome con el rostro iluminado y hermosamente cincelado. No estoy dispuesta a soltarle la mano, pero su sonrisa me advierte que debo hacerlo. Me puede devorar por completo. Por alguna razón estoy dispuesta a que lo haga… —¿Estás sola? —pregunta en un tono de voz más grueso y avasallante. Me quedo congelada dándole vueltas a su pregunta. ¿A qué se refiere? —No. Vine con una amiga… que está con su cita… asique sí, estoy sola… aparentemente… —explico hablando de más. Termino el trago para fortalecer mis convicciones. Es una situación absurda. Ningún hombre había conseguido intimidarme tanto, y solo con unos pocos intercambios de palabras y miradas lujuriosas, de mi parte. Me ofendo conmigo misma. —¿Te puedo acompañar? —propone dulce e hipnóticamente. Mi corazón me golpea duro contra las costillas nuevamente. ¿Qué quiere de mí? Contengo el aliento intentando parecer normal. Algo vibra sobre mi pecho. Recuerdo que llevo mi celular en el bolsillo de la camisa. Lo tomo torpemente. Victoria me envió dos mensajes:

      *¿Qué demonios?*

      Me tapo la boca para no dejar escapar un sonido de consternación. Estoy mentalmente devastada.

      

      *Si lo dejas ir, ¡TE MATO! ¡Deja de tomar y compórtate, Jezabel!*, cita el mensaje.

      Guardo el teléfono volviendo la mirada a mi exageradamente atractivo acompañante. Me arrepiento de hacerlo tan confiadamente, ya que él está escrutándome directamente con mirada felina. Bajo la cabeza, cobarde.

       —Sí… acompáñeme, Señor Dobrev —pronuncio débilmente mirándolo furtivamente. Él me devuelve una fascinante sonrisa y se acerca un poco más. Estoy a punto de convulsionar. Necesito actuar normal.

       —¿Me disculpas? —espeto bajándome lentamente de la silla para escaparme hacia el sanitario, haciendo zigzag y evitando caer por las escaleras. Estoy frente al espejo a la espera de que el alcohol se disipe de mi sistema para intentar actuar con prudencia. Necesito ver que él realmente es de verdad. Tan hermoso. En cualquier situación nunca nadie me había hecho sentir algo como esto. Victoria ingresa escrutando mi expresión.

       —¿Estás bien? —. Entorna los ojos.

       —Estoy siendo cobarde —musito todavía en shock. Trago


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