Comunicación en sesión. Eduardo Issaharoff

Comunicación en sesión - Eduardo Issaharoff


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entonces analizar los aportes de la obra de Liberman de la mano de una sistematización que permita un estudio más ordenado de ella y, a la vez, que clarifique los núcleos trascendentes para conectarlos con las discusiones contemporáneas. Sabemos que la jerarquía y la calidad de la obra justifican ampliamente nuestros esfuerzos y que nuestro trabajo tiene un límite, ya que implica una visión personal. Emprendimos este trabajo con la intención de contribuir al conocimiento y la valoración de un modelo que puede ser útil en las actuales discusiones sobre el campo clínico, además de ser fundamental en el debate acerca de la conveniencia o no del uso de modelos interdisciplinarios en articulación con los desarrollos del psicoanálisis.

      Señalamos la necesidad de una síntesis cronológica y conceptual de la obra de Liberman, para luego ocuparnos de los desarrollos que hacen a las discusiones metodológicas, teóricas, psicopatológicas, clínicas y de abordaje, junto con planteos acerca del impacto de la obra en distintas áreas de extensión del psicoanálisis y el análisis de algunos de sus planteos críticos.

      Breve contextualización histórica

       Ubicamos la producción de Liberman dentro del contexto disciplinario del psicoanálisis rioplatense. Los pioneros que desarrollaron la disciplina en nuestro ámbito sociocultural tenían posturas compartidas y algunos matices e intereses más propios, entre los que cabe mencionar:

      • el interés por un conocimiento riguroso de la obra de Freud como instrumento básico teórico-clínico;

      • una creciente apertura a las teorías de las relaciones objetales, particularmente la versión kleiniana de las mismas, de la escuela inglesa implicó énfasis diferentes y fue más acentuada en Pichon Rivière, Marie Langer, Grinberg, Etchegoyen, Joel Zac, Álvarez de Toledo y Racker entre otros; Ángel Garma y Arnaldo Rascovsky la incluyeron con diferentes acentos, así como Luis Rascovsky y Mauricio Abadi estuvieron menos interesados en tales modelos.

       En relación a las modalidades e intereses más puntuales, señalaremos algunos matices que no pretenden mostrar contradicciones o polémicas básicas:

      Un sector con diferentes matices examinó con mucho énfasis las vicisitudes del campo clínico del psicoanálisis y, respaldado en conceptos de Pichon Rivière ya mencionados, fue generando modelos y aportes propios, por ejemplo los Baranger y Jorge Mom con las vicisitudes del campo, vínculo y proceso terapéutico como una estructura con matices propios; H. Racker, con su versión de la teoría de la contratransferencia; Álvarez de Toledo, con las problemáticas de la forma interpretativa; José Bleger, con las variantes no neuróticas y sus incidencias en el desarrollo emocional y en el campo clínico.

      Otro sector que también incorporó de manera más laxa o limitada los aportes de la escuela inglesa, se interesó en las llamadas problemáticas psicosomáticas (A. Garma, A. Rascovsky), a las que abordó con modalidades propias surgidas de su visión del desarrollo emocional infantil, en el caso de Rascosvky y de su comprensión de la teoría instintiva, y las relaciones con las instancias de la segunda tópica, en el caso de Ángel Garma. Rascovsky examinó muchos aspectos de los sufrimientos infantiles en el ámbito del desarrollo y vínculo familiar y Garma lo hizo en aspectos de la teoría de la técnica psicoanalítica y sus matices interferentes y productivos.

      Un tercer grupo –las divisiones no son absolutas y necesitan ser registradas como un intento demarcativo con diferencias a veces poco netas– enfatizó más nítidamente desarrollos de las teorías de las relaciones objetales en sus matices de funcionamientos mentales y emocionales y su incidencia en el campo clínico, particularmente en los aspectos productivos e interferentes y en las vicisitudes psicopatológicas específicas (duelos, componentes neuróticos y psicóticos) y en las matrices relacionales en el desarrollo y campo clínico (teoría de la transferencia y contratransferencia, identificaciones y contraidentificaciones proyectivas, distancias, ausencias, encuadre, entre otras). En este grupo podríamos ubicar a León Grinberg, Joel Zac y parcialmente a Horacio Etchegoyen, quien por su parte muestra aportes también vinculados al primer grupo mencionado.

      Finalmente, hay pensadores que no pueden ser ubicados estrictamente en ninguno de estos grupos con posturas y preocupaciones variadas (Eduardo Rolla, Mauricio Abadi, Luis Rascovsky, Emilio Rodrigué, etc.) y otros que, en cierto período histórico, intentaron conectar el psicoanálisis con fluctuaciones socioculturales generando una línea de pensamientos y proyectos institucionales que por motivos de síntesis solo mencionaremos como interés genérico. Nos estamos refiriendo a Marie Langer, Diego García Reynoso, Gilou García Reynoso, Emilio Rodrigué, Fernando Ulloa y otros.

      Cabe insistir: la taxonomía formulada es solo orientativa; muchos de los psicoanalistas nombrados tuvieron aportes en más de un campo que en este intento clasificatorio les adjudicamos. En cuanto al panorama más global del psicoanálisis en la posguerra solo cabe mencionar, con las limitaciones propias de todo intento abarcador, que en los comienzos de la segunda mitad del siglo XX había diferencias de cierta nitidez en los tres ámbitos socioculturales en que se desarrollaba la disciplina predominantemente.

      A causa de la instalación de los inmigrantes que escapaban de la persecución nazi, en Estados Unidos se fueron desarrollando corrientes que desarrollaban ciertos núcleos freudianos (psicología del yo y otros más clásicos u ortodoxos) con fuerte impacto e influencia en la psiquiatría clínica y académica, mientras que en Gran Bretaña predominaron concepciones más vinculadas a las relaciones objetales (Klein, Bion, Winnicott) con otras más tradicionales, como las de Anna Freud.

      En Francia surgieron corrientes inicialmente vinculadas con el desarrollo propio del modelo freudiano (Leibovici, Nacht, Lagache) hasta derivar en la aparición de Lacan y el impacto que esta corriente generó en cuanto a conflictos y divisiones, no solo por rivalidades y liderazgos, sino también en cuanto a sistemas y perspectivas conceptuales. También en Estados Unidos, en los ’60, surgen propuestas con variantes conceptuales, peculiarmente la de la self psychology introducida por Heinz Kohut.

       En este breve panorama ubicamos el contexto en el que se destacaron las siguientes preocupaciones de David Liberman:

      1] A nivel metodológico y epistemológico intentó que el psicoanálisis funcionara como disciplina empírica a pesar de sus peculiaridades y dificultades. Para ello propuso redefinir los elementos centrales de su base experiencial clínica que ubicó en el diálogo y la comunicación, elementos que constituirían los únicos transmisibles y registrados por estudios ajenos al campo intersubjetivo, propio de la experiencia terapéutica. Para Liberman, los distintos aportes interdisciplinarios, al permitir diagnósticos de transformación de los elementos discursivos, servían a esta finalidad y podían intentar correlaciones con cambios psicopatológicos inferidos desde el psicoanálisis.

      2] Redefinición de las estructuras psicopatológicas en base a sus funcionamientos comunicativos, con dos logros interesantes:

      • Introducción de la noción de “persona que tiene modos de comunicarse con sus interlocutores”, con lo cual se puede superar el reduccionismo de homologar estructuras psicopatológicas del sujeto que a veces no coinciden con lo observado en la práctica terapéutica, que muestra combinatorias no reducibles a un solo funcionamiento.

      • Articulación de categorías de la teoría de la técnica psicoanalítica con las vicisitudes de los intercambios concretos en cada pareja particular, lo cual permite estudiar las variantes del funcionamiento, más allá de los límites del modelo neurosis e incluso de la llamada uniformidad estructura psicopatológica persona.

      3] Inclusión de elementos evaluativos del material clínico, estableciendo sistemas de indicadores discursivos vinculables a movimientos y detenciones del proceso y también a criterios de diagnóstico, predicción y evaluación de criterios de terminación y/o interrupción por crisis o impasse del proceso.

      4] Introducción –junto a los síntomas y sufrimientos clásicamente examinados por el psicoanálisis en las distintas etapas de su desarrollo–, de la noción de recursos productivos del funcionamiento psíquico o emocional del sujeto, que corresponden a su visión peculiar de las “funciones yoicas”. En efecto, esta noción no corresponde a la que podrían tener Freud u otros autores (ej. Hartman y otros) del concepto, sino que se trata


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