Comunicación en sesión. Eduardo Issaharoff

Comunicación en sesión - Eduardo Issaharoff


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matrices de su desarrollo conceptual. Una está referida a su analista y maestro Enrique Pichon Rivière, quien tiene una particular preocupación por delinear una estructura relacional del psicoanálisis, donde el intercambio intersubjetivo fuera uno de los ejes del espacio de las estructuras clínicas; por otra parte, sus preocupaciones por tres áreas –mente, cuerpo y mundo externo– también están permanentemente presentes en los diseños psicopatológicos de Liberman.

       Otra influencia es lo que Pichon Rivière llamaba “la problemática del vínculo”, concepto que intentaba sintetizar la matriz relacional interna y externa, y la dialéctica de intercambio relacional tan característica de las preocupaciones del psicoanálisis a partir de Freud. También la noción de “proceso en espiral” como indicadora de los distintos matices de desarrollo, por una parte, y del método psicoanalítico, por la otra. Y finalmente la descripción hecha por Pichon Rivière acerca de los elementos propios de la unidad de trabajo psicoanalítica, en particular la “sesión” como estructura témporo-espacial con sus componentes: el “existente”, es decir, la producción del paciente y sus expresiones discursivas; la intervención del instrumento interpretativo, y los productos ulteriores de este intercambio, a los que Pichon Rivière llama “emergentes” y que configuran lo que antes llamamos una especie de estructura básica del intercambio dialogal –que luego va a ser examinada por Liberman en numerosos trabajos.

      Otra influencia mencionada en la citada edición de homenaje, la de Susana Dupetit, se refiere a la condición de músico de su padre. Liberman no solo se dedicó a la música sino que, además, trasladó a sus estudios una concepción musical referida a la preocupación por los sonidos, la vocalización, la acústica. En relación con el ámbito en el que transcurren los registros clínicos, esa “cocina” de la artesanía clínica en la que se desarrolla el diálogo entre ambos participantes. En lo que llamamos el tercer período se encuentran maquetas sonoras y secuencias discursivas en el análisis de la percepción del paciente, que podrían ampliar su universo mental e introducir en su estructura interior nociones como “espacio”, “tiempo”, “secuencia”, “altura” o “profundidad”.

      Siguiendo a Susana Dupetit, surge el interrogante acerca de en qué medida esta combinación entre el músico y el analista pudo haber llevado a Liberman a orientarse a un enfoque semiológico, independientemente de su bagaje teórico, de las propuestas de Freud, de los modelos de Klein y de Fairbairn, y de la instrumentación de Pichon Rivière. Al mismo tiempo, cómo operó esto en el armado de su modelo de dos referentes: por un lado, el impacto cotidiano, resultado de su propia experiencia profesional sumada a su enorme capacidad diagnóstico-semiológica, y por otro la jerarquización de la “entrevista” como un campo de apertura de iniciación que permitiría inferir dificultades futuras, desarrollar esquemas de diagnósticos operativos y no puramente nominales, e incluso formular estrategias de abordaje y predicción en el campo del análisis.

      Respecto de su capacidad diagnóstico-semiológica, insistimos en que la misma no respondía a una cualidad espontánea sino a una compleja modelización instrumental de nociones provenientes de diferentes campos, lo cual puede conectarse con todas las influencias que hemos enumerado. Añadimos, como dato relevante en esa revisión histórica, que en su tesis de doctorado médico, Liberman aplicó el método historiográfico de Ranke a la clínica.[4]

      Capítulo 2

       Implicancias metodológicas y epistemológicas

      Como planteamos en la Presentación, nuestra intención es relacionar la discusión crítica de la problemática actual del psicoanálisis con otras modalidades para permitir un intercambio en la comunidad de colegas.

      La obra de David Liberman plasma justamente estas dos intenciones: aumentar la conexión, en distintos planos, entre la teoría y la clínica psicoanalítica, a la vez que relacionar distintos esquemas teóricos que, con lenguajes distintos, efectuaron sus aportes también dentro de la comunidad profesional. Asimismo, armar esquemas y alternativas que permiten, si no una unificación, al menos un proyecto de instrumentación de muchas de sus formulaciones, de tal modo que faciliten un intercambio más claro acerca de las coincidencias y diferencias que existen dentro de nuestra disciplina.

      Nos consta que esta pretensión es difícil de lograr; queremos subrayar que no se pretende aquí alcanzar absolutos: es simplemente una búsqueda, dentro de este complejo panorama del conocimiento, de contribuir con esta disciplina que, a nuestro criterio, ha hecho un evidente aporte tanto al desarrollo de la cultura humana como al campo de la salud mental. Pero necesitamos contextualizar nuestra propuesta, subrayando permanentemente que se trata de un jalón en el camino y no de una pretensión exhaustiva, abarcadora o totalizadora, algo que no coincidiría en nada con el espíritu de Liberman.

      Decíamos que para contextualizar esta propuesta deberíamos diseñar cuáles son, de acuerdo con nuestra opinión, algunos de los parámetros o planos que circunscriben lo que consideramos la coyuntura crítica del psicoanálisis en el comienzo del siglo XXI que precisamente delimitan nuestro diagnóstico y nos hace pensar que obras como la de Liberman pueden permitir una búsqueda, un camino de nuevas alternativas en este interesante instrumento de conocimiento.

      En primer lugar debemos referirnos a algo que ya está supuesto en nuestros distintos planteos. El psicoanálisis actual se enfrenta con una serie de problemáticas clínicas, nosográficas y psicopatológicas que han desbordado uno de los marcos de los estudios freudianos. Cuando decimos esto nos referimos a que muchos colegas están de acuerdo en que el modelo fundamental en que se basó Freud para sus primeros desarrollos estaba basado en el modelo de la neurosis en general y de la histeria en particular. Esto no minimiza los enormes aportes de Freud a múltiples aspectos del psiquismo humano: a la psicosis, por supuesto, pero también a otros problemáticas ligadas a la cultura, la historia, el desarrollo infantil, etcétera. Pero su núcleo fundamental de preocupaciones consistía en la explicación y la descripción –fundamentalmente en el campo clínico-técnico– de la estructura neurótica.

      Actualmente se puede sostener que el psicoanálisis se enfrenta a problemáticas que tienen otro marco clínico-psicopatológico. Narcisismo patológico y productivo, problemas psicosomáticos, impulsiones y estados fronterizos han sido estudiados por muchas corrientes del psicoanálisis posfreudiano y son las que, además, si este análisis es compartido, van poblando nuestros consultorios, con lo cual se plantean y se redefinen todos los marcos conceptuales de esta disciplina.

      Una segunda cuestión, también formulada y ya supuesta en las consideraciones que proponemos, se refiere al problema de los múltiples esquemas referenciales surgidos después de Freud, sin descartar que en la propia obra freudiana existen modelos diferentes, no totalmente contradictorios entre sí: primera y segunda tópica, modelos de distintas teorías sobre la angustia, distintas concepciones sobre el yo o sobre los procesos defensivos, incluso sobre el inconsciente mismo. Pero todas poseen una articulación dado que han sido productos de un autor que ha tratado de mantener una continuidad en sus distintas elucubraciones.

      Por lo demás, en la obra posfreudiana, con distintos léxicos y enfatizando distintos problemas, el lenguaje se ha alterado, por lo que las discusiones y los intercambios, además de difíciles, presentan zonas en las que la articulación es de muchísima complejidad. Reconociendo esto, en el Congreso de Roma se afirmó que existen términos similares que apuntan a problemáticas diferentes, y a la inversa, términos diferentes que apuntan a conceptos bastante emparentados entre sí.

      Un tercer marco de complicaciones o complejizaciones es lo que hemos señalado en otras distintas publicaciones y está referido a lo que llamamos “cambios culturales”. No podemos negar lo que diferentes autores han señalado en los últimos veinte años: el hecho de que los cambios de la cultura contemporánea muestran problemas inéditos para el siglo de Freud, el desarrollo de la computación, las violencias y los exterminios de las dos guerras, las violencias más localizadas en cada sociedad; en la nuestra el terrorismo y el terrorismo de Estado, además de fenómenos de enorme inseguridad e inestabilidad –como la hiperinflación–, que han generado cambios, alteraciones y conflictos en el psiquismo humano, lo cual incide en todos los planos conceptuales del psicoanálisis teórico, clínico y psicopatológico.

      Las preocupaciones


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