Pensar en escuelas de pensamiento. Libardo Enrique Pérez Díaz
Por supuesto, nadie debe olvidar la importancia del interés económico. Pensar es una actividad que se valida ella misma siendo esto cierto solo, si acaso, con la añadidura de que hagan presencia los presupuestos sociales necesarios —una economía sólida, un sector empresarial próspero, salud, vivienda, educación, etc. (cfr. Sloterdijk, 2012, p. 401; Nussbaum, 2010, p. 30). A pesar de este reconocimiento, hay que saber decidir entre vivir como tontos y satisfechos (o como humanoides bien alimentados) o vivir con sabiduría, inteligencia y belleza. Tal vez la siguiente siga siendo una gran pregunta: “¿o somos esclavos de la vida o somos sus señores —cosa que solo se logra enajenándose de los ‘bienes de la vida’—?” (Safranski, 2006, p. 46). Permítase la indicación sobre lo que sería el problema central de las escuelas de pensamiento: pensar desinteresadamente es el camino del señorío humano, más aún: es el calificativo de la participación activa en la investigación de preguntas importantes y en la empresa de indagación desinteresada cuya relevancia nace de la respetuosa y mutua asimilación de la naturaleza (todo lo que ella es y nos enseña) a la imperativa búsqueda de saber cómo es posible hacernos a un destino propio, y viceversa, claro: todo nuestro destino y posibilidades de señorío es asimilado por la naturaleza y todo lo que ella es.
La gente exige más y más; consumo y producción, así parecen ser las cosas. De todos modos deberíamos oponer a esa fría realidad el pensamiento desinteresado en sus más diversas áreas (historia, literatura, arte, filosofía, además de ciencias —en el sentido más amplio de la expresión— y tecnología). Lo cual debe entenderse, según una orientación bien precisa, en que pensar no es simplemente una actividad gratuita (no es que no sirva para nada), en efecto, la actividad del pensar, en general, no debe llevar el signo de la inutilidad, pero, entonces ¿cuál sería la utilidad del pensamiento?, ¿para qué pensar?, ¿cuál es el valor del pensamiento?, diríamos que pensar sirve para fijar el valor de la vida, mejor aún, pensar es útil porque permite dar cuenta del valor y el peso de las cosas en la vida. Puede suponerse que cualquier cosa aprendida de la naturaleza (ejemplo: la secuencia del genoma humano, las reservas de la biosfera, el funcionamiento del cerebro —Human Brain Project— o la información bioquímica de los combustibles degradables, etc.) debe ligarse al pensamiento por la potencia que le pertenece de precisar el valor del conocimiento para la existencia (cfr. Safranski, 2006, p. 53).
Heterotopos o espacios-otros
¿Y qué si la oficina o el cubículo, centro a veces asfixiante de trabajo, no es el mejor lugar para tener y desarrollar ideas? Lo cierto es que existen espacios de retirada donde es posible encontrar lugar para experimentaciones. En esa medida, habría que garantizar el libre uso de lugares sagrados o profanos, abiertos o protegidos, individuales o colectivos. ¿Cómo atender lo que se podría llamar la “desacralización práctica del espacio”?, (Foucault, 2010, p. 1061) es decir, ¿cómo describir situaciones que ya no admitimos como simplemente dadas en torno al espacio privado, al espacio público, al espacio social, al espacio cultural, el espacio del trabajo o el espacio del ocio? El trabajo de investigación es inmensamente rico por esa vía, pues no solo haría referencia a las heterotopías de desviación o a los lugares donde reposan diversos comportamientos extraños, alocados o fuera de las normas (cfr. Foucault, 2010, p.1063; Becker, 2009, pp. 79-116).
La investigación en los espacios de retirada sería relativa a la experimentación en los lugares de la existencia social y en los emplazamientos asociados a los ejercicios de investigación. ¿No cabría sospechar que por ahí en el mundo están ocurriendo cosas nuevas en los cafés de la ciudad, en los cines, en las calles, en los museos o en las bibliotecas? Todo esto habría que ser visto a partir de la relación entre la experimentación en investigación, la emergencia de espacios-otros y las escuelas de pensamiento. ¿Cómo se podrían promover los espacios vinculados a la investigación y, de allí, a las escuelas de pensamiento?, ¿qué sentido tendría garantizar las actividades de pensar en estos espacios? Nos arriesgamos a decir que es tema de las heterotopías o de heteretopos como “creaciones espaciales (emplacements) de una determinada cultura [que] salen del continuum de la trivialidad” (Sloterdijk, 2012, p. 285). Entre la salida de lo cotidiano y la búsqueda de espacios de retirada la investigación ha de ocuparse de quienes reclaman el derecho al diseño de una topología excéntrica (cfr. Sloterdijk, 2012, p. 287).
Libertad
Muchas veces los formatos, las obligaciones administrativas, las tareas cotidianas de la vida institucional, etc., hacen correr peligro a las empresas de investigación que están, suponemos, en la base de las escuelas de pensamiento, en la medida en que concentran demasiado las posibilidades del pensamiento en específicas actividades de trabajo. ¿Cuál es el equilibrio entre las necesidades de la vida institucional y las condiciones de emergencia de las escuelas de pensamiento y la investigación?, quizá la respuesta todavía deba ser descubierta, pero lo cierto es que resulta fundamental tener en cuenta que las actividades del pensar en general están necesariamente ligadas a la libertad de movimiento y autonomía en el uso del tiempo —y en la creencia y confianza en que se usa adecuadamente y con responsabilidad.
Por otra parte, las disciplinas parecen obligar ciertos usos, pautas y cánones. Las disciplinas obligan al uso de vocabularios, estilos, perspectivas que muchas veces son inevitables en los momentos de formación y de inicial apropiación de sus recursos. Pero cuando se trata de la investigación y de las escuelas de pensamiento que le siguen, es el problema del que uno se ocupa el que tiene que llevar la guía de los usos, las pautas, los vocabularios, los estilos y las perspectivas que son depositados para su uso en las variadas disciplinas existentes.
Teniendo en cuenta la descripción de los escenarios (mal) retratados, diríamos que las escuelas de pensamiento tienen que estar fundadas en una fuerte concepción de la libertad. ¿En qué sentido?, siempre es bueno sentirse a favor de la libertad de expresión, pero no es solo de ella que la libertad habla, hace falta libertad de movimiento y autonomía en el uso del tiempo, tanto como libertad de experimentar con los recursos que todo problema exige considerar para poder tener las condiciones de nacimiento de las escuelas de pensamiento. Bajo esa apuesta, consideramos lo siguiente: sabiéndonos profundamente consignados en condiciones materiales de existencia proponemos una fórmula abstracta para lo que serían otras posibilidades de compresión de lo que significa la libertad y la imaginación.
La fórmula es la que sigue: “damos por sentado que la vida es en sí algo para cuya transformación los individuos tienen singular competencia”. ¿Qué es lo que está en juego en la fórmula?, saber lo que debemos a los sueños, y ¿qué debemos?, no solamente la propia estima o la fidelidad a la propia imagen (identidad). En realidad, soñar o imaginar libremente son actividades para las cuales es fundamental seguir al genio que guía en la experimentación. No ha de pensarse que tal genio reside en la habilidad ni en la aparente inteligencia o gracia y supuesta belleza; el genio en la experimentación se halla en el mandato a obedecer a la plasticidad que promete libertad.
Outsiders
No se trata de la relevancia del genio o de quien sabe todo lo que hay que saber para ganar prestigio y nomenclatura académica —si no, puntos para un eventual mejor salario—. No es el tipo caudillo o gurú intelectual, diva académica o héroe del pensamiento del que hablamos,{28} más bien se trata de outsiders. O sea, de quien explora los límites de su propio conocimiento arriesgando todo lo que sabe en favor de lo que sabe mal, sabe a medias o simplemente no sabe; ¿se pueden admitir como parte de los equipos de investigación, y eventuales escuelas de pensamiento, a personajes de esa naturaleza?, ¿querríamos más que a maestros y sabios a experimentadores dignos de enseñar los caminos recorridos en sus búsquedas incompletas y aún parciales?, ¿cuáles serían las garantías para el sostenimiento y la sobrevivencia de personajes pensados así?, ¿podría lidiarse con la impertinencia de personajes que no se conforman con producir frases dignas de citarse o aparatos merecedores de patentes, sino con aquellos que erigen su vida de tal manera que presentan motivos para pensar? (Cfr. Safranski, 2006, pp. 43-60).
Constructivismo
Cualquier dificultad con el término “constructivismo” puede ser salvada si se caracteriza adecuadamente lo que se quiere decir con este. Así, digamos que constructivismo se refiere a toda actividad de pensamiento que interviene sobre