Irresistible. Andy Stanley
de Dios. El arca que contenía la ley de Dios no fue creada como objeto de adoración. Lo que pasó después, dio al templo su significado:
Cuando los sacerdotes se retiraron del Lugar Santo, la nube llenó el templo del SEÑOR. Y por causa de la nube, los sacerdotes no pudieron celebrar el culto, pues la gloria del SEÑOR había llenado el templo.9
La presencia del Espíritu de Dios, bajo sus propios términos, fue la característica distintiva del templo judío. Cada nación tenía sus leyes. Cada nación tenía sus sacerdotes y rituales religiosos. Las religiones más antiguas exigían sacrificios de animales. Los judíos tenían todo eso, salvo una cosa: su templo servía como marco imponente de algo que no estaba ahí. Pero el propósito de este magnífico edificio, construido para la gloria del Dios invisible, se extendió más allá de Israel.
El templo judío, con su intrincado sistema de sacrificios, serviría como contexto. El templo de Jerusalén serviría como el epicentro de una serie de acontecimientos que más tarde remodelarían el mundo, y no solo al mundo antiguo. A diferencia de los dioses paganos, el Dios de Israel no era un dios regional de alcance menor. El Dios de Israel era el Dios vivo cuyo poder y presencia no se limitaban a un edificio. El templo jugaría un papel importante, pero temporal en el plan profético de Dios. Sus similitudes con otros templos de la región, puntualizaron, enfatizaron, acentuaron y subrayaron la única diferencia significativa; la cual preparó el escenario para la siguiente gran actividad de Dios en el mundo. La ausencia de imagen o ídolo era más que un detalle diferenciador. Señalaba el propósito global de Dios para la nación.
TEMPLOS DE PERDICIÓN
Cuando Salomón fue ungido rey, había paz en el territorio. Algunos se refieren a esta época como la época dorada de Israel. Finalmente, parecía haber una oportunidad para que Israel fuera una bendición para otras naciones. Sin embargo, Dios no estaba listo; resulta que Israel tampoco. Salomón se distrajo un poco —con mujeres; mujeres extranjeras y sus dioses extranjeros. El tema del templo no fraguó.
Aquí hay algo que suele pasarse por alto: además de construir un templo para su Dios, Salomón construyó muchas capillitas para un abanico de otros dioses. ¿Por qué? Porque quería mantener contentas a sus esposas extranjeras. “¿Cuántos otros?”, te preguntas.
Prepárate.
Unos setecientos.
El autor de 1 Reyes nos cuenta que Salomón tuvo setecientas esposas de sangre real.10
Construyó altares, santuarios y casas de adoración para cada dios adorado por sus setecientas esposas de sangre real. Una de estas esposas fue, ¿puedes creerlo?, ¡hija del faraón! Aun peor, sabemos que, hacia el final de su vida, Salomón, junto con sus esposas, adoraba a estos dioses extranjeros.11 Pero no crean que dejó de adorar al Dios de su padre, David. Hizo algo peor: los adoraba junto al Dios de su padre, David.
Aunque esto es confuso para nosotros, tenía todo el sentido del mundo para Salomón. Una vez que Salomón metió a Dios, por así decirlo, a su propio templo, lo rebajó al nivel de todas las demás deidades paganas de todas las naciones del mundo. Dios tenía una ubicación; una ubicación similar a la que los vecinos de Israel crearon para sus dioses. Con la construcción del templo, el Dios móvil de Israel parecía un poco más domesticado, regional. Había desaparecido la tienda de campaña, el recordatorio visual de que el Dios de Israel era un Dios que podía ir de un lugar a otro. Había desaparecido el recordatorio de que él podía levantarse e irse sin previo aviso. Y habiendo paz en el territorio, no había necesidad de invocar a Dios para que protegiera a Israel de sus enemigos.
Bajo el reinado de Salomón, Israel no estuvo en condiciones de bendecir a las naciones de la Tierra. Para el final de dicho reinado, Israel se parecía mucho a todas las demás naciones de la Tierra. Sin embargo, mientras que Salomón olvidó, o simplemente abandonó, su promesa a Dios, Dios no olvidó ni abandonó su promesa a Salomón. Su acuerdo con Salomón reflejaba la naturaleza condicional de su acuerdo con la nación.
Este templo no será más que un montón de ruinas y todos los que pasen a su lado se asombrarán y se burlarán, diciendo: “¿Por qué Dios ha hecho esto con Israel y con este templo?”12
Fiel a su palabra, en el año 587 a. C., después de un asedio sangriento, los soldados de Nabucodonosor atravesaron una brecha en el muro de Jerusalén, asesinaron a miles de ciudadanos, esclavizaron a miles más, y derrumbaron el templo de Salomón hasta sus cimientos.
Afortunadamente, Dios no estaba en casa esa tarde.
Se había mudado mucho antes.
Capítulo 4
LA RUPTURA
Después de la muerte de Salomón, su hijo Roboam tomó una decisión tonta, que dio por resultado la división de la nación en el reino del norte y el reino del sur. Para el año 700 a. C., el reino del norte (Israel) había abandonado a Dios por completo, y adoptado los cultos de adoración a los ídolos de sus vecinos. El reino del sur (Judá) estaba al borde de la misma apostasía. La noción de Israel como bendición para otras naciones, era ya inimaginable. Después de todo, la nación no podía resolver sus propias disputas internas, y una vez dividida sufrió la división militar y económica. Tanto Asiria como Siria estaban buscando una excusa para invadir. Eran tiempos difíciles para la gente de ambos reinos.
Dios envió una serie de profetas para exhortar, reprender y advertir a toda una serie de reyes. Uno de esos profetas fue Isaías. La profecía de Isaías no es fácil de entender, sobre todo si no se conoce el contexto histórico. En realidad, es difícil seguir el hilo de sus pensamientos aun con el contexto histórico. La razón por la cual lo menciono, es que a mitad de lo que fue quizá el punto más bajo en la historia de Israel, Isaías resucita la promesa de Dios a Abraham y le da su propio toque. Si le sonó extraña a Abraham, le sonaría aún más extraña a los habitantes de Judá en aquellos tiempos difíciles. Isaías escribe:
No es gran cosa que seas mi siervo, ni que restaures a las tribus de Jacob, ni que hagas volver a los de Israel, a quienes he preservado. Yo te pongo ahora como luz para las naciones, a fin de que lleves mi salvación hasta los confines de la tierra.1
Para nada.
Repito, esta era una época de conquista, saqueo y toma de esclavos. Nadie estaba tratando de ser “luz” para nadie más. Nadie estaba tratando de salvar a nadie, salvo a sí mismo. Después de la muerte de Isaías, Judá (el reino del sur) fue invadido por Babilonia. En ese asedio, el magnífico templo de Salomón fue destruido; pero antes de arrasarlo, como era su costumbre, el rey Nabucodonosor ordenó extraditar a Babilonia la imagen del dios conquistado, para colocarla en su colección de dioses.
¡De verdad! Nabucodonosor tenía una colección de dioses.
Por supuesto, cuando sus soldados entraron a la “bóveda” del Dios judío, no encontraron ninguna imagen. Así que tomaron los cubiertos y los platos, y se dirigieron a casa… remolcando a una gran porción de la población, incluyendo a los Cuatro Fantásticos: Sadrac, Mesac, Abednego y Daniel.
Yo te pongo ahora como luz para las naciones, a fin de que lleves mi salvación hasta los confines de la tierra.2
Mmmm.
Por suerte para Israel, su Dios era itinerante. Sin que Nabucodonosor lo supiera, Dios salió de Judea y se infiltró en Babilonia. El libro de Daniel registra esta aventura.
La historia sigue su curso.
LA ÚLTIMA PALABRA
Cuando Babilonia cayó ante los persas, alrededor del año 538 a. C., el emperador Ciro el Grande permitió a los judíos regresar a su patria, e incluso los animó a reconstruir su templo. En realidad, les dio la orden de reconstruirlo