Compendio de la fe cristiana. John Schwarz
verbal. Otros creen que la Biblia contiene la palabra de Dios (con respecto a la salvación), lo cual deja lugar para diferencias en el texto y cierta flexibilidad en las interpretaciones del mismo.
Los cristianos fundamentalistas creen que la Biblia no contiene error en ningún sentido (inerrancia), ni siquiera en cuestiones de historia, ciencia y geografía. Los que sostienen este punto de vista creen que admitir la posibilidad de error en la Biblia es el primer paso en la resbaladiza cuesta abajo de la incredulidad. Una perspectiva más blanda respecto a la inerrancia, llamada a veces “inerrancia limitada”, considera que la Biblia no contiene error en lo que enseña, pero que no todo lo que la Biblia contiene debe ser considerado como “enseñanza”. Los evangélicos prefieren hablar de la Biblia como infalible, es decir, la Biblia es plenamente confiable, especialmente en lo que se refiere a la revelación que Dios hace de su persona a través de Jesucristo. Los cristianos liberales tienden a considerar a la Biblia no como la Palabra inspirada y revelada por Dios sino como un conjunto de escritos relativos a la búsqueda religiosa de la humanidad.
Muchos consideran que el término “inspiración” se aplica a algo más que a los manuscritos únicamente. Por ejemplo, algunos aplican este término a la inspiración que recibieron del Espíritu Santo las personas que decidieron qué libros habrían de incluirse en el canon y cuáles no (por lo tanto, ésta es una elección hecha por Dios); a la inspiración de aquellos que hicieron y de quienes actualmente hacen la traducción a otros idiomas, a fin de asegurar la fiel transmisión de la Palabra de Dios a todas las personas en todo lugar; y a la inspiración interior del Espíritu Santo a los creyentes que “oyen la palabra, la aceptan, [son bendecidos] hasta el ciento por uno” (Mr. 4.20).
La autoridad de la Biblia
Puesto que la Biblia es el testimonio escrito de las revelaciones de Dios, tiene autoridad en cuestiones de ortodoxia (las creencias cristianas) y de ortopraxia (la práctica cristiana). Muchas personas que no pertenecen a la fe cristiana no aceptan la autoridad de la Biblia, entre otras razones porque sus cosmovisiones no dan cabida a la posibilidad de la revelación sobrenatural. Los que están dentro de la fe se encuentran con un problema distinto: no tienen dificultad con la autoridad de la Biblia en sí sino con la interpretación y aplicación de las enseñanzas al gobierno de la iglesia, los sacramentos, la liturgia, las misiones, la justicia social y otros asuntos.
Un tema relacionado con la autoridad de la Biblia es la autoría de cada libro. Algunos estudiosos conservadores consideran que la autoridad se relaciona con la autoría y en consecuencia dedican enormes esfuerzos para defender, por ejemplo, la autoría de Moisés en el caso del Pentateuco, la autoría de un solo escritor en el libro de Isaías o la autoría de Pablo en las cartas pastorales. Sería bueno saber quién escribió cada uno y todos los libros de la Biblia, pero autoría no es lo mismo que autoridad; es decir, los libros de la Biblia no tienen “autoridad” por el hecho de que sepamos quién los escribió. Por ejemplo, no conocemos el origen de cada uno de los salmos o los proverbios, ni de las narraciones contenidas en los libros de Samuel o de Reyes ni quién escribió el libro de Job o la Carta a los Hebreos. Estos libros tienen autoridad porque están en el canon.
LA LECTURA DE LA BIBLIA
Se cuenta de la historia de un famoso actor al que se estaba brindando homenaje en un banquete. Después de la cena, un anciano clérigo le pidió que recitara el Salmo 23. El actor dijo que lo haría con gusto, con la condición de que el clérigo también lo hiciera. El actor recitó el salmo de manera cautivante y mantuvo en vilo al auditorio. Cuando terminó, el clérigo también recitó el mismo salmo y conmovió al auditorio en tal forma que todos derramaron lágrimas. Después de un momento de silencio, el actor dijo: “Yo causé una impresión en sus oídos, pero este hombre alcanzó sus corazones. Yo conozco el salmo, pero él conoce al Pastor” (Millie Stamm, Be Still and Know [Estad quietos y conoced]). Muchas personas, como aquel actor, leen la Biblia como si fuera una extraordinaria obra literaria; otros, como aquel clérigo, perciben la Biblia en un nivel más profundo, más hondo, como la Palabra revelada de Dios.
Enfoques generales
He aquí algunos elementos que conviene tener presente al leer la Biblia:
• En primer lugar, hay que leer la Biblia con una actitud mental abierta y no con una actitud llena de dudas; debe leerse con la perspectiva y la expectativa de “escuchar” hablar a Dios por medio de su Palabra escrita. Anselmo, Arzobispo de Cantebury en el siglo X, dijo: “Creo para comprender”. Lamentablemente, el mundo contemporáneo es excesivamente escéptico y exige lo opuesto: “Cuando me convenza, entonces creeré”.
• En segundo lugar, la Biblia es una historia continua, desde Génesis a Apocalipsis, y no dos historias separadas y desconectadas. El lector debería ocuparse esencialmente de comprender el tema o el mensaje de la historia (de la salvación), más que de analizar microscópicamente y hacer una disección de las historias parciales que conforman la grandiosa narración bíblica.
• En tercer lugar, no hay que sentirse desanimado o reaccionar con rechazo ante aquellas cosas en la Biblia que son difíciles de entender o de creer. Alguien le preguntó en una ocasión a William Booth, el fundador del Ejército de Salvación, qué hacía cuando se encontraba en la Biblia con algo que no entendía. Booth respondió: “Hago lo mismo que cuando como pescado: dejo las espinas a un costado en el plato y sigo con la carne buena”.
Principios de interpretación
Lo que sigue son algunos principios básicos para tener presente al interpretar la Biblia.
• Primero, la Biblia debería leerse en su sentido sencillo o natural. Algunos, equivocadamente, subrayan exageradamente la naturaleza divina de las Escrituras y caen en interpretaciones extremadamente literales. Otros enfatizan en exceso el hecho de que fue escrita por seres humanos y la leen como si sólo fuera una colección de historias, poemas y leyendas religiosas.
• En segundo lugar, la Biblia tiene diferentes formas literarias. Algunas son declaraciones de fe (“En el principio creó Dios …”), otras son narraciones históricas (“En el año …”), algunas son profecías (“Así dice el Señor …”), otras son cartas (“Yo, Pablo, apóstol …”), etc. Estas formas literarias deberían ser interpretadas según las pautas respectivas a cada una de ellas. Por ejemplo, las metáforas y las expresiones antropomórficas, tales como que los árboles “aplauden” (Is. 55.12), deben ser entendidas en forma figurativa. Además, hay que prestar atención al contexto de las palabras, y aun a las palabras mismas, ya que pueden tener más de un significado.
• Finalmente, el mejor comentario de la Biblia es la Biblia misma. Esto significa que el Nuevo Testamento interpreta al Antiguo. Por ejemplo, cuando Jesús “declaró limpios todos los alimentos” (Mr. 7.19) estaba dejando sin vigencia los códigos que clasificaban los alimentos en limpios e inmundos (Lv. 11). Además, los pasajes oscuros deben ser interpretados a la luz de aquellos que sí son claros, y los pasajes que son parciales e incompletos deben ser interpretados a la luz de aquellos que son más completos. Los conflictos entre pasajes deberían decidirse sobre la base de la regla de la mayoría. Si un versículo está en contradicción con otros dos o tres, la perspectiva de la mayoría debe prevalecer; por ejemplo, en las enseñanzas de Pablo sobre el papel de la mujer, donde son más los versículos con un enfoque positivo que los versículos con enfoque negativo.
TRADUCCIONES, DICCIONARIOS Y COMENTARIOS BÍBLICOS
Mencionamos las traducciones más conocidas de la Biblia y algunos recursos que deberían ser de ayuda a