Compendio de la fe cristiana. John Schwarz
El censo y la organización de las doce tribus de Israel en una comunidad o nación; el llamado de Dios a tomar posesión de Canaán, la tierra que se le había prometido a Abraham; los cuarenta años durante los cuales Israel deambuló en el desierto.
• Deuteronomio: Una segunda narración de la historia de Israel: la Shema, que es la gran confesión de fe de Israel; las últimas instrucciones de Moisés a las doce tribus, antes de la invasión a Canaán bajo el liderazgo de Josué; y la muerte de Moisés.
EL PRÓLOGO A LA HISTORIA BÍBLICA
Génesis 1 a 11 son el prólogo a la historia bíblica y la respuesta a la pregunta de Israel: ¿Por qué llamó Dios a Abraham? Dios llamó a Abraham como el primer paso en su plan de rescate de la raza humana, que había caído en una pecaminosa desobediencia y alienación de Dios. El desarrollo de este plan se registra en la narración bíblica que comienza en Génesis 12 y continúa a lo largo del Pentateuco, las narraciones históricas y los libros proféticos del Antiguo Testamento, y los Evangelios y las Cartas y escritos en el NT.
Los dos relatos de la creación (Génesis 1 y 2)
Hay dos narraciones sobre la creación en el Génesis. La primera (1.1–2.4a) es un relato cuidadoso, ordenado y sistemático sobre la creación de los cielos y la tierra, las plantas y las criaturas vivientes, el hombre y la mujer. La segunda narración (2.4b–25) es el relato de cómo Dios formó al hombre, insufló en él aliento de vida, y de una de sus costillas hizo a la mujer. Una forma de considerar estos dos relatos es recordar la escena inicial de la película La novicia rebelde (The Sound of Music). La cámara recorre los Alpes y luego hace una aproximación y enfoca a María, que es el personaje central de la historia. Génesis 1 abre sobre el universo y luego, en Génesis 2, la cámara se aproxima y enfoca en Adán y Eva como personajes centrales de la historia.
• En el principio Dios creó. El Génesis se abre con la declaración de que En el comienzo … Dios creó los cielos y la tierra. El universo tuvo un comienzo, y Dios estaba en ese comienzo; y él creó al universo de la nada, en lugar de dar forma a algo que preexistía. La historia de la creación, sin embargo, no se refiere al proceso de la creación sino a quién creó: al que está detrás de la creación, al que dio existencia a todo lo que hay.
• El hombre y la mujer: la corona de la creación de Dios. La historia de la creación del hombre y la mujer es diferente de la forma en que Dios creó las estrellas, la tierra y “todas las criaturas vivientes”. Dios se involucró personalmente en la creación de la humanidad. En la primera narración, Dios dice: “Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza” (Gn. 1.26). En la segunda narración, “Y Dios el Señor formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz y le dio vida. Así el hombre comenzó a vivir” (Gn. 2.7). Luego, de la costilla del hombre Dios hizo a la mujer. Más adelante en el relato de la creación, el hombre recibe el nombre Adán, una palabra hebrea que significa “humanidad” (expresando así la unidad de la raza humana) y a la mujer se le da el nombre de Eva, una palabra que significa “vida” (por ser madre de todos los seres humanos). Aunque muchos ven a Adán y Eva como figuras metafóricos o simbólicos, el Nuevo Testamento los considera como seres históricos, como vemos, por ejemplo, en la genealogía de Jesús en Lucas (ver Lc. 3.38).
Cuando Dios insufló vida en el hombre, le impartió algo de sí a la humanidad —podríamos decir que el alma— lo cual nos hace diferentes de todas las demás criaturas. El hecho de haber sido creados a la imagen y semejanza de Dios (lo cual alude a la imagen y semejanza espiritual, puesto que Dios es espíritu, como expresa Jn. 4.24) implica que podemos tener relación con Dios.
(Nota aclaratoria: En los párrafos anteriores y a lo largo de todo el libro a menudo me refiero a Dios usando pronombres masculinos, pero Dios no tiene género: ambos sexos fueron creados a imagen y semejanza de Dios. Uso este lenguaje porque sigo el texto bíblico, que por lo general utiliza los pronombres masculinos al referirse a Dios).
La caída en el huerto (Génesis 2 y 3)
A menudo leemos Génesis 1 y 2 como una unidad: la creación del universo (Gn. 1) y la creación de la humanidad (Gn. 2). En realidad, Génesis 2 debiera leerse en conjunto con Génesis 3 y los capítulos subsiguientes: la creación y la caída de la raza humana. Dios puso a Adán en el huerto de Edén para que lo labrara y lo cuidara, y le dijo que podía comer de todos los árboles del huerto “pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer”. Pero la serpiente sedujo a Eva para que comiera del árbol prohibido, y luego también comió Adán. Este relato acerca de cómo comieron del fruto prohibido es el relato de cómo entró el pecado en el mundo: el pecado de desobedecer a Dios, el pecado de actuar en forma independiente del Creador, el pecado de tratar de ser iguales a él. Al comer del árbol, Adán y Eva perdieron la armonía que existía entre ellos y Dios (de quien se escondieron), entre ellos mismos (sintieron vergüenza de estar desnudos) y con el mundo (fueron expulsados del huerto).
La caída para abajo: hermanos; diluvio; torre (Génesis 4 a 11)
La historia de la caída en el huerto continúa con el pecado de los descendientes de Adán y Eva.
• Caín y Abel. Caín y Abel eran hijos de Adán y Eva. Caín era agricultor y ofreció a Dios una ofrenda “del fruto de la tierra”. Abel era pastor y ofreció a Dios “lo mejor de su rebaño”. Dios “miró con agrado a Abel y a su ofrenda” pero “no miró así a Caín y a su ofrenda”. ¿Por qué miró Dios con agrado la ofrenda de Abel y no la de Caín? No se nos dice por qué. Muchos creen que el sacrificio de Abel fue aceptado porque dio lo mejor a Dios (“las primicias”), cosa que Caín no hizo (ver He. 11.4). Caín se puso celoso y mató a Abel, convirtiéndose en el primer asesino del que habla la Biblia.
• Noé y el diluvio. La humanidad continuó deslizándose para abajo. El pecado llegó a multiplicarse tanto que Dios “se arrepintió de haber hecho al hombre” y decidió eliminar todo lo que había hecho. Pero antes de llevar a cabo su decisión llamó a Noé, “un hombre justo” (Gn. 6.9). Dios envió luego un diluvio sobre la tierra, pero salvó a Noé y a su familia como remanente para seguir adelante con sus propósitos. Después del diluvio, Dios entró en un pacto irrevocable con Noé y todas las criaturas vivientes, y dio el arco iris como señal de ese pacto perdurable (9.8–17).
• La torre de Babel. Dios bendijo a Noé. Pero sus descendientes, al igual que los de Adán y Eva, cayeron en desgracia con Dios, como vemos en la historia final del prólogo bíblico, en los hechos que tuvieron lugar en la torre de Babel. La actitud de la raza humana, continuamente centrada en sí misma, llevó a los hombres a construir un ziggurat, una torre-templo mesopotámica, para honrarse a sí mismos y no a Dios. El Señor bajó y confundió el idioma entre ellos — empezaron a bla–bla— para que no pudieran seguir conspirando para hacer el mal; así, los dispersó hacia los cuatro puntos cardinales.
La historia de la caída nos habla acerca de los orígenes del pecado, la universalidad del pecado y el juicio de Dios sobre el pecado. Pero también nos dice que Dios ama a la humanidad: él hizo vestimentas para Adán y Eva antes de expulsarlos del huerto; le dio a Caín una señal de protección antes de enviarlo como errante por la tierra; le dijo a Noé que construyera un arca para sí y para su familia antes de enviar el diluvio; y llamó a Abraham para que fuera el padre de una comunidad que guiaría a los pueblos de la tierra a tener nuevamente comunión con Dios y entre ellos.
LA HISTORIA