En Estado sólido. Rodrigo Henríquez Vásquez
una mejor posición en la ANL especialmente gracias al carisma de Prestes. Los comunistas chilenos no fueron ni los primeros ni los únicos en modificar su discurso revolucionario ni en cambiar de acuerdo a las circunstancias y a sus socios de coalición.
El Frente Popular chileno recogió esta ambigüedad periférica adoptando los dos modos de configuración frentepopulista. Por una parte, la estructuración de una coalición en el formato franco-español con partidos insertos en el sistema parlamentario, pero por la otra, con mecanismos populistas que ampliaron el arco de combinaciones electorales. La mecánica lectura del fascismo que realizó y propagó el Comintern fue la que permitió en cierta medida generar estos lugares retóricos del fascismo en Latinoamérica, que propiciaron la organización de sectores antifascistas y posteriormente frentepopulistas.
En este capítulo se describirá el contexto político transnacional en el que surgirá el Frente Popular chileno y las políticas de expansión estatal. Se caracterizará el proceso de formación política en Europa (Francia y España), China y algunos casos latinoamericanos (México,Venezuela, Cuba y Brasil) con el propósito de comprender que el proceso chileno compartió particularidades contemporáneas a otros escenarios globales, lo que permite evaluar con mayor perspectiva histórica el período analizado en este libro.
Del frente único al frente popular. La formación del ejemplo europeo
La expresión Frente Popular vino a reemplazar en el imaginario político de influencia comunista y socialista la expresión Frente Único acuñada en las resoluciones del III Congreso de la Internacional Comunista a finales de 1921. La expansión mundial de la estrategia del Frente Popular no fue homogénea, adecuándose a las realidades locales donde se llevó a cabo en la que no cabían las lecturas mecanicistas del Comintern. Sin embargo, la estrategia llevada a cabo por Moscú a partir de 1935, permitió instalar el antagonismo discursivo y la delimitación social de las fuerzas “antifascistas” y articularlas en torno a un proyecto político. En ese sentido, el giro conceptual de Frente Único a Frente Popular fue decisivo no sólo para los comunistas (minoritarios en Chile) sino para las otras alternativas que se identificaron con la coalición frentepopulista en el país.
Para los comunistas chilenos, la aplicabilidad de la nueva estrategia no estuvo exenta de problemas. Las tesis del Comintern sobre la estabilidad primero, el derrumbe del capitalismo después, y la formación de nuevas alianzas populares, fueron incorporadas a la praxis en la medida de lo posible y con el único saldo a favor del aislamiento de los otros actores políticos. El camino del Frente Único impuso a los comunistas del mundo la negativa de formar coaliciones, a pesar de algunos encuentros sin éxito con los socialistas de la II Internacional en abril de 1922. El IV Congreso del Comintern de diciembre de 1922 aisló aún más a los comunistas en su política del Frente Único, que redobló su apuesta no sólo en contra del capitalismo sino que también de todo aquello que sonara a reformismo y a socialdemocracia.28 La respuesta del lado socialdemócrata vino en 1923 con la fundación de la Internacional Socialista en Hamburgo, que criticó en duros términos la actitud de los bolcheviques y de la IC.29 A pesar de ello, los comunistas mantuvieron alianzas electorales con otros sectores levantando incluso candidaturas presidenciales, como en 1920 y 1925.
A pesar de que desde el V (junio-julio 1924) y el VI (septiembre 1928) Congreso del Comintern se condenó cualquier colaboración con la socialdemocracia, lo cierto es que este era el único terreno real donde se podía materializar la política del Frente Único. Ya en febrero de 1933 la Internacional Obrera Socialista (IOS), heredera de la Internacional Socialista, manifestó su disposición a un encuentro entre las dos Internacionales que, aunque no despertó ninguna manifestación de apoyo de parte del Comintern, se constituyó en un precedente importante frente a lo que venían realizando el PCF y la Sección Francesa de la Internacional Obrera (SFIO) que, a su vez, había realizado alianzas tácticas con el radicalismo francés durante los años veinte.30 La violencia con que las ligas fascistas amenazaron la estabilidad de la frágil III República y el temor que despertaba el fascismo habría facilitado la unificación en torno al enemigo común.
¿Por qué el fascismo se transformó en una amenaza para el Comintern? El lugar común para responder a esta pregunta ha sido, como señala Jonathan Haslam, entender la respuesta antifascista de Stalin como un complemento al tratado de mutua asistencia franco-soviético de mayo de 1935.31 A pesar de que Stalin quiso ampliar el pacto hacia algo más allá que la mera “no agresión” y transformarlo en una alianza militar frente a una posible invasión alemana, el Gobierno de León Blum priorizó por su alianza con Gran Bretaña.32 El interés de Stalin, hacia 1934, estaba puesto en la seguridad de la URSS, objetivo que involucraba a todas las secciones de la Internacional Comunista.
Para el historiador Jonathan Haslam, los partidos comunistas nacionales tuvieron un rol mucho más relevante que ser sólo cadenas transmisoras de las consignas emanadas de Moscú. Prueba de ello fue que el fracaso de la política anterior –el Frente Único– demostró que las estrategias tenían que estar tanto en conformidad con las necesidades de los partidos locales como con las demandas del Gobierno soviético.33 Este equilibrio entre lo nacional y las necesidades exteriores de Stalin fueron un fenómeno más o menos generalizado en los partidos comunistas mundiales; a excepción de Alemania, donde el partido Comunista (KPD) que era el más importante fuera de la URSS, resultó ser el más radical en la interpretación de los “períodos” fijados por PCUS y el más abiertamente opositor a la socialdemocracia. La maximización de las consignas de “tercer periodo” llevó al KPD a ajustarse en demasía a los intereses soviéticos por sobre los alemanes. La llegada de Hitler no significó que por parte de Stalin hubiese un reconocimiento del fracaso alemán. Sólo hubo un pequeño cambio en la política de alianzas permitida desde Moscú luego de las elecciones parlamentarias alemanas del 5 de marzo de 1933, aceptando de forma contradictoria la colaboración entre socialistas y comunistas en un Frente Popular “por abajo” sin inmiscuir a las cúpulas. Las contradicciones del Comintern se agravaron ante el intento de golpe fascista luego del “affaire Stavisky” iniciado el 6 de febrero de 1934 en el que los comunistas terminaron apoyando a los socialistas frente al enemigo en común. Una semana después, el socialismo austriaco sería eliminado por el canciller Engelbert Dollfuss, dejando la sensación de que el fascismo tenía un avance imparable en Europa.34
Como respuesta, en París, la huelga del 12 de febrero de 1934, realizada conjuntamente entre comunistas y socialistas, fue el bautizo de la unidad de acción (desechada en 1928) que quedó definitivamente consagrada el 27 de julio del mismo año cuando se firmó el pacto de unidad.35 El acuerdo contemplaba realizar acciones conjuntas contra el “fascismo”, organizadas a través de un comité de coordinación paritario de catorce miembros en donde no se aceptaba en la creación de frentes únicos a los sin partido.36 El Comintern dio su bendición a la unión entre el PCF y la SFIO en mayo de 1934, en medio de los preparativos del VII Congreso. A pesar de que Dimitrov, en un gesto reconciliador, eliminara el término “socialfascista”, la Internacional Obrera Socialista fue reacia a aceptar durante 1933 y los primeros meses de 1934 cualquier acercamiento. A partir de ese momento, el Comintern buscó alianzas más amplias que abarcaran al conjunto del “pueblo” y lo unieran en contra de sus enemigos. Por lo mismo, se hicieron algunos retoques en la estrategia de la lucha de clases que interpelaba, en teoría, sólo a la clase obrera, extendiéndola hacia una esfera más amplia: el espacio de lo popular y de lo nacional, a modo de acabar con la temida “amenaza” fascista. La airada defensa de los intereses nacionales dio a los comunistas los argumentos en contra de quienes los tachaban de simples títeres de las políticas moscovitas, legitimándolos de cara a la formación de alianzas con los partidos burgueses.37
Las conclusiones de Dimitrov –de que en una época de retirada, la izquierda debía luchar por objetivos más amplios como la defensa de la democracia– esperaban tranquilizar a los sectores sociales donde debía abonarse la idea del Frente Popular: liberales, radicales, republicanos, movimientos religiosos, demandas sectoriales, movimientos pacifistas, incluyendo a sectores conservadores que estuvieran dispuestos a defender la paz y la democracia en Europa. De paso se pretendía sacar del aislamiento y debilitamiento que sufrían los partidos comunistas. Visto de esta manera, la estrategia del