Insubordinación y desarrollo. Marcelo Gullo
que el Estado japonés procedió en 1930 a expulsar a la General Motors y a prohibir por completo la inversión extranjera directa en las empresas consideras estratégicas y limitarla, en las no estratégicas, al 49%. En la segunda mitad del siglo xx, siguiendo el ejemplo japonés, tanto Corea del Sur como Taiwán –salvo en los enclaves denominados “zonas de procesamiento” para la exportación– establecieron estrictas medidas para controlar, dirigir y limitar la inversión extranjera imponiendo cuotas de propiedad y limitando los sectores en los cuales podían participar las empresas extranjeras. En Finlandia, de 1919 a 1987, la ley prohibía poseer, a cualquier extranjero, más del 20% de una empresa establecida en su suelo.
Estados Unidos fue el Estado subordinante que más sistemáticamente utilizó durante todo el siglo xx la estrategia de la inversión extranjera, para deformar el desarrollo industrial de los Estados periféricos. Sin embargo, cuando todavía era un Estado relativamente débil, en pleno proceso de industrialización y formación de su burguesía nacional, procedió a regular y limitar enérgicamente la inversión extranjera, llegando a prohibir a los accionistas extranjeros de los bancos norteamericanos el derecho a voto y reservando exclusivamente para los ciudadanos estadounidenses la facultad de ser directores de las entidades bancarias. Como destaca Ha-Joon Chang (2009: 136), tanto el gobierno federal como los gobiernos de los distintos Estados de la Unión sancionaron leyes muy estrictas para limitar la inversión extranjera en industrias de recursos naturales. En materia de minería, las leyes federales circunscribieron los derechos de explotación minera a los ciudadanos y las sociedades anónimas estadounidenses; muchos gobiernos estaduales limitaron severamente, o lisa y llanamente prohibieron, la inversión en tierras por parte de extranjeros no residentes. La Ley de Propiedad Extranjera prohibió la posesión de tierra por parte de extranjeros en más de un 20%. Tan hostiles eran algunos estados a la inversión extranjera que, por ejemplo, en 1887, el estado de Indiana, por ley, retiró por completo la protección judicial a las empresas extranjeras. Asimismo, tan refractario fue Estados Unidos a la inversión extranjera que, por ejemplo, en 1914, se promulgó una ley estadual destinada a regular el sistema bancario, prohibiendo a los bancos extranjeros abrir sucursales bancarias en el estado de Nueva York. Todas estas regulaciones (más la aplicación de los aranceles manufactureros más altos del mundo), es preciso destacarlo, no sólo no perjudicaron el crecimiento económico de Estados Unidos –que fue la economía de crecimiento más rápido del mundo desde 1863 a 1920– sino que posibilitaron el nacimiento de una sólida burguesía nacional.
Las finalidades de la subordinación ideológica
En el transcurso de la historia, los Estados subordinantes, a fin de impedir, estorbar, retrasar o limitar la construcción del poder nacional (el desarrollo industrial y tecnológico) de los periféricos, han empleado la fuerza o la amenaza de la fuerza. Sin embargo, la subordinación ideológico-cultural ha sido la herramienta más sutil y, quizá, la más eficaz, que han utilizado para el logro de dicho objetivo.
Desde el punto de vista económico, la subordinación ideológica tiene por finalidad última la de persuadir a la elite dirigente (a los políticos, a los empresarios, a los miembros de las fuerzas armadas, a los cuadros técnicos del Estado y a los periodistas de los medios masivos de comunicación) de la inutilidad intrínseca de la intervención estatal en la economía. La subordinación ideológica consigue, de esa forma, impedir que en los países periféricos el Estado intervenga en la economía. Esta intervención constituye, justamente, la condición sine qua non para alcanzar el desarrollo, como lo prueba la propia historia económica de los países hoy desarrollados. Desde el punto de vista cultural, la subordinación ideológica tiene como finalidad última la de producir en el ciudadano común la sensación de la ineptitud congénita del pueblo en que ha nacido para alcanzar el desarrollo y el bienestar.
Siendo históricamente la subordinación ideológica el primer eslabón de la cadena que ata a los Estados periféricos al atraso, la inequidad y la dependencia, se deduce, por lógica consecuencia, que la insubordinación ideológica es la primera acción que una sociedad periférica debe llevar a cabo para salir del subdesarrollo y escapar de la periferia. Esta premisa es, hoy, más necesaria que nunca dado que los países de la periferia han sido sometidos desde la caída del Muro de Berlín a un proceso sin precedentes de recolonización cultural basado, ahora en una visión fundamentalista de la globalización que crea la falsa imagen de un mundo sin fronteras, gobernado de forma absoluta por fuerzas que se encuentran totalmente fuera del control de los Estados y de los actores sociales. Sostiene Aldo Ferrer (2001):
En efecto, la visión céntrica impartida especialmente en algunas universidades de Estados Unidos está formando los cuadros de economistas más influyentes de los países periféricos. Se está, así, en presencia de un extraordinario proceso de racionalización de la subordinación y la dependencia. Los resultados suelen no ser buenos en el terreno de la producción científica… El análisis económico predominante en la actualidad ha perdido de vista la dimensión histórica y la complejidad económica, cultural y política del desarrollo. Por lo tanto, resulta, en su mayor parte, superficial e intrascendente. La aplicación de las ideas predominantes a la realidad produce resultados aun peores, como lo demuestran algunas catástrofes financieras y económicas registradas bajo el liderazgo de economistas con los más altos títulos académicos. De todas maneras, se trata de un proceso circular. Los epígonos del credo fundamentalista son considerados los depositarios de la seriedad científica y este atributo es un requisito para el éxito profesional, sean cuales fueren los resultados. (46-47)
La formación de los economistas y sus consecuencias sobre el poder nacional de los Estados periféricos
Como sostiene Eric Reinert (2007), desde la caída del Muro de Berlín en 1989 –aun más que antes– la formación de los estudiantes de economía, en las más prestigiosas universidades del mundo, está basada principalmente “en una teoría económica que demuestra lo contrario de lo que se puede observar en la realidad”. Este cuerpo teórico “supone que el libre comercio mundial debería nivelar las diferencias de rentas entre los países ricos y pobres” y que “si la humanidad no interfiriese en la fuerzas naturales del mercado –aplicando el principio del laissez-faire– reinaría el progreso y la armonía económica” (xviii) en todo el orbe.
Importa destacar que la teoría económica neoliberal prevaleciente en las más importantes universidades –tanto de los países centrales como de los periféricos– “opera de arriba hacia abajo, basándose en hipótesis arbitrarias y metáforas tomadas de la astronomía o de la física, y presenta un universo armonioso hecho a la medida de la moda teórica dominante” (Reinert, 2007: xx). Por ello, la descolonización ideológico-cultural y la construcción de una teoría alternativa sólo pueden edificarse de abajo hacia arriba, basándose en la observación de la realidad.
Reinert subraya agudamente que una característica clave de la lógica liberal es que “todo lo que sucede se racionaliza contradiciendo el sentido común” (xxi). Es decir contradiciendo el principio de causalidad.[15]
Otra de las características del pensamiento económico neoliberal –en el cual se forman los jóvenes economistas en los principales centros de excelencia universitaria–consiste en que “las hipótesis clave del modelo –que supuestamente genera el mejor de los mundos posibles– no son prácticamente nunca cuestionadas. Se filtra la realidad de forma que queden excluidas las observaciones que contradicen los resultados esperados” (Reinert, 2007: xxi) y cuando la realidad resulta totalmente contradictoria con la teoría del libre comercio porque éste produce la ruina de la nación que lo aplica, se buscan explicaciones por fuera del modelo que ha causado la catástrofe y se atribuye, entonces, la pobreza, es decir el fracaso de esa nación en alcanzar el desarrollo, a la raza, la cultura o la geografía, porque dado que el modelo económico liberal se supone perfecto “cualquier explicación de su fracaso debe hallarse en factores ajenos a la economía” (xxi).
Importa destacar que la formación que el estudiante de economía recibe habitualmente tiende a mantenerlo en un espléndido aislamiento, no sólo con respecto a lo que sucedió realmente en la política económica real sino también con respecto a lo que sucedió en disciplinas cercanas como la filosofía, la historia y la política internacional. En la mayoría de los casos los estudiantes de economía reciben