Introducción al Nuevo Testamento. Mark Allan Powell
ni es el «Jesús mateano», ni «el Jesús juanino», ni ninguna otra figura semejante que frecuentemente es el foco del estudio del Nuevo Testamento. Ellos buscan al «Jesús histórico», es decir, la persona que surge de un análisis de fuentes de acuerdo a principios de la ciencia histórica generalmente aceptados. En este sentido, el estudio histórico de Jesús es un campo decididamente distinto a los estudios del Nuevo Testamento: es un campo que usa el Nuevo Testamento para entender la historia y no un campo que ve la interpretación del Nuevo Testamento como un fin en sí mismo. Aun así, el traslapo de intereses entre estos dos campos es considerable, a tal punto que algunas discusiones de lo que se llama «estudios del Jesús histórico» pueden ser apropiadas.
Lo primero que hay que decir es que el «Jesús histórico» no debe equipararse con Jesús, el hombre real que vivió en Galilea. Los historiadores reconocen que Jesús, la persona real, dijo e hizo muchas cosas que son desconocidas para nosotros. También aceptan que él pudo haber dicho y hecho cosas que se narran en el Nuevo Testamento, que no se pueden considerar como históricas, simplemente porque no hay prueba suficiente que verifique o confirme lo que se narra allí. La ciencia histórica es escéptica por naturaleza. Por ejemplo, los historiadores generalmente no están dispuestos a aceptar aseveraciones de que la gente hacía milagros u otras proezas sobrenaturales que desafían las leyes conocidas de la ciencia. No niegan necesariamente que esas cosas hayan ocurrido, pero generalmente sostienen que esas afirmaciones no se pueden confirmar de maneras que les permitan ser consideradas como hechos históricos. No son asuntos que se puedan verificar basándose en lo que cuenta como prueba histórica.
Cuadro 4.3
La biografía de Jesús por un historiador: Un extracto
Aún es un desconocido cuando llega a una aldehuela de la Baja Galilea. En él se clavan las miradas frías y duras de los campesinos, que llevan viviendo en el nivel mínimo de subsistencia el tiempo suficiente para saber con toda exactitud por dónde pasa la línea divisoria entre la pobreza y la miseria. Tiene todo el aspecto de un mendigo, aunque a su mirada le falta el encogimiento propio del pedigüeño, en su voz no se oye el típico soniquete quejumbroso y anda sin arrastrar los pies. Habla acerca de la ley de Dios, y los que lo escuchan lo hacen más que otra cosa por curiosidad. Ya saben ellos todo lo que hay que saber acerca de la ley y el poder, del reino y del imperio; en una palabra, saben perfectamente lo que son los impuestos y las deudas, la desnutrición y la enfermedad, lo que es ser un campesino oprimido o estar poseído por el demonio. Lo que a ellos les gustaría saber es qué puede hacer ese reino de Dios por el hijo que está cojo, por el padre ciego, por un alma demente gritando su torturado aislamiento entre las tumbas que marcan los límites del poblado. Jesús pasea con ellos entre los sepulcros y, en el silencio que se produce al concluir sus exorcismos, los aldeanos escuchan una vez más su voz, aunque ahora la curiosidad cede paso a la ansiedad, al temor, al embarazo. Es invitado, como exige el protocolo, a casa del principal personaje de la aldea, pero él prefiere quedarse en la de la mujer desposeída. No está bien, desde luego, pero no sería prudente criticar a un exorcista ni censurar a un mago.
John Dominic Crossan, Jesús: Vida de un campesino judío (Barcelona: Crítica, 1994), 9.
Los historiadores también son cautelosos en cuanto a aceptar reportes no corroborados de autores que narran cosas que ellos habrían querido que fueran ciertas o que habrían ayudado a promover su causa en particular. De esa manera, desde la perspectiva del historiador, los documentos del Nuevo Testamento deben clasificarse como «propaganda religiosa»; fueron escritos con el propósito expreso de promover la fe cristiana y de persuadir a la gente a creer ciertas cosas acerca de Jesús. Por ejemplo, los Evangelios de Mateo y Lucas informan que Jesús (que generalmente se decía que era de Nazaret) en realidad había nacido en Belén. Pero esto es algo que los cristianos habrían querido que la gente creyera de Jesús; un nacimiento en Belén habría ayudado a fomentar sus credenciales como el Mesías judío, quien se esperaba que naciera allí (véase Mt. 2:4-6; cf. Mi. 5:2). Por consiguiente, los historiadores son cautelosos en cuanto a aceptar semejante relato como un hecho histórico.
Ese uso escéptico del Nuevo Testamento no tiene nada que ver con la apreciación teológica que concuerda con los escritos de la gente que cree que son Escrituras inspiradas. Aun así, los estudiantes no deben asumir que los «eruditos del Jesús histórico» necesariamente son irreligiosos. Muchos pueden ser cristianos devotos que simplemente están comprometidos con la honestidad en cuanto a la práctica de su disciplina (la ciencia histórica); se dan cuenta de que, aunque crean personalmente en Jesús (en un sentido espiritual, teológico o religioso), no deben falsear la prueba, ni tratar los materiales históricos en cuanto a él de manera distinta a como lo harían si estuvieran estudiando a cualquier otra persona del mundo antiguo.
Mapa 4.1. Galilea en la época de Jesús
A los estudiantes frecuentemente les parece complicado pensar en las afirmaciones bíblicas de esa manera. Puede parecer sacrílego admitir que algunas cosas que ellos creen de Jesús, cosas que se presentan claramente en el Nuevo Testamento, no superan la prueba de la ciencia histórica. Pero puede haber un sentido en el que ya sabemos que ese es el caso. En los Estados Unidos, se pueden enseñar ciertas cosas acerca de Jesús en las escuelas públicas: un maestro de historia puede decirles a los estudiantes que Jesús fue judío, que enseñó la Regla de oro, que llamó a sus discípulos, que fue crucificado, eso se considera como «hechos históricos» de Jesús, que se pueden presentar sin ninguna sospecha de que el maestro esté promoviendo la religión cristiana. Aun así, la mayoría de la gente en Estados Unidos se da cuenta de que sería inapropiado que un maestro de la escuela pública les dijera a los estudiantes que Jesús nació de una virgen, que era el Mesías, o que murió por los pecados de la gente. Un maestro que dijera esas cosas, probablemente, se metería en problemas por enseñar creencias religiosas en lugar de presentar simplemente información histórica. Por supuesto, las categorías de los «hechos históricos» y las «afirmaciones religiosas» se ponen confusas, pero la mayoría de nosotros probablemente tiene cierto grado de conciencia de que ciertas cosas acerca de Jesús son verificables dejando a un lado la fe, en tanto que otras no. La búsqueda del «Jesús histórico» básicamente es una búsqueda por el «Jesús verificable históricamente».
Regla de oro: nombre tradicional que se le dio a las palabras de Jesús en Mateo 7:12: «Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes».
Cuadro 4.4
Imágenes y títulos de Jesús en el Nuevo Testamento
Alfa y Omega | Ap. 21:6 |
Amigo | Jn. 15:13-15 |
Autor de la vida | Hch. 3:15 |
El buen pastor | Jn. 10:11 |
Cabeza del cuerpo | Col. 1:18 |
El camino | Jn. 14:6 |
Cordero de Dios | Jn. 1:29 |
Cristo (Mesías) | Mr. 8:29 |
Dios | Tit. 2:13 |
Emanuel | Mt. 1:23 |
Espíritu | Hch. 16:7 |
Estrella de la mañana
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