El orden de la existencia. David Martín Portillo
sabéis nada. La solución a vuestra tiranía es la guerra que está por llegar. Seréis legión, porque sois muchas, pero ya has visto cómo tu pelotón ha quedado reducido.
Tras pronunciar esas palabras, Anturia apagó la radio.
—Prometo no hacer nada para enfadarte —exclamó Aspen mirándola fijamente.
—Esté usted tranquilo, mientras no me traicione. Debemos proseguir y buscar alimentos guardados en ciertos puntos que tenemos marcados en el mapa, en la ruta de vuelta al lago Eibsee, donde está escondida una de nuestras bases temporales.
Se acercaba una ventisca; de hecho, la pareja iba a paso más lento, sin pararse, por si tras ellos hubiera la posibilidad de algo o alguien los amenazase.
Eva salió de su madriguera más tarde que ellos. Necesitaba recuperar algo más que la pareja por el principio de hipotermia que empezó a padecer antes de entrar. Al rato se resguardó entre las rocas y esperó un poco a que la ventisca amainara. Aprovechó esta parada para utilizar su radio.
—¡Al habla Eva, equipo Eco! ¡Contesten, cambio! ¿Equipo Eco, están ahí?
—¡Aquí Jazmín, cambio!
—¡Me dejaste sola! ¡Espero que tengas una muy buena explicación, cambio!
—Afrontaré mi castigo, pero ahora le mandaré apoyo, cambio.
—¡Ni se te ocurra! Bastantes han muerto ya. Espérame en El Descanso del Cerro. Cambio y cierro.
Esta Argentum tenía en su poder la radio de una de las Frías, que cogió de un cadáver cuando bajaba el día anterior. Tenía la frecuencia del grupo de Anturia y, cambiando la onda, se pudo comunicar con Eva.
La Argentum Jazmín llegó a la casa de piedra a mediodía. Fue recibida por la pequeña Gerbera, que la hizo pasar. Adelfa también la saludó. Acudió a las pantallas para averiguar dónde estaban y todas las que quedaban vivas, tanto si eran amigas como enemigas, diferenciándolas por puntos verdes y rojos; en este caso, solo se veía un punto verde, así que supuso que sería Eva. Ahora tocaba esperar.
No se entendía por qué no se había dejado ningún efectivo en esa casa cuartel para la comunicación de novedades y la orientación. Quizá no esperaban ese golpe tan fuerte a las escuadras de Médula.
Se despejaba el día. El viento iba desapareciendo y todo se hacía más visible. Aspen y Anturia llegaron al embalse Eibsee. Él se colocó el pasamontañas y se tapó la cabeza con la capucha de la chaqueta, pues a lo lejos divisaba a compañeras del campamento, que esperaban a la entrada para acompañarlos rápidamente y atenderlos. Una vez dentro, se presentaron ante Cerasifera, una jefa de esta nueva revolución (no sabemos por qué esta hembra tiene el nombre de una flor de Bach cuando suelen ser los hombres libres que se unen a las revueltas los que los llevan).
—¡Por El Cambio! —saluda Anturia firmemente y con respeto.
—Siento mucho la pérdida de tus compañeras. La misión ha sido un éxito. Ahora Médula cree que no nos ha dado tiempo a manipular las balizas, cuando en realidad trabajan en nuestro beneficio, sin hacer sospechar al régimen de Luz de Diamante.
La comparación menos compleja sería como ponerle un bucle de vídeo a una cámara que está monitorizando un vigilante para que no vea lo que está pasando en realidad.
—Al menos, le dejamos impreso a Médula que la República El Cambio, aunque sea desconocida para ella, pronto empezará a hacerle daño.
—Ahora descansad. Más tarde nos sentaremos y haremos los informes.
—Gracias, señora.
Un rato después, Eva llegó al hogar El Descanso del Cerro. Jazmín, que la estaba esperando a unos pasos de la puerta, vio el uniforme remendado y el aspecto de abatimiento de su superior.
—¡X por la unión! Señora, ¿necesita ayuda?
—¿Sabemos algo del grupo que nos atacó? —preguntó Eva rápidamente.
—Entremos y contestaré a todas sus preguntas.
Adelfa salió al encuentro de ambas e hizo gestos para que entraran. Viendo el estado en el que se encontraba Eva, intentó ayudarla cogiéndola del brazo y pasándoselo por encima de su cabeza para sujetarla. Sin embargo, Eva se sacudió para que no pudiera colocárselo y le dio las gracias diciéndole que no necesitaba ayuda.
—Ya lo he intentado yo —le susurró Jazmín a Adelfa.
—¿Qué te ha pasado? —preguntó Gerbera al verla entrar en la casa.
—Luego te lo cuento —contestó la Zafiro sonriendo.
Eva se sentó delante de la chimenea y Jazmín la puso al día, sin que la madre y la hija pudieran escuchar demasiado.
—Señora, fui en su busca, pero perdí su huella y, al verme sin comunicación, decidí volver aquí; sin embargo, durante el camino de vuelta encontré un comunicador para hablar con usted. El equipo que nos atacó, según mi investigación y la de Teufelsberg, se hace llamar las Frías y parece pertenece a una organización más grande: la República El Cambio.
Adelfa pudo escuchar algo. Entendió que Médula había recibido su primer golpe, y miró a Eva.
—Señora, no eran leyendas. Esa criatura existía y ha matado a casi todo mi equipo, pero ya podrán dormir tranquilas —aseguró Eva.
La Zafiro pensó que debería haber dejado a alguien, por si esa madre se comunicaba mientras estaban en la montaña, pero al no tener pruebas de su conspiración, no podía actuar contra ella.
Adelfa le dio las gracias, sin creerse que se encontrarían con una criatura y mucho menos que esta hubiera matado a tantos miembros de un equipo bien entrenado, porque no le habían dado esa información todavía. Eva ordenó a Jazmín que avisara de que trajeran personal para transportar todo el material de la casa y pilotar la Amphibius. Cuando las tropas de El Grito aparecieron en El Descanso del Cerro, Eva dejó colocados el micro y la cámara en la casa, y se marchó, no sin antes decirle a Adelfa:
—Presiento que nos volveremos a encontrar.
El primer combate entre El Cambio y la organización Médula, manipulada por Luz de Diamante, se había saldado con la pérdida de dos integrantes de las Frías y la aniquilación casi completa del pelotón de la Zafiro Eva.
Capítulo 2
INQUISICIÓN FRUSTRADA
Las cuatro Diamantes (Europa, América, Asia y África) habían decidido reunirse para dirigir la ofensiva ante otros posibles ataques o sabotajes. Luz de Diamante se había reunido con Médula. La decisión que tomaron fue hacer una visita a cada continente, con el fin repartir el trabajo. Esta se encargaría de Oceanía.
Hace un año, cuando Elel vio morir inexplicablemente a su tío y a los hombres de su alrededor, sintió un pánico tremendo. Pensó en cuándo le llegaría su turno. Comparó analíticas, pero lo único que descubrió fue una insuficiencia cardiaca. Sabía que no era de la antigua radiación ni de las sustancias químicas que podía haber en el ambiente, así que le pidió al grupo de la base Scott en la Antártida que trajeran el cuerpo de un hombre que murió por congelación, sin saber si había fallecido por esa plaga.
Ídem ayudó a su hermano y cuando descongelaron el cadáver, se dieron cuenta de que había movimientos de microorganismos. Aunque el virus trabajaba, el huésped estaba muerto. No le había dado tiempo a la absorción. Buscaba el par 23-XY. La enfermedad que pensaba la gente era en realidad un ataque a la humanidad y a la naturalidad del mundo. Hasta donde se sabía, habían quedado dos varones en Wellington (Oceanía) y otros dos en la base Scott (Antártida).
8 de marzo de 3011. Día Nacional de la Mujer. Wellington (Nueva Zelanda). Sótanos de la antigua Universidad Wãnanga.
—Leyendo algunas indicaciones de nuestro tío, descubrí