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De viento y huesos. Charlie Jiménez
—Esto… —dijo Kovak para llamar la atención—. Álex, yo también me alegro de verte, majo.
—Perdona, Kovak —se disculpó, luego le dio un abrazo—. Uno no se topa todos los días con una leyenda.
—Tampoco nos pasemos —se quejó Kovak con cierta desazón.
Los cuatro empezaron a beber y conocerse. Justo en ese orden. Todos rondaban los veintitrés años. Kovak aprovechaba cualquier excusa para contarle a sus amigos las experiencias que habían vivido Mario y él cuando eran pequeños. A medida que entraba el alcohol salían las historias. Icíar participaba en todas las conversaciones con efusión. Álex se mostraba distraído, pero pendiente de su novia. Mario detectó que era un tipo celoso, pero no había nada que reprocharle, ya que él también lo era, o por lo menos, eso creía él. Mientras discutían acaloradamente sobre si un tipo con greñas se le había acercado a Icíar para coquetear con ella o no, sonó una de las canciones más sonadas en cualquier garito heavy. Se trataba de Wellcome to the Jungle de «Guns N´ Roses». En ese instante todo el mundo se puso como loco y empezaron a ovacionar al DJ. Olvidaron por un momento sus asuntos y se unieron a la moción. Compartieron saltos, pisotones, empujones y vodka. Esa canción sirvió para unir al grupo mientras el alcohol fluía por sus venas y comenzaba a producir su efecto.
Al cabo de un buen rato, y tras escuchar canción tras canción, Icíar y Álex comenzaron a discutir por una estupidez. Estaba claro que parte de la culpa la tenía el alcohol que ambos habían ingerido, pero el detonante final fue el abordaje de un chico con melena y vestimenta gótica hacia Icíar —el mismo que momentos antes le había estado rondando—. Esta, al principio pareció darle coba, cosa que a Álex no le hizo ninguna gracia. Tardó una fracción de segundo en acercarse al metalero y pegarle un empujón. La cosa no se complicó demasiado, pero Icíar se sometió a un profundo ofuscamiento del que no quería salir. Álex no lo llegaba a entender, ¿por qué se molestaba con él y no con el baboso que le había estado acosando? ¿Qué pretendía Icíar? La cogió del brazo y se la llevó fuera del local para hablar de ello. Mario y Kovak contemplaron atónitos la escena.
—¿Esto es normal? —preguntó Mario un tanto preocupado.
—Demasiado —contestó Kovak quitándole importancia al asunto—. Están todo el día igual.
—Y si están siempre igual, ¿por qué no le ponen remedio?
—Porque Álex está completamente enamorado de Icíar.
—¿Y ella de él? —le preguntó Mario directamente, sin titubeos.
—Sabes que nunca se me han dado muy bien este tipo de respuestas, así que me abstengo de contestar.
Kovak prefirió no mojarse. Si algo había aprendido Mario con el tiempo, es que su amigo era parco al hablar de sentimientos.
Mario se pidió la última copa y salió a tomar el aire. Fuera vio a Álex, sentado en un banco de piedra fumándose un cigarro. Se preguntó si sería un buen momento para hablar con él. No veía a Icíar por ningún lado. Tenía que averiguarlo, solía preocuparse por cosas que escapaban a su comprensión, así que decidió arriesgarse.
—No sabía que fumabas —dijo Mario abordando a su reciente nuevo amigo.
—¿Quieres? —le ofreció Álex.
—No, gracias, no fumo.
—Haces bien. El tabaco es una mierda —Álex hablaba con cierto agotamiento.
—¿Y por qué no lo dejas?
—Bueno, de algo hay que morir, ¿no?
—Esa era precisamente la respuesta que esperaba. —Mario le sonrió y consiguió que Álex también lo hiciera —. ¿Qué ha sido de Icíar?
—Se ha largado. Mucho mejor, no estoy para aguantar tonterías esta noche.
Mario le ofreció un trago de Pitufo. Tras una pequeña pausa, continuó:
—¿Una gran bronca? —le preguntó.
—Algo así, como casi todos los días. —Álex le pegó otro trago al cubata y luego se lo devolvió a Mario—. Te juro que no la entiendo. Icíar es una chica genial, pero su forma de ser a veces le delata. Me jode que se vaya pavoneando delante del primer tío que se le cruza por delante. Estoy cansado de que no quiera ver que eso no me gusta.
—Lo entiendo. A mí tampoco me parecería correcto.
—¿Verdad? —preguntó Álex acogiendo su aprobación—. No sé qué hacer, porque siempre estamos discutiendo por tonterías. Ya no sé qué pensar.
—Aun así, ella tiene todo el derecho del mundo a hacer lo que le plazca. No por el hecho de que sea mujer se debe privar de ser quien es.
Álex le observó con el ceño fruncido. No estaba muy seguro de haberle entendido. ¿Lo estaba apoyando o se estaba contradiciendo?
—¿La quieres? —preguntó Mario de súbito. Ni él mismo se lo esperaba.
—¿Cómo dices?
—Que si la quieres.
—¡Sí! —contestó inmediatamente, algo desubicado.
—Vaya, has contestado rápido —asintió Mario—. Eso es porque es verdad. Lo normal es que hubieras tardado en responder. En ese caso significaría que tendrías dudas de lo que sientes por ella. Pero tu respuesta ha sido sincera y directa.
—¿Esto qué es? ¿Una escena de Titanic? —preguntó Álex algo disgustado.
—No, porque tú no eres Rose —contestó Mario intentado suavizar el ambiente.
—Ni tú Jack —contraatacó Álex algo brusco.
Cuando una persona muestra genio ante otra persona que intenta animarle es por pura necesidad. Mario no fue muy oportuno con sus comentarios, pero rompió una barrera que muy pronto le traería consecuencias. Preocuparse por un extraño no estaba en sus planes, pero Álex no era cualquier extraño. Esa persona estaba ahí sufriendo en silencio, y Mario había conseguido sonsacarle más información en cinco minutos que Kovak en todos esos meses en clases de interpretación. Álex estaba perdido, y pedía ayuda a gritos, solo que nadie más lo veía. Mario se podría haber marchado en cualquier momento, después de todo se le daba bien analizar las razones por las que una persona actuaba con prepotencia. Su nueva amistad no denotaba esos mismos aires, así que decidió darle la vuelta a la situación y otorgarle el beneficio a la duda.
—Perdona —se disculpó Mario—, no es que ponga en duda tus sentimientos, nos acabamos de conocer y no quiero que te lleves una mala impresión de mí, es solo que no creo en el amor verdadero. Por eso me ha impactado tu respuesta.
—¡Claro que la quiero! —explayó—. Es el amor de mi vida.
—¿Te ves con ella formando una familia a largo plazo? —Mario continuó con su interrogatorio intimidatorio.
—Sí —afirmó sonriendo—. Es decir, no es que me vea casado con ella y con hijos. No me gustan los niños, pero sí me veo viviendo con ella, levantándome todos los días a su lado… Ver su rostro todas las mañanas…
—Te creo —mintió Mario.
—¿Qué podría hacer para…?
—Hazle saber que siempre estarás para ella —le cortó su amigo—. Compréndela, entiéndela. Ella es así, y las personas no cambian. Lo que cambia es el camino. No siempre es igual y puede que de vez en cuando te topes con alguna intersección, pero al final vuelves a elegir otro camino. Cuanto antes entiendas estas palabras, antes dejarás de sufrir. Si de verdad estáis enamorados, ella empezará a hacer lo mismo y llegaréis a respetaros. Podréis empezar a pensar como si fuerais uno solo. El amor es cosa de dos. Dos personas no se entienden si una de ellas no quiere. Icíar es una chica de mente abierta, es la impresión que me ha dado.