De viento y huesos. Charlie Jiménez

De viento y huesos - Charlie Jiménez


Скачать книгу
Sin embargo, Álex nunca movió un dedo por recuperarlo. ¿Por qué no admitía de una vez que solía dejarlo todo a medias?

      Temblaba de terror. No quería perderlo. Desde ese momento supo que tenía que hacer todo lo posible para que Mario volviera… y recuperarlo. Las cosas con su novia Carlota no estaban muy bien, pero desgraciadamente tendrían que esperar. Mario era su total prioridad.

      Le cogió la mano y la apretó con fuerza. Sintió su tenue calor, algo que, reconocía, echaba de menos. Por desgracia, Mario no la apretaba. Estaba sumido en un sueño permanente, y nadie podía tantear con las consecuencias de sus sueños. Quiso transmitirle toda su energía. Observó su rostro, y vio que ya no era el mismo. Pero en el fondo, seguía palpitando un corazón. Aquellos latidos le reconfortaban como nunca. Los había escuchado tiempo atrás, cuando todo era más complicado, si cabe. Tenían un sonido particular, como mecido por el viento. No lograba descubrir el porqué de aquel sentimiento. Solo lo sentía cuando estaba cerca de él. Es como si siempre lo oyera, a través del tiempo y la distancia. Mario había sido la razón por la que seguía vivo. ¿De verdad se había pasado tres años sin dirigirle la palabra? ¿Cómo había podido? Claro… Hacer memoria trae consecuencias. Pensamos que las personas estarán siempre a nuestro lado, pero cuando menos te lo esperas, la realidad te abofetea la cara. Quizá fuera el momento de dejar las diferencias de lado. Sin ir más lejos, nadie puede presumir de ser perfecto.

      —Hola, Mario —dijo con voz quebrada, mientras se le humedecían los ojos—. Volvemos a vernos, ¿eh? Aunque no de la manera que esperaba. He tardado en volver, pero esta vez, no pienso apartarme de tu lado. Hemos vivido muchas cosas juntos como para olvidarlas a la fuerza.

      Tragó saliva, emocionado, mientras se le escapaba alguna que otra lágrima. Quiso contenerlas, pero no pudo, era superior a él. El hecho de haber compartido tantas emociones a su lado bombeaba con fuerza en su interior.

      —¿Qué se supone que va a pasar ahora? —le preguntó sin obtener respuesta—. ¿Cómo debo encajar este golpe? Otro palo más que me llevo. Debí haberte escuchado cuando todavía no era demasiado tarde. No podré perdonarme el hecho de haberte ignorado. Mario… no te mueras, por favor te lo pido. Siempre has sido único para mí. Me has apoyado y has creído en mí desde el primer día que nos conocimos. Si no hubiera sido por ti… yo… vaya. La cantidad de veces que he pensado en que acabaría muerto y mira ahora. Parece que se han girado las tornas. Debes pensar que estoy loco por hablarle a una persona que no me puede contestar. Pero ya sabes, quizás yo tampoco sea de las personas que siguen las reglas. Siempre me has dicho eso. —Rio, natural—. De hecho, recuerdo perfectamente el momento en el que me lo dijiste. Fue el mismo día que nos conocimos. ¿Te acuerdas?

      PASADO

      Estaban un poco cansados de acudir todos los fines de semana a locales donde predominaba el heavy metal. Especialmente Mario, que detestaba esa música —aunque luego se sorprendía escuchando a Metalica y AC/DC—, no obstante, Kovak disfrutaba de esos grupos. Aquella vez, Mario accedió por un motivo: esa noche tocaba un gran amigo de Kovak. Iba con él a clases de interpretación y desde el primer momento hicieron buenas migas. Le había hablado tanto de él que tenía ganas de que ambos se conocieran. Kovak siempre hacía hincapié en que los dos tenían ciertas similitudes. Ambos solían ser risueños, aunque Mario lo exteriorizaba y Álex lo interiorizaba. Quizá por eso Kovak le insistía en que se tenían que conocer. Cuando Mario finalmente accedió, su amigo empezó a dar saltos de alegría. Nunca había visto a Kovak así. Ahora estaban ahí, frente a la entrada del garito.

      Era una noche despejada de otoño, cuando ya empezaban a soplar vientos fríos. Lo justo para llevar manga larga. Dentro estaba Álex a las cuerdas de la guitarra de su grupo «Black Petals», y esa noche tocaban en directo.

      El barullo de la gente les llegó bajando las escaleras que les conducía al interior. Kovak comenzó a quejarse del pestazo proveniente de los baños y Mario no tardó en recriminarle que dejara de quejarse, ya que estaba cansado de escuchar siempre la misma retahíla. Es como si fuera tradición hablar sobre el tema cada vez que pasaban por delante, destinado a repetirse una y otra vez como en la película Atrapado en el tiempo con el Día de la Marmota. Fueron sorteando algunos metaleros hasta llegar a la barra donde les esperaba Icíar, la primera novia formal de Álex. Black Petals ya había comenzado su repertorio. La chica alzó la mano para que a los dos amigos les fuera más fácil localizar su posición. Icíar, una chica de mente abierta, ágil, de espíritu hippie y ataviada con pulseras, collares y piercings en ombligo, labio y orejas. Poseía un carácter maduro, como si llevara años recorriéndose el mundo, pero se presentía algo alocada o extravagante. Portaba algunas rastas en su larga cabellera castaña y eso le confería cierta personalidad pizpireta. Sobre todo, destacaba como pieza original en una noche donde predominaba el gris y el negro.

      —¡Llegáis tarde! —gritó Icíar dibujando una sonrisa.

      —Lo sentimos, no encontrábamos aparcamiento —se disculpó Kovak.

      —Esta zona es un desastre para aparcar, por eso hay que salir antes, Kovak. —Icíar agitó un dedo.

      —En eso no te quito razón. Y mira que Mario ha pasado a recogerme puntual, pero bueno, ya me conoces, soy un desastre con la puntualidad.

      —¿Él es Mario? —preguntó observando a su acompañante.

      Kovak los presentó sin muchas formalidades. En definidas cuentas, era una noche de concierto, y allí todo el mundo se saludaba. Muchos otros se tomaban ciertas confianzas.

      —Encantado —dijo Mario.

      —Lo mismo digo. Vaya, eres más guapo de lo que imaginaba —se sinceró Icíar. No era coqueteo. Era su opinión—. ¿Sabes que Kovak no para de hablar de ti?

      —Gracias por el cumplido —no era habitual en él, pero Mario se puso algo rojo. Por suerte, la luz del garito lo disimuló bastante bien—, y sí, Kovak puede llegar a ser tremendamente pesado. Es lo que tiene haber crecido con una persona, que lo llegas a conocer tan bien que ya no te sorprende.

      Estuvieron hablando brevemente sobre los talentos ocultos de Kovak para luego acercarse al escenario. Mario y Kovak se pidieron un Pitufo, una bebida azulada a base de licor de manzana y vodka. Tuvieron que abrirse camino entre saltos, empujones y derrames de cerveza para colarse en primera fila, pero al final mereció la pena. Kovak gesticuló con la cabeza, indicándole a su amigo quién era Álex. Lo primero que le llamó la atención a Mario fue su particular vestimenta. Como no podía ser de otra manera, llevaba un atuendo negro como el resto de los componentes del grupo. Una gorra gris hacia atrás y una cadena que le colgaba desde la parte delantera del bolsillo hasta la trasera. Mario observó detenidamente su rostro y detectó cierta familiaridad en él. Pómulos firmes, facciones marcadas, pelo largo oscuro, ojos claros y una perfilada perilla que le hizo recordar a uno de los grandes novelistas y poetas de la geografía hispana: Miguel de Cervantes.

      Kovak intentaba bailar al son de la música, pero no era muy ducho en ese arte. Una de las razones por las que prefería estar detrás de las cámaras. Las clases de interpretación eran provisionales, pero nadie nace director si no conoce el talento de un actor. Además, intentar bailar heavy metal es como intentar pintar con el codo, se puede intentar, pero el resultado sería espantoso. No obstante, Icíar lo estaba dando todo. Tenía un salto tan ligero como su peso, y por lo visto, no padecía problemas de garganta, ya que gritaba a su novio a pleno pulmón. Álex desde el escenario se dio por aludido y le guiñó un ojo, después secundó un saludo a Kovak y le dedicó una mirada singular a su acompañante. Mario no tuvo más que reconocer lo obvio: era encantador. ¿Se trataría de una seria competencia a la hora de ligar? Mario no solía tener problemas, pero el nuevo candidato había entrado en filas y su atractivo se lo pondría difícil.

      Segunda copa en mano, y ya finalizado el concierto, Kovak y Mario se retiraron a comentar el concierto. Mario le dio una palmada en el hombro y se pidieron otra copa para compartir. Al rato aparecieron Icíar y Álex, pero esta vez sin gorra y sin guitarra. Álex observó a Mario antes de saludar a Kovak.

      —Tú debes de ser


Скачать книгу