Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Carlos Medina Gallego
definitorias de esta guerra civil que es común a todas la guerras civiles se encuentra la escisión parcial y temporal de la soberanía, el ejercicio de la violencia de la guerra civil en las zonas rurales (principalmente), las prácticas de genocidio y limpieza política y social que se fijan como propósito de la violencia, el exterminio físico de un grupo social o político –y étnico incluso– antes que el sometimiento de este a una autoridad política, o el acto de expulsar, a propósito y de forma permanente, a ciertos grupos de población mediante la “limpieza política” que conduce a la homogeneización de las identidades ideológicas y políticas, así como la “limpieza social” que conduce a procesos de concentración de riqueza y acumulación económica de un nuevo orden mediante la amenaza, la creación de miedo colectivo, la masacre, el genocidio y el desplazamiento forzado que dan origen a un modelo de economías criminales de despojo. Además, un escenario de disputa que tiene que ver con la población y los apoyos que los actores armados puedan recibir de ella.
Así, a diferencia de la guerra convencional, la guerra civil involucra no solo a los actores armados, sino también a los civiles. El apoyo de la población civil llega a ser un componente fundamental del conflicto y se define en el curso de este en respuesta a la dinámica tanto de la guerra como de la violencia. Las opiniones políticas de la población estarían en extremo condicionadas al poder desplegado en torno suyo y a la lucha por la supervivencia. En la medida en que la guerra civil irregular se desarrolla, la violencia sobre la población se incrementa. Tanto el Estado como la insurgencia y las fuerzas paramilitares apelan a la violencia para hacerse al apoyo de la población civil. En la guerra civil irregular la disputa por el apoyo de la población puede asumir la forma de una guerra contra la población4.
Una quinta afirmación consiste en aceptar que en los últimos años se ha consolidado una percepción pública según la cual la escala de los enfrentamientos, en términos de capacidad de fuego, control de territorio, poblaciones y grado de organización de las múltiples fuerzas irregulares, enfrentadas entre sí y con el Estado, ha entrado en una nueva fase: tiempo, espacio y contenido de la guerra se han trastocado. La dinámica actual de la guerra plantea problemas de soberanía para Colombia y los vecinos. Una soberanía que se considera extremadamente frágil, vista desde la posición colombiana, en tanto está atravesada por el terrorismo, las drogas y el derecho humanitario, frente a los cuales las fronteras entre lo interno y lo externo, según los parámetros contemporáneos de la comunidad internacional, son esencialmente difusos (Sánchez, 2003).
La “guerra” colombiana como superposición de guerras
Como se ha visto, la “guerra” que se desarrolla actualmente en Colombia es compleja y difícil de definir. Se encuentra unida a tradiciones de lucha política e ideológica, así como a nuevas realidades económicas y de mercado que la modifican y la han “enrarecido”5. Es una guerra en la que se conjugan las características de una guerra civil con los fundamentos de las guerras irregulares y las prácticas del terrorismo, en un contexto histórico que se modifica de forma permanente.
Una guerra que se mueve entre las motivaciones políticas, económicas y sociales, en espacios en los que se confunden lo legal, lo ilegal, lo legítimo y la delincuencia. Una guerra que se libra en el interior de una espiral de criminalización creciente, deshumanización marcada, desarraigo acentuado y dinámicos procesos de acumulación y desarrollo económico en una sociedad guiada por un Estado social de derecho y un régimen democrático, cualquiera que sea el calificativo que quiera dársele.
Una guerra que compromete cada vez más actores e intereses internacionales y se circunscribe a dinámicas globales que la sitúan en su propia resignificación; que se territorializa y desterritorializa6 permanentemente, erosiona el fundamentos del proyecto de nación, el Estado y el ejercicio de la soberanía; una guerra que ha fragmentado por épocas el territorio y se desarrolla desde lógicas regionales y culturales específicas como proyecto revolucionario o como empresa económica legal o ilegal. Dada la complejidad de esta guerra o situación de guerra, resulta pertinente y necesario tratar de caracterizarla, o al menos inventariar el conjunto de componentes que pueden ayudar a su entendimiento y recogen o se adhieren a lo enunciado.
Una aproximación a la noción de conflicto armado7
El conflicto armado en este trabajo se entiende como el conjunto de circunstancias y acciones mediante las cuales se contrastan y confrontan en una sociedad las distintas concepciones de la vida, el ser humano, la sociedad y la cultura, por medio del uso de la violencia y el ejercicio de la guerra, con el propósito de sostener o transformar un orden social y político determinado. Desde esta perspectiva, el conflicto armado sostiene el carácter político que le otorga la legitimidad que, a su vez, posibilita a sus actores a acceder al estatus político o de beligerancia, según el desarrollo del conflicto y el grado de reconocimiento y poder alcanzado por el actor insurgente.
Este noción comprende actores, imaginarios, culturas, territorios, modelos de confrontación, sistemas de organización social, economías de guerra, tradiciones históricas, estructuras de organización de grupos armados y ejércitos, relaciones de autoridad, mando y obediencia, zonas de dominio, influencia y confrontación, modelos de seguridad, legislación nacional e internacional, presupuestos estatales y apoyos internacionales, alianzas y sistemas de mediación, así como nuevos procesos de tenencia, producción y acumulación unidos a prácticas de criminalidad creciente, terrorismo estatal y armado, homogeneización, desarraigo y privatización creciente de la fuerza, entre una variedad de procesos y apoyos que se definen de manera progresiva en las dinámicas de la confrontación y hacen así de esta guerra un fenómeno complejo y particular para nuestra realidad histórica.
Bajo esta óptica, el conflicto armado en cuanto “guerra” se define como una superposición (entrecruzamiento) de guerras, en las cuales las dinámicas de la confrontación y las características de las fuerzas se definen desde las especificidades, las posibilidades y los intereses de cada grupo.
Es una guerra del Estado contra la insurgencia, el paramilitarismo, el narcotráfico y la delincuencia común organizada que la abastece, la cual se desarrolla desde los fundamentos de la seguridad nacional, los conflictos de baja intensidad y la lucha contra el terrorismo. Es una guerra del Estado contra la población en las áreas de conflicto, contra sus formas de organización y cohesión societal.
Es una guerra del paramilitarismo contra la insurgencia, el paramilitarismo “desobediente” y, cuando es imposible de evitar, contra el Estado. Una guerra en la que se encuentran inmersas las lógicas de poder del narcotráfico y sus respectivas mafias (de la cual hace parte y se beneficia el paramilitarismo); financiada y desarrollada por propietarios, ganaderos, comerciantes, agricultores y empresarios dirigida a favorecer sus economías y aumentar sus procesos de acumulación; una guerra contra la población y sus formas de organización social, económica y política.
Es una guerra de la insurgencia contra el Estado, los grupos paramilitares, las mafias de la droga y la ocasional guerra entre guerrillas por áreas de influencia y territorios. Una guerra orientada a derrotar el Estado e imponer un modelo de sociedad y Estado distinto que se compromete con el desarrollo de esta, los intereses y las economías de distintos sectores sociales y, en general, de la población.
Es una guerra entre milicias, pandillas, grupos de justicia privada y sicarios que se desarrolla en las zonas urbanas y suburbanas de las grandes y pequeñas ciudades. Guerra que reproduce las lógicas de confrontación y las enemistades de las otras guerras en los espacios urbanos.
Es una guerra de la empresa del narcotráfico y sus mafias contra el Estado y la insurgencia, envuelta por las dinámicas de las cadenas productivas de la droga y las lógicas de sus conflictos de intereses que comprometen el territorio nacional en la órbita de los conflictos internacionales. Una guerra que se da en el marco del desarrollo de un tipo de capitalismo criminal que modifica las relaciones de tenencia y propiedad rural, atraviesa distintos sectores de la economía y genera procesos