Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Carlos Medina Gallego

Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común - Carlos Medina Gallego


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está dada por la confrontación partidaria e ideológica que a lo largo de la historia republicana definió la forma violenta de resolver las diferencias en torno al acceso y la administración del poder del Estado. El componente económico lo define la concentración de la riqueza en pocas manos, la poca redistribución de la producción social, la tenencia, el uso y la propiedad de la tierra que define el alto nivel de concentración de esta en pocas manos –y que es la razón estructural de los conflictos social y políticos–, pero, sobre todo, un modelo económico que genera exclusión, pobreza y marginalidad extrema.

      En el contexto de esa compleja conflictividad surge la violencia como un mecanismo regulador de las contradicciones sociales y políticas, así como el conflicto armado en cuanto modelo de resistencia frente a la violencia institucional. Los ciclos de violencia han sido el mecanismo modernizador utilizado por las estructuras sociales y políticas para dinamizar los obligados cambios que requiere el país en el marco del modelo económico imperante. Estos fenómenos han generado problemas estructurales que se encuentran unidos a varios factores: desigualdad social y pobreza generalizada, fragilidad de las estructuras democráticas e institucionales, resistencia social y política de la población, delincuencia y crimen organizado, explotación transnacional de los recursos estratégicos del país e injerencia norteamericana en los asuntos de seguridad y defensa.

      Sobre la base de esa multidimensionalidad y multicausalidad del conflicto se configuró la forma particular de confrontación violenta que adquirió el conflicto armado, así como una particular y compleja forma de “guerra” y modalidad de “guerra” que, en razón a la diversidad de intereses, propósitos y actores cruzados no resulta fácil de caracterizar.

      Sobre la naturaleza de la “guerra” en Colombia

      Colombia es un país cuya historia se ha construido sobre el ejercicio de la violencia y el desarrollo de un encadenamiento de guerras que se transforman en el tiempo, a la vez que transforman las relaciones que las determinan. De las guerras prehispánicas a las de conquista, de estas a los levantamientos coloniales, de estos a las guerras de independencia y luego a las guerras civiles del siglo xix que le abrirán paso a las luchas sociales de indígenas, artesanos, campesinos y obreros durante las tres primeras décadas del XX, para luego hundirse de nuevo en ese periodo de la historia que se conoce como La Violencia, el cual ha de terminar con el inicio de una nueva guerra ideológica y política en la modalidad de guerra insurreccional, irregular o guerra popular prolongada, desde la caracterización que hacen sus actores armados para, finalmente, a comienzos del siglo XXI, en la perspectiva de los cambios globales y sus correspondientes confrontaciones, resistencias y amenazas, localizar nuestros conflictos en la lucha contra el terrorismo. En suma, si existe alguna problemática que haya atravesado la historia de Colombia en sus distintas épocas, esa la de la violencia y la guerra.

      Pese a la dificultad que se encuentra en el propósito de ubicar en un concepto particular de guerra el conflicto armado colombiano y a la tendencia que se maneja en los últimos tiempos de ubicarlo como una “guerra sin nombre”2, es necesario flexibilizar las categorías convencionales y construir unas nuevas que permitan caracterizarlo desde los elementos que le son propios3. Cabe recoger en este texto algunas de las afirmaciones que se encuentran al respecto, en un intento por establecer los componentes de una posible noción preliminar.

      Una primera afirmación que es necesario mantener presente señala cómo la caracterización de cualquier conflicto en el mundo de hoy tiene de inmediato connotaciones políticas, militares y jurídicas tanto en el ámbito interno como en el internacional (Pizarro Leongoméz, 2004), de manera que desde allí se definen no solo las políticas públicas en materia de seguridad, sino también las formas de participación o intervención de la comunidad internacional, razón suficiente para ser cuidadoso en las implicaciones que tiene su caracterización.

      Una segunda afirmación propone que el conflicto colombiano se ha transformado en los últimos cincuenta años como consecuencia lógica de su crecimiento, expansión y complejidad, manifiesta en la confluencia de nuevos actores e intereses, nuevos escenarios y nuevas circunstancias históricas que le han definido una lógica y una movilidad de nuevo orden, conforme a los cambios que se han operado en el país y en el mundo global. En esta reflexión se reconocen dos momentos distintos en la caracterización del conflicto en las últimas cuatro décadas, determinados por su percepción en relación con su origen y evolución posterior. El primer momento se define por las lógicas de la Guerra Fría y la bipolaridad, las cuales dieron origen a las luchas anticoloniales y de liberación nacional y social. Bajo estas lógicas la guerra adquirió la forma de guerra revolucionaria en la modalidad de guerra insurreccional, guerra de guerrillas y guerra popular prolongada, así como se desarrollaron las estrategias contrainsurgentes de la Doctrina de la Seguridad Nacional y de los conflictos de baja intensidad. El segundo se define por la caracterización de los conflictos en el desarrollo de la posguerra fría, la unipolaridad y el mundo globalizado, por el cual los conflictos se perciben como nuevas guerras, lucha contra el narcotráfico y el terrorismo.

      Una tercera afirmación tiene que ver con el carácter irregular de la guerra. Esta se ha transformado de manera sustancial, pues ya no es esa modalidad de guerra desarrollada por grupos mal armados y mal vestidos, dirigidos por soldados aficionados que con alguna frecuencia alcanzaban éxito frente a fuerzas superiores dirigidas por profesionales; ahora se desarrolla como una “guerra de verdad”, con fuerzas bien armadas, vestidas, alimentadas y entrenadas de forma adecuada (Von der Heydte, 1987), las cuales se mueven entre la guerra de guerrillas y las estrategias de guerra convencional, o incluso se reinventan la guerra a partir del uso táctico y estratégico de sus componentes básicos. En una caracterización específica de la guerra irregular y de sus motivaciones políticas es necesario afirmar que esta se presenta como una guerra civil en la que grupos insurrectos luchan por el poder dentro de la misma nación. La guerra irregular no es una guerra revolucionaria per se, puede ser una guerra de resistencia, de liberación nacional o una guerra contrarrevolucionaria y paramilitar.

      Una cuarta afirmación consiste en señalar que, en el caso colombiano, se trata de un conflicto armado interno, internacionalizado, irregular, prolongado y con raíces históricas de índole ideológica. Atraviesa una etapa de metamorfosis de los propios actores internos cuyas modalidades de acción incorporan día a día más actos terroristas y una subordinación creciente de recursos provenientes del tráfico de drogas ilícitas, lo cual se hace evidente en el escenario internacional en el que se desenvuelve (Pizarro Leongoméz, 2004). Además, pese a estas características que nos sitúan frente a una modalidad de “guerra civil no convencional”, la especificidad del conflicto colombiano es que los actores la consideran aún una guerra civil irregular (Sánchez, 2003), en la forma de guerra de resistencia.

      Ahora bien, es necesario asumir acá una posición “distinta” en torno a la noción de guerra civil que supera la caracterización que se hace de esta modalidad de guerra según el número de muertos o el tamaño y la proporción de los ejércitos confrontados, la intensidad y las modalidades de combate, al dejar de lado la definición en el escenario de lo militar y sustraerla del carácter político y de la dinámica social en la que se legitima esta modalidad de guerra como tal. La “guerra civil”, así, entre comillas, no es solo militar; compromete a actores sociales, económicos y políticos que participan desde distintos escenarios de confrontación con una idea clara de la “situación de guerra” y compromiso específico en su confrontación y superación. La base social y política de la guerra civil es mucho más amplia que la base militar, el escenario de la guerra va más allá del simple teatro militar de operaciones. El discurso de la guerra copa todos los espacios, no solo el que construye la opinión pública, sino también el que define la normatividad y decide la política pública. Existe una economía de guerra y un control territorial efectivo y supuesto, atravesado por el miedo y las prácticas de terror, y existe, además, un contexto internacional de intereses en el que se produce.

      Ahora bien, las guerras civiles contemporáneas se libran, principalmente, como guerras irregulares. De esta manera, se crea un nexo estrecho entre la guerra civil y la confrontación bélica irregular, por el cual es necesario


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