Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Carlos Medina Gallego
contra el Gobierno y las costumbres políticas de los partidos tradicionales envueltas en prácticas de clientelismo, corrupción e impunidad:
Los repulsivos olores que aún emanan del publicitado proceso 8.000 –verdadero tejido de las relaciones políticas del poder– son tan solo otra manifestación más de las costumbres políticas que los jefes liberales y conservadores le han impuesto al país. Así ha sido siempre, es su manejo normal y su forma de gobernar, tan solo que en esta ocasión una pelea de comadres, la avaricia del imperialismo gringo porque los dólares del narcotráfico regresen a su corral y el interés electorero de los partidos políticos yanquis, destaparon buena parte de esa olla podrida que es “la clase dirigente de nuestro país”. Todos sus componentes, presidente, ministros, directivas de partidos políticos, comisiones éticas, parlamento, jueces, notarios, procurador, contralor, gobernadores, alcaldes, generales, coroneles, servicios de inteligencia, banqueros, periódicos, magistrados del Consejo Nacional Electoral e integrantes del notablato nacional quedaron desnudos ante la opinión del país. Se sabe que la inmoralidad ha sido su norma, el cinismo su ética y el bolsillo propio su objetivo fundamental.
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Han tenido la desvergüenza de convivir y enriquecerse del narcotráfico durante largos años estimulando la invasión de los narcodineros en todos los resquicios de la sociedad colombiana, aunque, ante tamañas evidencias, inventen distancias con él, señalando a otros como responsables de tan impúdica corrupción. (Noviembre de 1997)
La política neoliberal del Gobierno constituye, de igual forma, un escenario de crítica que el Manifiesto bolivariano no deja de abordar, no solo como la expresión del capitalismo salvaje, sino también como la más clara estrategia erosiva de los valores fundamentales de la condición humana:
La política neoliberal del sálvese quien pueda y su inmoralidad, no solo incrementaron la explotación sobre los trabajadores del campo y la ciudad y sobre los sectores medios de la población, sino que también fracturaron los valores más importantes y caros de los colombianos: nuestro sentimiento de nación independiente, la honestidad, la solidaridad, la dignidad, la vida, la sensibilidad social, el respeto por sus semejantes, la unidad familiar, el orgullo por las tradiciones populares y el valor por la palabra empeñada. Su promesa de redistribución del ingreso ha tomado forma única en el soborno y la mordida. Pretenden resumir todos nuestros valores en su sublime principio: todo hombre tiene su precio convirtiendo al sapo en insignia nacional, otorgando empleos, contratos y dineros a cambio de votos, entregando recursos oficiales a los necesitados pero aplastando sus principios, trasmutando el dólar en el supremo dios de los colombianos ante el cual todos debemos someter nuestra moral, ilusiones y conducta. […] Hicieron de la indignante y desvergonzada entrega de nuestra soberanía nacional y del arrodillamiento frente a los Estados Unidos, la forma natural de existencia del país. (Noviembre de 1997)
Desde esta perspectiva, por medio del Manifiesto bolivariano las Farc-EP reclaman la lucha de todos los sectores sociales por la independencia y soberanía del Estado y la nación colombiana:
Colombia necesita volver a levantar con fuerza las banderas de su soberanía y defensa de su territorio. Nuestro derecho a ser respetados como nación independiente, a exigir absoluta libertad en la solución de nuestras diferencias internas, a desarrollar estrategias tecnológicas que nos liberen de la dependencia, a independizar nuestro comercio internacional, a reivindicar nuestros valores culturales e idiosincrasia y al pleno respeto de nuestros recursos naturales. (Noviembre de 1997)
El imaginario bolivariano de la unidad y la integración latinoamerica-na fluye en el manifiesto como una reivindicación histórica heredada del Libertador, unida a la necesidad de la ciencia y la técnica para el desarrollo:
Avanzar en la lucha por la unidad de los pueblos latinoamericanos, en el espíritu bolivariano, contra sus enemigos comunes. Debemos asimilar los avances tecnológicos de la sociedad moderna para asegurar el desarrollo nacional, pero sobre políticas muy definidas que impidan los atropellos y garanticen un futuro de prosperidad cierto, pero nuestro. (Noviembre de 1997)
Los recursos naturales, como patrimonio nacional, constituyen en el Manifiesto bolivariano la base esencial de la construcción del bienestar de todos los sectores sociales y de las distintas comunidades étnicas y culturales. Este patrimonio no se puede destinar a la guerra en un país lleno de necesidades y urgencias:
Utilizar las nuevas e ingentes riquezas petroleras no en la guerra ni en los odios, sino en el campo, en la industria, en la educación como deber del Estado, en políticas de vivienda, de salud y equilibrio ecológico que beneficien al pueblo. En agua potable para todos. En el progreso de las comunidades indígenas con respeto de su autonomía, en la integración de las comunidades negras hoy sumidas en la desesperanza. En el deporte, para que masivamente la juventud sea apoyada y estimulada en su desarrollo físico y mental como compromiso de gobierno. En la investigación científica que nos contribuya al progreso y a la independencia. (Noviembre de 1997)
De igual modo, el manifiesto no se presenta en su concepción como un manifiesto comunista, más bien, el énfasis se pone en la construcción de un modelo de democracia en el que se subraya lo social:
Debemos construir un nuevo régimen, sostenido en la tolerancia y el respeto por la opinión ajena, que garantice la verdadera redistribución del ingreso, la ética en el manejo de la cosa pública, la soberanía nacional, la justicia social y la solución pacífica de las diferencias. (Noviembre de 1997)
El enjuiciamiento del Manifiesto bolivariano se dirige contra quienes consideran las Farc-EP son los directos responsables de la situación de pobreza, desocupación y hambre que vive el país; contra quienes generan la violencia y son los representantes de los intereses del gran capital:
Desterrar del ejercicio de gobierno a todos aquellos comprometidos en tanto terror y tan grandes injusticias. Cómo pensar que los Gavirias, los López Michelsen, los Samper, los Pastranas, los Santos, los Bedoyas Pizarros, los Serrano Cadena, los Víctor Carranza, los Sabas Pretel, los Santodomingos, los Ardilas Lulles, los Sarmiento Angulos y tantos otros de la misma calaña, con tanta riqueza, con tan abultadas cuentas en los bancos nacionales y extranjeros, con tan millonarios ingresos mensuales, ¿van a defender los intereses de las mayorías empobrecidas del país? No, no lo hacen, simplemente porque no lo necesitan. Ellos defienden sus intereses y los de sus amigos ricos. (Noviembre de 1997)
El manifiesto termina con un llamado a poner punto final a la dispersión social de las clases subalternas, a construir un proceso de confluencia y unidad que origine un nuevo movimiento político, clandestino, comprometido con la defensa de los intereses nacionales:
A todo esto hay que colocarle un punto final. Estamos invitando al país que anhela una sociedad deliberante pero respetuosa del criterio ajeno, en progreso pero justa y amable, a que construyamos un nuevo movimiento político comprometido con los intereses mayoritarios de los colombianos, extraño a la intolerancia y al engaño, para llamar a cuentas a tanto sinvergüenza, a tanto ladrón, a tanto vende patria e instaurar un gobierno de dignidad que reconstruya democráticamente la nación […]. Porque aquí en Colombia, entre todos los gobiernos acabaron la oposición legal a los tiros, con la guerra sucia, las desapariciones y el terror, el nuevo movimiento debe ser estructurado para trabajar en la clandestinidad. Que lleve aliento, organización y razonamientos a los diferentes sectores que forman nuestra nacionalidad y que proteja con el secreto de su pertenencia a todos quienes lo integren, hasta cuando seamos millones y podamos con la fuerza de la razón y de la lucha desterrar para siempre el terror del Estado, la corrupción y la injusticia. (Noviembre de 1997)
El llamado final del manifiesto es a que todos los colombianos rompan con la indiferencia y se comprometan en hacer algo por ellos mismos:
Porque en Colombia las mayorías aún nos indignamos ante las injusticias y tenemos la decisión de no permanecer indiferentes, invitamos a los inconformes; a los trabajadores que forjan el progreso económico y social, víctimas de los bajos salarios, los atropellos y la explotación; a los campesinos, eternos olvidados con cuya sangre se han regado todos los surcos y bosques de nuestra nación; a los desempleados y a los trabajadores de la llamada economía informal; a los estudiantes; a los nuevos profesionales y técnicos que ingresan en el