Asfixia. Álex Mírez

Asfixia - Álex Mírez


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malo, aunque en realidad sea terrible. Sí, así todo sería más fácil.

      Estoy muy confundido.

      Decimocuarta anotación de Levi:

      No he salido de la habitación en dos días y nadie parece darse cuenta. Eso no importa porque igual me siento muy mal como para levantarme de la cama. Me siento enfermo física y mentalmente. Apenas duermo dos horas y me despierto de repente con un intenso dolor de cabeza. Consideré ir al hospital, pero no sé si me entenderían. No tengo hambre, tampoco quiero ver a alguien más. Quiero que esto se termine.

      ¿Decimoquinta? anotación de Levi:

      Mejoré en un día, pero mamá entró a la habitación para decirme que no soportará que sea un vago toda mi vida. Le dije que estaba un poco enfermo y lo único que hizo fue traerme un té. Lo que tengo no lo podría curar ni un té, solo la verdad, o eso creo. No abro las cortinas porque entonces el dolor de cabeza se hace más intenso. Sin embargo, hoy no he tenido náuseas y puedo levantarme de la cama. ¿Qué es lo que me sucede y por qué no lo sé? ¿A dónde debo ir para saberlo? ¿Y si realmente estoy loco? He pensado demasiado, aunque eso empeora mi estado, pero no puedo dejar de hacerlo, esto es muy confuso para mí.

      Decimo… anotación de Levi:

      Me vi obligado a salir, aunque fue más bien que mamá me sacó de la cama a gritos. Fui a claces clases y en el aula casi me desplomo. Sentí mareos y todo se escuchaba muy legamo lejano como si las personas poco a poco se fuesen distanciando. Al final intenté pedir un permiso para poder irme, pero tampoco hallaba las palabras correctas para expresarme. Un profesor me ayudó, pidió el permiso por mí y regresé a casa tan pronto como pude. A mamá no le importó porque al menos vio que salí, pero no quiero hacerlo de nuevo, no puedo estar afuera así. La multitud me inquieta, me perturba y es probable que esta noche me hunda en otra laguna. ¿También estoy olvidando cómo escribir?

       Anotación de Levi H:

      ¡Fui un tomh tonto todo este tiempo! ¿Cómo no pude verlo si estaba ahí mismo ante mis ojos? Nuncanunca nunca noté que, en la última hoja de este libro, había una cosa una dirección al lado del dibujo de una flor. Al leerla sentí un olor un dolor punzante en la cabeza, como si eso bastara para decirme que debía ir. Iré, porque en ste esta casa no tengo más que hacer, porque a mi madre no le importo y porque el abuelo ya tiene su destino marcado, pero yo aún no tengo el mío.

      Allí estaré, allí encontraré la verdad.

      Di un salto fuera de la silla al leer la anotación. Había una dirección en la última hoja, una a la que Levi había ido, y decía «allí estaré». ¿Y si su cuerpo estaba ahí? ¿Y si Levi H se encontraba en ese lugar? Mi mente fantaseó con la idea de encontrar a otra persona, pero… ¿viva?

      No podía estar segura, y si lo pensaba bien era absurdo. Quizás él si estaba ahí, muerto, y yo quería creer que seguía vivo porque lo único que deseaba era compañía.

      Pasé a la última página para saber de qué lugar se trataba y encontré una dirección junto al dibujo en líneas de una flor.

      ¿Qué podía perder si iba hasta allá? Nada. Ni siquiera sería peligroso porque era la única persona en el país, y si tenía la suerte que Levi H no había tenido, probablemente habría alguien más en ese planeta.

      ¿Y si no estaba tan sola como creía?

      Tenía un pequeño viaje por hacer. Y también una pequeña esperanza.

      [no image in epub file]

      Cuando dio la tarde, emprendí el viaje hacia la dirección que había en el libro. Me subí al único auto que tenía preparado para emergencias, me coloqué la máscara para evitar gases y malos olores, guardé una botella de agua en la mochila y salí de casa con ella colgando de los hombros.

      Una llama de esperanza se había encendido en mi interior. Tenía un buen presentimiento, una punzada positiva. No paraba de imaginar el sonido de la voz de alguien más, ni de calcular las probabilidades de poder estar cerca de otra persona.

      Conduje rápido, pero no en exceso. Mientras, llegó a mi mente el recuerdo del día en que aprendí a manejar un auto. Quino me había enseñado alegando que era necesario para el grupo, pues todos debíamos colaborar durante las búsquedas de alimento. Aun así, conducir era lo que menos me gustaba hacer. Algo que me frustraba bastante eran los autos estacionados en medio de las vías con cadáveres en su interior. Trataba de no mirar porque los cuerpos causaban un gran impacto visual, pero era inevitable cuando debía rodear los automóviles para poder seguir avanzando.

      Coloqué un cd de música, subí todo el volumen para alejar la imagen de los cadáveres de mi mente y aceleré cuando el camino se despejó.

      Conduje aproximadamente cuatro horas sin hacer ninguna parada para descansar. Las ansias no me lo permitieron. Cuando llegué descubrí que aquella ciudad tenía cadáveres por todos lados: en las calles, en las aceras, dentro de los autos y en cualquier lugar a la vista. Eso suponía un gran problema para mí porque no podía seguir avanzando con el auto.

      Aplastar los cuerpos nunca había sido una opción, por lo que preferí caminar. Me reacomodé la mochila y traté de memorizar el lugar en donde dejaba el auto para después encontrarlo con facilidad.

      Al sentirme lista, me adentré en la ciudad.

      No supe con exactitud cuánto caminé, pero confiando en los letreros di con la dirección. Se trataba de un laboratorio clínico. Volví a mirar la página para asegurarme de que había llegado al sitio correcto y efectivamente estaba en él. Admití que había imaginado algo distinto, una casa o algún refugio, pero en ningún momento un laboratorio.

      Dudé ante la idea de entrar porque me causó cierta desconfianza. Debía aceptarlo, en algunos momentos era cobarde y temerosa, incluso tenía una lista estricta de lugares a los que no entraba ni de día, ni de noche:

      No escuelas.

      No iglesias.

      No hospitales.

      Los laboratorios siempre parecían versiones más pequeñas de los hospitales, y de todos los sitios del mundo los hospitales me parecían los lugares más inquietantes y perturbadores. Con el planeta vacío el silencio en aquellos lugares casi inducía a la locura, ya que ni siquiera había zumbido. Pero, por otro lado, ¿qué tal si Levi H estaba ahí, refugiado? ¿Y si era un sobreviviente como yo y como lo fueron los otros Seis?

      Di pasos hacia adelante pero luego volví a darlos hacia atrás. Quería entrar, pero a la vez no. Aún sostenía el libro, así que lo apreté con fuerza contra mi pecho, aferrándome a todo lo que había sentido desde que lo había empezado a leer.

      Una esperanza.

      Eso significaba el diario para mí, una posibilidad.

      Inhalé profundamente e induje pensamientos forzados a mi mente para otorgarme valor. No iba a pasarme nada, no vería nada extraño, solo buscaría la verdad. Así que con los nervios de punta avancé hasta atravesar la entrada del laboratorio.

      Ya no había vuelta atrás.

      [no image in epub file]

      El corazón me latió con rapidez como a cualquier persona que hubiese visto una maravillosa película de terror. El interior estaba sumido en una densa oscuridad y en un profundo silencio, de aquel que dejaba a uno con los más angustiosos pensamientos.

      Rebusqué en la mochila y saqué una de esas linternas a las que antes de la catástrofe les habían hecho bastante publicidad, porque se recargaban con luz solar y llegaban a durar mucho más tiempo del que cualquier otra podía. Incluso tarareé la cancioncilla del comercial para apaciguar el nerviosismo:

      «Siempre dura, siempre brilla. ¡Es la única que necesitas!».

      Mientras avanzaba por los pasillos, apreté aún más el libro contra mi pecho. No me dirigía a un punto exacto, no sabía en donde terminaría, pero seguí. Miré con atención cada


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