No olvido, recuerdo. Manuel Moreno Castañeda

No olvido, recuerdo - Manuel Moreno Castañeda


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lo normal.

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      ¿Siguieron estudiando y con sus presentaciones en el Degollado?

      Las presentaciones en el Degollado siguieron durante quince años. No dejamos de bailar ni un solo domingo. Salíamos de gira y se quedaba un grupo para suplir y estar presentes. De ahí salió la idea del grupo residente y del grupo oficial. El director decidía cuántas parejas se iban y los que se quedaban, continuaban con las funciones del Degollado, que era el principal compromiso que teníamos, sobre todo con la Universidad.

      En el viaje que hicimos a Atlanta, antes de regresar, hablamos por teléfono con nuestras familias para que nos llevaran ropa limpia al aeropuerto porque aterrizando cambiábamos velices y nos íbamos a otro país. Salíamos como tres o cuatro veces al mes. A mí me tocó conocer 38 países en quince años. ¡Hacíamos giras a lo loco! La última de las giras grandes que me tocó fue a Europa, por tercera vez. La primera fue en 1972, la otra en 1977; en la tercera, duramos tres meses allá. No es de sorprender el tiempo, sino el aguante, porque tres meses sin probar frijolitos fritos, de la olla y chilitos jalapeños, destrampa. A algunos se nos perdió el piso por no saber de nuestros papás y de nuestras familias.

      No recuerdo a algún otro grupo que haya soportado tres meses, por la falta de ubicación y capacitación. Habíamos tenido mucha capacitación artística. En ese entonces teníamos la conciencia de que estábamos saliendo de nuestra casa a diario, cada mes, salíamos dos o tres veces. Para nosotros era normal, pero, claro, no tan normal estar tres meses fuera, incluso el administrador del grupo llegó a llevarnos un cambio completo de vestuario porque el que teníamos «ya se paraba solito», ya que no podíamos lavar por andar de aquí para allá.

      Recorrimos toda Europa, desde la punta, España y Portugal, hasta Israel. En este país nos tocó celebrar el 16 de septiembre. Fue increíble, porque gente de toda América que estaba viviendo allá ese día se convirtieron en mexicanos. Estaban con nosotros salvadoreños, puertorriqueños, canadienses, argentinos y peruanos. Un mes entero estuvimos viajando por Francia en un camión. En los Alpes franceses nos bajamos a esquiar, pero con zapatos.

      Al regresar de Alemania, en una publicidad por primera vez se refirieron a nosotros como ballet, y de ahí en adelante nos llamamos así. Entendimos que ese nombre se le da como distintivo al grupo que hace presentaciones en un teatro, no forzosamente que baile ballet. Era un grupo de bailadores que se presentan en un teatro, por eso era ballet y así se le quedó.

      ¿Son ustedes los fundadores de esa institución llamada Ballet Folclórico de la Universidad de Guadalajara?

      Sí, somos los fundadores. Ojalá lo puedan entender los muchachos que integran ahora el ballet. Ellos tienen esa fama gracias a nuestro sudor, a nuestra sangre y a nuestras lágrimas, porque hubo de todo en las giras. En una ocasión los bomberos tuvieron que ir y sacar a una de nuestras alumnas de una crisis nerviosa que tenía, porque no todas las niñas, de entre dieciséis y diecisiete años, tenían la mentalidad suficiente para mantenerse quince o veintidós días fuera de casa.

      Lamentablemente, mucha gente no conoce la historia del grupo porque no se ha querido preservar como debe ser. Perdón, muchachos, pero no pueden por un solo caso echar fuera quince o veinte años. Ustedes forman la generación actual, pero antes que ustedes a mucha gente nos costó mantenerlo.

      ¿Cuál fue su última presentación?

      Mi última presentación fue a principios de 1980. Lamentablemente, el director artístico, actual director del grupo, el maestro Carlos Ochoa, tenía la idea de que si estás chaparro no te ves bien. Así, a todos los chaparros nos empezó a pedir nuestro lugar para dárselo a personas más altas, y bien por él, pues era el director en ese momento. A la hora que me dijo que otra persona iba a entrar en mi lugar le dije Muchas gracias y, con toda la tranquilidad del mundo, lo paseado y lo bailado, ¿quién me lo quita? Nadie. Después nos tocó seguir con otras experiencias, pero otra vez en Artes Plásticas, donde formamos otro grupo. Anduvimos también de gira artística, pero ya como director y coordinador artístico.

      ¿Logró terminar su licenciatura?

      Sí, pero no en la Universidad de Guadalajara. A la par de la primera carrera que estudié en la Universidad, Dibujo comercial, entré a la Normal, donde logré mi grado de maestro. Ahí obtuve mi primer empleo y con eso pude pagarme muchas cosas que se necesitaban, también por eso permanecí en el grupo, porque tenía un sueldito que me llevaba. Después de llegar de Alemania, en 1973, me dieron mi primer nombramiento, de maestro en danza, pero en el aspecto teórico, no en el práctico. Impartí clases de historia de la danza en sustitución del grandioso Onésimo González, que es el pionero, el pilar y lo máximo de la danza contemporánea en la Universidad de Guadalajara. Él formó el primer grupo de danza contemporánea en la Universidad. Fue un orgullo y una responsabilidad suplirlo en las clases. En el CUCEA estudié la maestría en Tecnologías para el aprendizaje.

      Cuando nos dijeron: «Muchachos, qué quieren», a nosotros nos llamaba otra cosa y no pensábamos en la cuestión administrativa ni burocrática u oficial. Lo que nos interesaba era divertirnos y seguir con la pachanga, bailando. Además, la gente que nos contrataba nos daba viáticos para comer y, en lugar de comer, los guardábamos. Por cuestión de dinero jamás sufrimos, porque todos los gastos eran pagados, así que nos dedicábamos a divertirnos. Creo que por eso fue tan grande el grupo, porque íbamos sin ningún problema emocional.

      Le echábamos las ganas del mundo, por eso se hizo tan grande la institución, incluso no había separación. Algunos decían que nuestro grupo era mejor que el de Amalia Hernández, pero quizá no era mejor, éramos diferentes. A ellos les pagan por hacerlo, a nosotros no; nosotros lo hacíamos por gusto y ese simple hecho hacía la diferencia.

      Yo tengo dos grandes orgullos en el grupo: ser el único bailador que tiene un disco grabado cuando montaron los corridos mexicanos y ser el cascabelito de «La culebra» cuando bailábamos, por chaparro me aventaron al final. Para mí era un orgullo bailar «La culebra» al final y la canción que grabé la interpretábamos sólo mi pareja y yo en el escenario del Degollado, bailábamos y cantábamos. Estoy pasando a la historia más por «el que cantó lindita» que por bailar. Lo paseado y bailado permanecerán por siempre.

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      Humberto Ponce Adame

      Egresado de la primera generación –1948-1954– de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Guadalajara, de la cual fue director de 1963 a 1970. Profesionalmente se ha destacado en el ámbito del urbanismo y el paisaje, la planificación regional y los planes gubernamentales, el diseño de edificios y la restauración. Se desempeñó en la docencia en la Universidad durante 42 años, de 1955 a 1994. Miembro fundador del Primer Colegio de Arquitectos de Jalisco, así como de la Sociedad Mexicana de Planificación. En 2004 recibió la presea «Irene Robledo García» por Servicios a la Universidad y a la Sociedad.

      Nací en 1929 en Guadalajara. Mis estudios de primaria los hice en el Colegio Americano con becas, porque mis padres siempre fueron de recursos muy limitados. La secundaria la cursé en la escuela del gobierno del estado, la número 1, la única que existía en ese entonces. De ahí pasé a la preparatoria en el mismo edificio, ya era de la Universidad de Guadalajara. Entonces eran dos años. Por mis notas escolares me nombraron representante estudiantil en el Consejo General Universitario y de ahí pude operar algunas cosas desde la prepa; por ejemplo, la formación de la Escuela de Arquitectura, pues mi hermano estaba estudiando ingeniería y yo estaba muy relacionado con la obra civil. Cuando cursaba el primer año de la prepa encontré accidentalmente una revista en la que aparecía el proyecto completo del Templo de la Paz, construido por el arquitecto Ignacio Díaz Morales. Me pareció muy bonita


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