Géneros y psicomotricidad. Mara Lesbegueris

Géneros y psicomotricidad - Mara Lesbegueris


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considerados formativos y la pregunta sobre las posibilidades terapéuticas o transformativas siguen siempre abiertas en los espacios de supervisión. Si bien en lo personal no adhiero a la idea de promover instancias que busquen provocar o sugerir emociones, me pregunto si el imaginario psicomotor en torno a la búsqueda del “equilibrio”, de la “armonía”, de “estar en eje”, del contactar con “el interior” no perdura como creencia significativa en estos dispositivos, y si la sacralidad en torno a ciertos conceptos como el “eje del cuerpo” (estar en para ir hacia), o la idea freudiana de la pulsión energética del movimiento, la “fluctuación tónica” o la sensibilidad no portan un plus por fuera del cuerpo como locus de enunciación. Sería conveniente que ciertos conceptos “sacralizados” puedan ser reconocidos con sus efectos y regímenes de producción de verdad.

      9. El movimiento feminista de la década de 1970 ha puesto en visibilidad la constante explotación que supone el trabajo reproductivo no remunerado de las mujeres, cimiento de la estructura económica y social capitalista. La revuelta hacia este tipo de trabajo y la salida al mundo de la producción no han terminado de resolver la devaluación existente de la posición social de las mujeres (Federici, 2018b).

      10. Sabemos que, para el patriarcado y el capitalismo, el colectivo trans atenta contra las lógicas tradicionales de la familia nuclear y la reproducción biológica de la especie; lo otro –“ambiguo”, “liminal”– es considerado peligroso, pasible de ser expulsado, abyectado.

      11. El modelo evolucionista entra en crisis ante la imposibilidad de explicar las dinámicas de las transformaciones, lo que supone dejar de seguir pensando la historia de un modo lineal. Por el contrario, supone poder concebirla como un proceso de tipo “multilineal”, cuya estructura es dialógica. Entre el período de entreguerras las escuelas antropológicas comienzan a utilizar el término “diversidad” en reemplazo del de “diferencia”. La teoría funcionalista de Bronislaw Malinowsky y la teoría estructuralista de Claude Lévi-Strauss son decisivas para pensar de otro modo la “otredad”. La relación naturaleza-cultura, desde el estructuralismo, comienza a pensarse no ya en continuidad sino en oposición, y es el tabú del incesto el que introduce el paso a lo cultural, permitiendo la salida a la “exogamia” y la procreación. El tabú del incesto es para Lévi-Strauss el mecanismo por el cual se aseguran los intercambios dentro y fuera de la familia. Gayle Rubin (1998) destaca que es en el sistema sexo-género donde puede visibilizarse el origen de la opresión de las mujeres, pues “si las mujeres son el regalo, no están en condiciones de recibir ningún beneficio de su propia circulación”. Por ello, para las feministas no basta con hablar de “diversidad” sino que hay que introducir el término “desigualdad” junto con otros conceptos como los de dominación, explotación y hegemonías.

      12. “Hay teorías que consideran al recién nacido en estado de prematurez, aunque la mayor fortaleza de un niño se encuentra en su supuesta «debilidad», en sus imposibilidades. Evaluamos como carencias, como falta, lo que es una condición de su existencia, lo que lo hace niño, porque el modelo con que se compara al niño es el adulto, por eso lo nombramos por sus supuestas faltas. El niño no nace incapaz, ni inmaduro” (Calméls, 2020: 30).

      13. La noción de habitus es clave y transversal en la obra de Pierre Bourdieu, quien explica que la cultura no es algo estático y externo al sujeto, sino que existe mediante una práctica in-corporizada en el proceso de socialización de los sujetos. Estos “sistemas de disposiciones duraderas a hacer y ser” son los que garantizan la reproducción del orden social, permitiendo construir un sistema de referencia compartido por una comunidad que tiende a perpetuarse.

      14. A mayor mercantilización de la vida, mayor precareidad relativa. El capital financiero es el que disciplina los mercados y las corporaciones, a medida que van creciendo e imponiendo sus intereses por sobre los intereses públicos. De este modo, para sostener el consumo, normalizan que nuestro vivir se sostenga con endeudamiento (Gaggo, 2014).

      15. Dice Calméls (2019c: 17) que “en los primeros cinco años de vida se construyen las bases del cuerpo y de sus manifestaciones, que tendrán una configuración a nivel de la imagen –imagen del cuerpo– particular, única y original, y en la construcción de un esquema corporal, que permite espacialmente la localización del cuerpo en sus segmentos y articulaciones, así como el accionar eficaz sobre los objetos y el medio circundante”.

      4. El género desde los feminismos

      Algunas corrientes del movimiento feminista vienen advirtiendo acerca de la banalización que está sufriendo el concepto de género pues, al despolitizarlo, pierde su lugar como categoría de análisis de las relaciones de poder patriarcal. Observan que incluso la agenda neoliberal utiliza la “perspectiva de género” de manera tramposa (al servicio de intereses transnacionales, políticas del Banco Mundial, de las Naciones Unidas o de cualquier agencia de cooperación gubernamental). La “institucionalización” y la “oenegización” de las luchas sociales (Galindo, en Curiel y Galindo, 2015) no siempre contribuyen a dar fuerza a las luchas feministas en las sociedades del sur.

      Para algunos sectores es más tolerable hablar de género que de feminismo, asociado este último a la imagen de mujeres movilizadas, en las calles, eufóricas, con pancartas, unidas en un grito en común, organizadas. Esta concepción del feminismo refleja solo una parte del movimiento y deja por fuera la posibilidad de pensarlo dentro de las prácticas cotidianas de crianza, de trabajo, de consumo. En los hogares, en las escuelas, en los hospitales, en los consultorios.

      Releyendo a Diana Maffía (2007), y articulando con conceptos de la economía feminista, podemos situar tres saltos importantes que han dado impulso a los feminismos: el feminismo de la igualdad, el feminismo de la diferencia y el feminismo crítico.

      El feminismo de la igualdad de los años 70 fue el que procuró la igualdad laboral, educativa, jurídica (patria potestad, divorcio, voto), proclamas que giraron en torno a la expresión “queremos ser iguales ante la ley”. Si bien estas luchas permitieron avanzar en términos de derechos, legitimaron en su misma proclama la jerarquización hombres-mujeres.

      Para María Galindo (en Curiel y Galindo, 2015), al afirmar que el feminismo nace en el contexto de la Revolución Francesa y la lucha por los derechos de las mujeres, y posteriormente con las sufragistas, se corre el riesgo de atarse a la matriz europea. Por ello propone como alternativa pensar en una matriz planetaria.

      En los años 70 comienza a instalarse el debate sobre el trabajo doméstico mediante la denuncia de la explotación en el hogar por parte de la producción capitalista, en el sentido de que, como los salarios tradicionalmente han sido insuficientes para la reproducción de la fuerza laboral, para asegurar esta reproducción el trabajo realizado en el hogar, por su carácter gratuito, es condición de existencia del sistema económico.

      El modelo fordista de empleo se afirma con la división sexual del trabajo. La producción mercantil supone la existencia del modelo familiar “hombre proveedor de ingresos-mujer ama de casa”, caracterizado por una ideología que se concreta en el matrimonio tradicional con una estricta separación de trabajos y roles entre ambos cónyuges. El hombre es el “jefe” de familia y tiene la obligación de proveerla a través de un empleo a tiempo completo. A la mujer se le prescriben las tareas domésticas y de crianza vinculadas al mundo de los afectos y del cuidado.

      En cambio, el feminismo de la diferencia, surgido en los años 80, buscó particularizar y exaltar la diferencia. Como si hubiese dicho “no queremos ser iguales, somos diferentes”, tenemos distintos cuerpos, distintas sensibilidades y manera de percibir la realidad. Estas proclamas, en un intento por subjetivar,


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