La escala. T L Swan

La escala - T L Swan


Скачать книгу
las películas por la pantalla y luego hago una selección de lo que me gustaría ver.

       Cómo perder a un chico en 10 días.

       Orgullo y prejuicio.

       Cuerpos especiales.

      Jumanji… En esta sale la Roca, así que tiene que ser buena.

       Notting Hill.

       La proposición.

       50 primeras citas.

       El diario de Bridget Jones.

       Pretty Woman.

       Algo para recordar.

       Magic Mike XXL.

      Sonrío a la pantalla. He puesto todas mis favoritas en cola. Este vuelo va a ser una gozada. Aún no he visto la secuela de Magic Mike, así que podría empezar por esa. Miro a ver cuál ha escogido Jim. Justo sale el título.

       Lincoln.

      Buf, política. ¿A quién le divierte ver eso? Tendría que haber imaginado que sería un tío aburrido.

      Cuando levanta la mano para tocar la pantalla, veo el reloj que lleva. Un Rolex enorme de color plata. Y encima está forrado.

      Típico.

      —¿Qué vas a ver? —me pregunta.

      Ay, no. No quiero que piense que soy una pánfila.

      —Aún no lo he decidido —contesto.

      Vete por ahí. Quiero ver a tíos desnudándose.

      —¿Qué vas a ver tú? —pregunto.

      —Lincoln. Llevo mucho tiempo queriendo verla.

      —Qué rollo —digo.

      Mi comentario le hace sonreír.

      —Ya te diré.

      Se pone los auriculares para ver la peli y yo vuelvo a desplazarme por mis opciones. Me muero de ganas de ver Magic Mike XXL. ¿Importa si mira? Qué vergüenza, no. Parezco una necesitada.

      ¿A quién quiero engañar? Estoy necesitada. Hace más de un año que no veo a un hombre desnudo.

      Pongo La proposición. Cambiaré una fantasía por otra. Siempre he soñado con tener a Ryan Reynolds de asistente personal. Empieza la peli y sonrío a la pantalla. Me encanta esta película. Da igual cuántas veces la vea, siempre me río. Me parto con la abuela.

      —¿Estás viendo una peli romántica? —me pregunta.

      —Una comedia romántica —contesto.

      Qué cotilla es este hombre, por Dios.

      Sonríe como si fuese mejor que yo.

      —¿Más champán? —pregunta la azafata.

      Ojos Azules me mira.

      —Va, es tu oportunidad para pedir lo que quieras.

      Lo miro fijamente.

      —Que sean dos, por favor.

      —¿Qué te gusta de las comedias románticas? —pregunta sin dejar de mirar su peli.

      —Que los hombres no hablan mientras veo una peli —le susurro a mi copa de champán.

      Sonríe de oreja a oreja para sí.

      —¿Qué te gusta de…? —Me callo porque ni siquiera sé de qué trata Lincoln—. ¿Las películas de política? ¿Que son un rollo?

      —Me gustan las historias reales, independientemente del tema.

      —Y a mí —replico—. Por eso me gustan las pelis románticas. El amor es real.

      Ahoga una risa mientras bebe como si le hiciese gracia.

      Lo miro.

      —¿A qué viene eso?

      —Las comedias románticas son lo más alejado que hay de la realidad. Seguro que también lees novelas románticas de pacotilla.

      Lo miro sin emoción en el rostro. Creo que odio a este hombre.

      —Pues sí. Y para que lo sepas, después de esta peli, voy a ver Magic Mike XXL para ver a tíos buenorros quitarse la ropa. —Enfadada, le doy un sorbo al champán y añado—: Y pienso pasarme toda la peli sonriendo, independientemente de lo que opines.

      Se ríe a carcajadas. Su risa es profunda, fuerte y hace que note mariposas en el estómago.

      Me vuelvo a poner los auriculares y finjo que me concentro en la pantalla. Pero soy incapaz: he hecho el ridículo y me he puesto colorada.

      Se acabó la cháchara.

      * * *

      Dos horas después, me dedico a mirar por la ventanilla. La peli se ha acabado, pero su aroma sigue ahí. Me envuelve y me incita a pensar en cosas en las que no debería pensar.

      ¿Cómo huele tan bien?

      No sé qué hacer para no parecer incómoda, así que decido que me echaré una siesta y que me pasaré las próximas horas durmiendo, pero antes tengo que ir al baño. Me levanto.

      —Perdona.

      Jim mueve un poco las piernas, pero no lo bastante para que quepa, por lo que tengo que pasar por encima de él. Me tropiezo y para no caerme, le pongo la mano en el muslo; es grande y robusto.

      —Lo siento —tartamudeo avergonzada.

      —No importa —dice, y sonríe con suficiencia—. En serio.

      Me quedo mirándolo un segundo. ¿Eh?

      —Hay una razón para que me comporte así.

      Frunzo el ceño. ¿Qué significa eso? Salgo y voy al baño. Me paseo para estirar un poco las piernas mientras reflexiono sobre lo que ha dicho. Estoy perpleja, no se me ocurre nada.

      —¿Qué has querido decir con eso? —pregunto mientras vuelvo a sentarme.

      —Nada.

      —¿Me has cedido tu asiento para que tuviese que pasar por encima de ti?

      Ladea la cabeza.

      —No, te he cedido mi asiento porque sabía que lo querías. Que hayas tenido que pasar por encima de mí ha sido un añadido.

      Lo miro mientras me esfuerzo por responder. ¿Son imaginaciones mías? Los hombres ricos mayores que yo no suelen hablarme así… Para nada.

      —¿Estás coqueteando conmigo, Jim? —pregunto.

      Me obsequia con una sonrisa lenta y sexy.

      —No sé. ¿Tú qué crees?

      —He preguntado yo primero. Y no contestes a mi pregunta con otra pregunta.

      Sonríe con suficiencia mientras vuelve a dirigir su atención a la pantalla.

      —Ahora es cuando te tocaría coquetear a ti…, Emily.

      Noto que me estoy poniendo roja de la vergüenza. Intento disimular mi sonrisa tonta.

      —Yo no coqueteo. O me gusta un tío o no me gusta —digo.

      —Ah, ¿sí? —indaga como si le fascinase—. ¿Y cuánto tardas en tomar esa decisión después de conocer a un hombre?

      —Al instante —miento. No es verdad, pero voy a fingir que sí. Fingir seguridad en mí misma es mi superpoder.

      —¿En serio? —susurra mientras la azafata pasa por nuestro lado—. Disculpe, ¿podría traernos dos más, por favor?

      —Ahora


Скачать книгу