1968: Historia de un acontecimiento. Álvaro Acevedo
movimiento contra la guerra de Vietnam, la Primavera de Praga, la Revolución cultural china y el resquebrajamiento del marxismo inciden en los estudiantes universitarios que protestan en el periodo mencionado. En el ámbito nacional, la política educativa definida para la universidad, concretada en el Plan Básico, también funge como detonante de las manifestaciones universitarias. Para Sánchez, el accionar estudiantil de estos años se interrelaciona con los movimientos sindicales y campesinos y con las diferentes corrientes ideológicas de la izquierda colombiana.
Recientemente, otros autores analizan en una perspectiva general los acontecimientos de 1971. El trabajo más reconocido es el de Miguel Ángel Pardo y Miguel Ángel Urrego, presentado en eventos internacionales durante el año 200368. El artículo se dedica a describir, por primera vez, los principales acontecimientos que caracterizan el movimiento estudiantil de aquel año. Con este fin los autores articulan los sucesos luctuosos de la Universidad del Valle y las reacciones que promueve este caso en ciudades como Bogotá o Medellín. Además, presentan los principales postulados del estudiantado consignados en el Programa Mínimo y las discusiones que se dan en el marco de los encuentros nacionales de estudiantes organizados entre febrero y junio de 1971. La narración también incluye la dinámica de confrontación que hay con las autoridades universitarias y nacionales, especialmente la correlación de fuerzas subyacentes del conflicto en la medida en que las acciones y reacciones de las partes se alejan de una solución negociada. Los autores también exponen las divisiones que se originan en el estudiantado sobre temas complejos como el cogobierno o la reapertura de las universidades.
La valoración que realizan Urrego y Pardo sobre la movilización estudiantil de 1971 es favorable en términos de impacto, porque consideran que tales jornadas de lucha crean por primera vez en Colombia una propuesta de universidad surgida en el propio seno del movimiento estudiantil. Llevada a otros terrenos de análisis, la movilización estudiantil de este año constituye para los autores la síntesis de las aspiraciones más auténticas para cultivar la educación y la ciencia. Si bien las demandas emergen de un nivel de consciencia adquirido, critican la fragmentación de las agrupaciones políticas; esto impide la creación de una organización nacional que haga de interlocutora entre los estudiantes y las autoridades nacionales. De manera que el movimiento estudiantil de 1971 se recuerda no solo por el caos en las universidades del país, sino por los intentos de gestionar un poder alternativo a las reformas impulsadas desde el Estado. Programa Mínimo y cogobierno son las dos demandas más importantes de este momento histórico69.
Chapete. Víctimas de su propio invento. Bogotá. Archivo El Tiempo. 1971.
Un ejercicio similar, aun cuando no alcanza todo el enfoque prometido, es el de Isabel Hernández Arteaga70. Antes de iniciar el relato sobre los hechos de 1971, la autora señala varios aspectos que inciden en el movimiento estudiado. Destaca el influjo que tiene el movimiento de Córdoba en los postulados de la lucha estudiantil, el proyecto modernizador en el que se inscribe la reforma universitaria y la simultaneidad de protestas estudiantiles en Europa y México. Junto a estas variables, sucesos continentales como la Revolución cubana o el contexto de exclusión política en Colombia con el Frente Nacional, conforman el escenario en el que se despliega la rebeldía juvenil colombiana a principios de la década del setenta.
Este artículo no aborda nuevas fuentes sobre casos particulares que puedan ampliar lo conocido hasta el momento, por lo menos en el desarrollo de los acontecimientos específicos en las diferentes universidades del país. Menciona que en la Universidad de Nariño la relación entre estudiantes y grupos de izquierda ha sido muy cercana debido a la presencia de profesores vinculados a las luchas del magisterio. En cuanto a los encuentros nacionales, se referencian síntesis sobre temas ya tratados. Lo mismo sucede con el Programa Mínimo o con las visiones de universidad que se confrontan en el seno del estudiantado.
Recientemente, y como parte de un proyecto del Centro de Investigación y Educación Popular [Cinep] sobre la historia de la izquierda en el país, sale a la luz pública un artículo sobre el movimiento estudiantil de 1971. El trabajo realizado por Jorge Cote Rodríguez71 ofrece una nueva interpretación del movimiento estudiantil con el mundo de la política partidista de izquierda. Como tesis central plantea que la cercanía del estudiantado universitario, a principios de la década del setenta, con las variadas corrientes de la izquierda no debe explicarse como una “anomalía” o como un factor que conduce al “fracaso” del movimiento, sino como una situación “inevitable”, toda vez que las relaciones entre lo social y lo político en el movimiento estudiantil nunca se definen tajantemente. Incluso sugiere que son las relaciones con las izquierdas políticas, altamente ideologizadas, las que permiten al estudiantado universitario reflexionar críticamente sobre el momento en que se encuentra y formular propuestas de universidad y sociedad alternativas.
Aunque el trabajo no representa un gran avance en materia factual, es interesante resaltar el análisis sobre la construcción de identidad estudiantil, rastreo temático que realiza a través de la correlación entre las autoimágenes, la condición social “objetiva” y las representaciones que la prensa y el discurso académico hacen de los estudiantes. En el mismo sentido, se destaca la reflexión que concibe del Programa Mínimo al relacionarlo con el discurso ideológico de las principales tendencias de izquierda presentes en el movimiento estudiantil. El eje que articula este apartado se refiere al debate entre reforma, revolución y las maneras como los distintos grupos interpretan los contenidos del Programa Mínimo para sustentar su posición ideológica, lo que motiva discrepancias a causa de la heterogeneidad del movimiento en este periodo.
Sobre este trabajo es preciso decir que conjuga de manera inteligente diferentes inflexiones analíticas, máxime cuando su enfoque sugiere la necesidad de pensar el movimiento estudiantil no desde el deber ser, sino desde sus expresiones históricas concretas. La descripción sucinta de los acontecimientos, más el estudio de las identidades y un acercamiento a los discursos de los diferentes grupos políticos estudiantiles se convierte en una acertada entrada al estudio del movimiento estudiantil de 1971. El texto se sustenta en tendencias de análisis exploradas por otros autores con antelación. De manera que cierto enfoque centralista con inferencias generales predomina en el análisis. Las particularidades regionales no se tienen en cuenta para una mejor comprensión de los sucesos. El texto tampoco analiza la política educativa, aun cuando esta es el telón de fondo del conflicto universitario más allá de las posturas ideológicas y militantes de los universitarios.
Para cerrar este apartado de los estudios generales sobre el movimiento estudiantil en Colombia es necesario referirse a un trabajo de Mauricio Archila72, publicado en un proyecto coordinado por Renate Marsiske, en el que intenta buscar un diálogo continental de especialistas en el tema. Un tanto escéptico en cuanto a la existencia de un movimiento estudiantil en Colombia, Archila propone una periodización de la protesta estudiantil desde 1920 hasta 1974. Este arco temporal se caracteriza por la emergencia de los estudiantes en la esfera pública y porque se dan importantes cambios en las acciones políticas y en las formas organizativas de los estudiantes. El primer periodo de la protesta estudiantil corresponde a los años veinte y se extiende hasta mediados de la década de los cuarenta. En este lapso, la movilización se caracteriza por tener un buen potencial organizativo y peso en la opinión pública, a pesar de su dependencia política en los partidos tradicionales.
Un segundo momento importante denominado ‘resistencia democrática’ se experimenta entre 1946 y 1957. En este periodo, los estudiantes, aún inscritos en el bipartidismo, se hacen visibles como voceros de las capas medias en ascenso, apoyados por una intelectualidad que empieza a mostrarse crítica con el establecimiento y a orientar posturas en favor de mayores libertades democráticas. El último periodo de la protesta estudiantil corresponde al Frente Nacional [1958-1974], que Archila considera como el momento más importante de los estudiantes en el siglo XX. La rápida modernización socioeconómica y la consiguiente expansión del sistema educativo movilizan, secularizan y radicalizan a los líderes estudiantiles para efectuar su separación de las dos fuerzas políticas tradicionales y visibilizarse como importantes críticos del sistema político excluyente del país. La última etapa cuenta con dos momentos de importante movilización