1968: Historia de un acontecimiento. Álvaro Acevedo
entre cultura y política30.
La noción de cultura juvenil hace parte de un proceso histórico de posicionamiento paulatino de la juventud como actor social de primera línea en la sociedad contemporánea. El movimiento estudiantil en las décadas de los años sesenta y setenta es el primer escenario de importancia política que permite visibilizar a los jóvenes como sujetos con demandas e identidades propias. Como parte de una ola que recorre la geografía mundial y con el influjo de luchas muy importantes como las parisinas o mexicanas, los jóvenes se ubican como la vanguardia que anuncia los nuevos tiempos, en los que la violencia hacia los desposeídos, las agresiones a las naciones débiles o la explotación del hombre y de la mujer quedarán erradicadas en el momento de alcanzar una nueva sociedad más justa e igualitaria. En palabras de Rossana Reguillo: “los movimientos estudiantiles vinieron a señalar los conflictos no resueltos en las sociedades ‘modernas’ y a prefigurar lo que sería el escenario político de los setenta”31.
Hasta este punto se plantea un desplazamiento conceptual importante para comprender el impacto de la revolución cultural planetaria en Colombia. Los jóvenes son el sujeto histórico que afecta y se ve afectado por las profundas transformaciones socioculturales de los años sesenta. La reflexión sobre esta categoría obliga a referenciarla no en términos biológicos sino histórico-culturales, de ahí el primer desplazamiento del debate académico hacia la noción de cultura juvenil. También se dice que si hay un escenario en el que se puede apreciar este proceso es en la universidad, en particular, a través del estudio de las protestas universitarias y de la visibilización que obtienen los jóvenes universitarios. Los especialistas de los movimientos sociales problematizan una noción que se emplea en esta investigación y que se reconoce en los debates y reflexiones: la categoría de movimiento estudiantil.
El movimiento estudiantil en el movimiento social
La revolución cultural del 68 tiene en los jóvenes universitarios uno de sus principales actores. En este marco de actuación es necesario profundizar la categoría ‘movimiento estudiantil’ para nombrar las expresiones políticas y sociales de los estudiantes. En diferentes latitudes, las organizaciones estudiantiles, las manifestaciones, protestas y en general las acciones desarrolladas por los universitarios se piensan como movimientos estudiantiles. No obstante, Mauricio Archila sugiere que para el caso del estudiantado la categoría de movimiento social presenta algunas dificultades de las que se hablará más adelante. En este apartado se expone la noción de movimiento estudiantil que se emplea en este libro, no sin antes mostrar algunas de las aristas que contiene esta opción conceptual.
En primer lugar, hablar de movimiento estudiantil implica aludir inmediatamente a categorías como las de movimiento social y sociedad civil. Como se sabe, estas nociones son trabajadas desde muchas orillas teóricas, luego un abordaje exhaustivo de estas rebasa los objetivos de este capítulo introductorio. Es pertinente acotar que los movimientos sociales se conciben como la expresión organizativa de la sociedad civil, que se entiende como el escenario en que se expresan los intereses particulares y colectivos de los sujetos en relación de oposición, negociación o complementariedad al Estado y las instituciones políticas. El pivote para una definición de la sociedad civil es el individuo y sus necesidades, expresadas y resueltas en diferentes ámbitos como el mercado, el sistema educativo, los medios de comunicación, los grupos de presión y las organizaciones sociales, sean estas iglesias o grupos de interés32.
Este concepto de sociedad civil es trabajado y desarrollado desde diversas tendencias y posturas ideológicas. Los liberales desde Adam Smith consideran que solo el mercado constituye la esfera más importante de la sociedad en oposición a la intervención del Estado. Antonio Gramsci amplía su mirada sobre la acción social e introduce la idea de la articulación de sociedad política y sociedad civil en el marco de la creación y ejercicio de la hegemonía. Cada una de estas esferas responde a la dimensión coercitiva y consensual del poder. En el fondo se da la tensión entre lo público y lo privado para definir aquello que se entiende por sociedad civil, pues cuando se considera a esta como un actor homogéneo cabe la pretensión de sacarla del ámbito privado para conducirla al mundo de lo público y, por efecto de su acción, al ineludible escenario de la política.
La relación de los movimientos sociales con la política es precisamente uno de los elementos más importantes para caracterizarlos. Si se siguen los postulados de Luis Alberto Restrepo, las diferencias entre movimientos sociales y partidos políticos son de tres órdenes. En primer lugar, los partidos pretenden convocar a toda la sociedad, mientras que los movimientos aspiran a representar los intereses de una parte de esta. En otras palabras, el primer criterio de distinción es la pretensión o no de una validez general de la actuación. En segundo lugar, la manera como se toman las decisiones constituye otro elemento diferenciador, pues en los partidos la acción es inducida de arriba hacia abajo, ya que todo partido político construye una relación de autoridad jerárquica, mientras que en el movimiento social la acción va de abajo hacia arriba. Finalmente, y vinculado al segundo criterio, los dirigentes del partido representan los intereses de los afiliados ante la sociedad, mientras que en los movimientos sociales, más que el principio de representación, prima el de participación directa en la vida pública, en la cual los dirigentes pueden ser sustituidos por otros que muestren mayor compromiso o activismo33.
La sociedad civil abarca tanto a los individuos como a los grupos que actúan movidos por el interés particular; también a las distintas formas de acción colectiva que buscan intereses comunes sin que sean los de toda la sociedad. El Estado, de otro lado, pretende buscar el bien común de toda la sociedad. Desde la perspectiva liberal, la sociedad civil sirve de contrapeso y de control a las decisiones del Estado y, a su vez, puede ser entendida como el escenario para la formación y reclutamiento de las nuevas élites gobernantes. Como la libertad de asociación define esta concepción de sociedad civil, las garantías jurídicas se tornan fundamentales para la existencia de organizaciones que requieren del reconocimiento legal del Estado. Lo cual significa que la sociedad civil se construye en relación con poder político, a pesar de la autonomía que pregona.
Al retomar la interesante síntesis de Luis Fernando Villafuerte Valdés34 sobre las perspectivas analíticas en torno a la sociedad civil es pertinente recordar que el pensamiento político contemporáneo ha propuesto una noción de sociedad civil relacionada pero no dependiente de la esfera estatal. Este modelo, llamado de tercer dominio, está conformado por tres componentes: la sociedad misma como eje fundamental, una esfera pública de comunicación societal y un proceso de institucionalización como resultado de la movilización. Estos elementos contribuyen a la democratización de las sociedades. En este enfoque –que reconoce la interacción de las sociedades civil, política y económica– se parte de la existencia de subsistemas de la estructura social en permanente relación, pero sin determinismos de ningún tipo. La sociedad civil no dependerá de la esfera política y tampoco quedará reducida al mundo económico, pues la creación de un espacio público deliberativo cuenta con mayor fuerza de acción y participación de la ciudadanía. Esta concepción responde a los principios de autolimitación y autonomía.
Para Villafuerte, la sociedad civil puede ser entendida como un estadio específico que adquieren diferentes sectores de la sociedad, caracterizado por crear redes de acción y de sentido. Quienes hacen parte de ella orientan una idea básica de la acción política y de su impacto en la arena pública, por lo que a través de la movilización se ponen en acción las diferentes concepciones de participación y formas de lucha para transformar los subsistemas sociales. La negociación y enfrentamiento de proyectos configuran un espacio público, en el que no solo se acuerdan respuestas a las demandas, sino que también se enfrentan y crean sentidos culturales. Esto no significa que la relación con el poder político no se dé ni que permanezca en el plano meramente cultural simbólico. Por el contrario, lo que se pretende con esta visión es complejizar la noción de sociedad civil a partir de la importancia atribuida a la relación con las otras esferas de la vida social, y para ello esta visión articula lo social, lo político y lo cultural.
Los movimientos sociales son una forma de organización visible de la sociedad civil, su comprensión, estudio y definición dependen de las diferentes corrientes sociológicas. La reflexión sobre esta categoría se desenvuelve en