Isla en negro. Yamilet García Zamora

Isla en negro - Yamilet García Zamora


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pérdida de interés a la que llegó el género policial hacia los años recientes por el carácter circunstancial de aquella fórmula setentista, retrasada ya respecto a las actuales condiciones sociales y del campo literario. Seguramente no fueron muchos los que, como Lunar, repararon en que, a pesar de todo, algo de excelencia podía entresacarse de ahí.

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      MISTER NOT GUILTY

      – RODOLFO PÉREZ VALERO –

      El guardia pelirrojo esperó a que la doctora que certificaría la defunción llegara hasta la camilla con las correas. Luego cerró la puerta del cubículo y extrajo las llaves de su bolsillo. Ante él, el reo pareció desvanecerse y el guardia calvo a sus espaldas tuvo que sostenerlo. Del otro lado del cristal de la única ventana, los padres del Peloterito, el niño violado y asesinado dieciséis años atrás, ocupaban sus asientos junto a un grupo de periodistas. Era el día de la inyección letal para Ricardo Abrego, Mister Not Guilty, el condenado a muerte más célebre de los Estados Unidos. El pelirrojo le zafó la cadena de la mano derecha. Y Abrego le lanzó una patada que lo tiró contra el ventanal, torció bruscamente la cabeza del guardia calvo y algo traqueó, y enredó la cadena que pendía de su mano izquierda alrededor del cuello de la doctora. Del otro lado del ventanal, la madre del niño se desmayó.

      Bajo la llovizna, Manny Huerta salió del carro patrullero y abrió la reja de la finca. El detective de la policía de Miami extrajo su pistola y los dos agentes que lo seguían lo imitaron. Mientras avanzaba por el camino fangoso, observó a su derecha un viejo camión con un letrero descolorido: EL MEXICANO. LANDSCAPING AND TREE SERVICE. SE HABLA ESPAÑOL.

      Veinte minutos antes, Manny había recibido una llamada de un tal Juan Flores: escuchó la voz apenas audible del hombre que le rogó que anotara su dirección y, luego, un disparo. Ahora, al tocar a la puerta de la casita de madera, ésta se abrió. Sobre la mesa de la sala comedor, los restos de un desayuno, varios envases de medicamentos, una jeringuilla y un ámpula rota de morfina. En la pared, el escudo del Deportivo Guadalajara, rodeado de fotografías. Manny reconoció en una de ellas a Chicharito, en otra, aparecía todo el equipo bajo el texto Manchester United Premier Cup, 2006; y en una pequeña, un hombre muy flaco sonreía ante una de las entradas al viejo Estadio Jalisco. Mientras avanzaba hacia el dormitorio, Manny recordó su infancia en Cuba, y que su bisabuela, madrileña, lo aficionó al Real Madrid. El hombre estaba sobre un charco de sangre en el piso, aún tenía la pistola en su mano, y a pesar de que le faltaba parte de la cabeza, Manny supo que era el flaco de la foto en el Jalisco. Sobre el televisor, reposaba una cinta de video con la etiqueta para Manny Huerta. El detective ordenó a los agentes que avisaran a la Unidad de Escena del Crimen, y colocó la cinta en el reproductor. Desde la pantalla del televisor, el flaco, muy demacrado, le dijo que era el violador y asesino del Peloterito, que había conocido al menor porque arreglaba patios en esa cuadra, y ese día fue allí a recoger un rastrillo que se le había quedado y vio salir al niño de la casa del doctor Abrego, y no supo por qué, pero le pidió


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