Isla en negro. Yamilet García Zamora
pérdida de interés a la que llegó el género policial hacia los años recientes por el carácter circunstancial de aquella fórmula setentista, retrasada ya respecto a las actuales condiciones sociales y del campo literario. Seguramente no fueron muchos los que, como Lunar, repararon en que, a pesar de todo, algo de excelencia podía entresacarse de ahí.
[4] “La novela de los 80: balance provisional”, Leonardo Padura, en El Caimán Barbudo, edición 211, junio de 1985, p. 8.
[5] Esta alusión enmarca al exiguo corpus de obras que consensualmente se mencionan de ese período como islas a flote sobre un mar de naufragios: El cuarto círculo del dúo Guillermo Rodríguez Rivera y Luis Rogelio Nogueras; otras dos de este último: Y si muero mañana y Nosotros, los sobrevivientes; Joy y La sexta isla de Daniel Chavarría; y Con el rostro en la sombra de Ignacio Cárdenas Acuña.
[6] Una buena manera de entender qué se propuso Leonardo Padura en su reelaboración del policial hecho en Cuba es la lectura del grupo de ensayos agrupados en el tomo Modernidad, posmodernidad y novela policial (Ediciones Unión, La Habana, 2000), donde el autor de Adiós, Hemingway revela sus afinidades con Georges Simenon y Raymond Chandler, dos de los “más literarios” autores del género; y con Manuel Vázquez Montalbán, dentro de un repaso a la actualidad del género en España y la aparición del neopolicial iberoamericano, además de bosquejar los nuevos rumbos del policial en el escenario de la posmodernidad.
[7] Presentada al concurso Aniversario del Triunfo de la Revolución en 1991; sin embargo, ese año el jurado declaró desierto el premio. La suerte de Padura (y el viento de la época) cambió hacia 1993, cuando la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) entregó su premio de novela a Vientos de cuaresma, segunda entrega de la saga de Mario Conde.
[8] En el volumen publicado por Ediciones Unión, La Habana, 2011, este prólogo ocupa las páginas de la 9 a la 13. También aparece como capítulo en el mencionado El que a hierro mata (apuntes sobre la literatura policial cubana), páginas 29 a la 33; y fue reproducido por la web Isliada en: http://www.isliada.com/ensayo/2011/08/el-nuevo-cuento-policial-cubano-la-aguja-en-el-pajar/.
[9] Esta cita y las que vienen a continuación provienen del material referenciado en la nota anterior.
[10] Dice Chandler que “no es necesario, ni deseable, engañar al devoto verdadero de la ficción policiaca”, en “Apuntes sobre la narrativa policiaca”. Tomado de Los desafíos de la ficción (Técnicas narrativas), Casa Editora Abril-Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, La Habana, 2001, pp. 1192-1198.
[11] En realidad un subgénero de la narrativa, que se expresa en novelas y cuentos. Aunque hay ejemplos de poesía con auténtico aliento policial, como “El último caso del inspector” de Luis Rogelio Nogueras.
[12] Esta noción proviene de Agenor Martí y su prólogo a Los policiacos involuntarios. Publicado en 1981 por la colección Dragón de la editorial Arte y Literatura, este volumen incluía relatos de Wilde, Chéjov, Faulkner, Cortázar, entre otros, aglutinados por ser “cuentos policiacos… a medias”, donde: “Ninguno de los autores […] se propuso «escribir una na rración policial» […]. Ha sido a través de la utilización de recursos, situaciones, ambientes o psicologías —de los que históricamente […] la literatura policial se ha apropiado— que estos autores han querido penetrar el ser humano y reflejarlo”.
[13] Ambas denominaciones pertenecen a conocidas novelas y son tributos a La piedra lunar de Wilkie Collins y Agosto de Rubem Fonseca.
[14] Se accede a través de www.isliada.org. Catalogada como Web de Literatura Cubana Contemporánea, se fundó en junio de 2011 por iniciativa personal de los escritores y periodistas Leopoldo Luis y Rafael Grillo. Posee secciones destinadas a narrativa, policial, ciencia ficción, ensayo, poesía, reseña y artículos. Gestiona además un blog, un boletín de distribución por email, un canal audiovisual en YouTube y un proyecto editorial.
[15] Se ha puesto de moda en el policial más reciente que un periodista sea quien desempeñe el rol investigativo tradicionalmente reservado al policía o al detective privado. Un ejemplo celebérrimo es el personaje de Mikael Blomkvist, en la saga Millenium escrita por Stieg Larsson.
MISTER NOT GUILTY
– RODOLFO PÉREZ VALERO –
El guardia pelirrojo esperó a que la doctora que certificaría la defunción llegara hasta la camilla con las correas. Luego cerró la puerta del cubículo y extrajo las llaves de su bolsillo. Ante él, el reo pareció desvanecerse y el guardia calvo a sus espaldas tuvo que sostenerlo. Del otro lado del cristal de la única ventana, los padres del Peloterito, el niño violado y asesinado dieciséis años atrás, ocupaban sus asientos junto a un grupo de periodistas. Era el día de la inyección letal para Ricardo Abrego, Mister Not Guilty, el condenado a muerte más célebre de los Estados Unidos. El pelirrojo le zafó la cadena de la mano derecha. Y Abrego le lanzó una patada que lo tiró contra el ventanal, torció bruscamente la cabeza del guardia calvo y algo traqueó, y enredó la cadena que pendía de su mano izquierda alrededor del cuello de la doctora. Del otro lado del ventanal, la madre del niño se desmayó.
Bajo la llovizna, Manny Huerta salió del carro patrullero y abrió la reja de la finca. El detective de la policía de Miami extrajo su pistola y los dos agentes que lo seguían lo imitaron. Mientras avanzaba por el camino fangoso, observó a su derecha un viejo camión con un letrero descolorido: EL MEXICANO. LANDSCAPING AND TREE SERVICE. SE HABLA ESPAÑOL.
Veinte minutos antes, Manny había recibido una llamada de un tal Juan Flores: escuchó la voz apenas audible del hombre que le rogó que anotara su dirección y, luego, un disparo. Ahora, al tocar a la puerta de la casita de madera, ésta se abrió. Sobre la mesa de la sala comedor, los restos de un desayuno, varios envases de medicamentos, una jeringuilla y un ámpula rota de morfina. En la pared, el escudo del Deportivo Guadalajara, rodeado de fotografías. Manny reconoció en una de ellas a Chicharito, en otra, aparecía todo el equipo bajo el texto Manchester United Premier Cup, 2006; y en una pequeña, un hombre muy flaco sonreía ante una de las entradas al viejo Estadio Jalisco. Mientras avanzaba hacia el dormitorio, Manny recordó su infancia en Cuba, y que su bisabuela, madrileña, lo aficionó al Real Madrid. El hombre estaba sobre un charco de sangre en el piso, aún tenía la pistola en su mano, y a pesar de que le faltaba parte de la cabeza, Manny supo que era el flaco de la foto en el Jalisco. Sobre el televisor, reposaba una cinta de video con la etiqueta para Manny Huerta. El detective ordenó a los agentes que avisaran a la Unidad de Escena del Crimen, y colocó la cinta en el reproductor. Desde la pantalla del televisor, el flaco, muy demacrado, le dijo que era el violador y asesino del Peloterito, que había conocido al menor porque arreglaba patios en esa cuadra, y ese día fue allí a recoger un rastrillo que se le había quedado y vio salir al niño de la casa del doctor Abrego, y no supo por qué, pero le pidió