Crimen dormido. Vanessa Torres Ortiz

Crimen dormido - Vanessa Torres Ortiz


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conoces a mi hermano, teniendo un buen puesto de trabajo en el ayuntamiento se puede permitir todos los caprichos que quiera y se comprará otro. El coche es pequeño, manejable, fácil de aparcar y sencillo para la ciudad, te viene como anillo al dedo, Cintia. Yo creo que el interés de mi hermano por cambiar de coche se debe a una chica a la que quiere impresionar, jejeje.

      —Los hombres siempre pensando que a las mujeres hay que impresionarlas con bienes materiales y caros… —refunfuñó cruzándose de brazos—. Pues conmigo no funcionan así las cosas.

      —Vale, pero admite que para muchas mujeres sí —le insistió él.

      —Bueno —dijo Cintia apartándose el cabello de la cara—, entonces si me lo deja tu hermano a un buen precio, me quedo con él.

      —Tenlo por seguro, no hay problema. —Se miraron a los ojos y se echaron a reír.

      Aquel pub no era el mismo desde que no lo frecuentaban: habían cambiado el color de las paredes de un verde turquesa a un morado oscuro. El mobiliario también era distinto: las mesas y sillas iban a juego siendo transparentes, pero parecían más cómodas que las anteriores, eso sí. El personal que servía las copas también había sido sustituido y ahora solo se podía ver a guapas camareras con grandes pechos casi totalmente al descubierto e incluso habían colocado dos jaulas enormes donde cada cierto tiempo se introducían dos bailarinas muy fresquitas de ropa.

      —Vaya —dijo Cintia al oído de Juanra—, este pub ha cambiado desde que no venimos… Parece, no sé, ¿más para hombres?

      —¿Lo dices por las chicas? —preguntó Juanra con cierta picardía.

      —Más bien por sus delanteras y sus cuerpos casi desnudos.

      —Bueno —continuó él—, los cambios son buenos, ¿no? Posiblemente se encontraban escasos de clientes… —explicó entre risas.

      La noche transcurrió de la mejor forma posible: sus vasos se iban llenando sucesivamente, las risas iban en aumento según transcurría el tiempo y fluía el alcohol. Parecía que se acababan de conocer: volvieron a contarse sus vidas y a recordar vivencias juntos donde acababa estallando la risa. Sin ser conscientes ninguno de los dos del tiempo que llevaban en aquel pub, la gente se iba marchando: solo quedaban tres hombres en la barra, seguramente tirando los tejos a la guapa camarera de grandes pechos; y otra pareja aislada difícil de ver en una esquina del pub, en la penumbra. Entonces, sonó una canción lenta de esas que las parejas solían bailar antiguamente en las discotecas. Juanra se levantó e invitó a bailar a Cintia; ella no dudó. Allí permanecieron toda la canción abrazados: podían respirar cada cual el perfume del otro mientras las mejillas de ella anunciaban que el alcohol ya había hecho bien su trabajo. En un instante, sus miradas se mantuvieron intensas contemplándose fijamente; entonces él pensó que ese era el momento, el gran momento que siempre había estado esperando: «¡Bésala!», le gritaba su mente y así lo hizo. Sus labios por fin se juntaron para permanecer así durante un periodo largo de tiempo; parecía que ninguno de los dos quería que ese momento acabase.

      Salieron del pub abrazados y bromeando de nuevo. Cintia no podía esconder la gran alegría que sentía en aquel momento. Subieron al Audi A4 y, cuando llegaron a la casa de ella, paró Juanra el motor del coche tal vez con la intención de crear ambiente; se moría de ganas de que lo invitara a pasar a su casa. Se volvieron a mirar fijamente y se besaron; entonces ella separó sus labios por un momento para susurrarle:

      —¿Quieres tomar la última copa en mi casa?

      —Claro que sí —contestó rápidamente Juanra y, a continuación, le dio un dulce beso en los labios.

      La noche había transcurrido como un cuento de hadas, pero, en cuanto Cintia concilió el sueño, aparecieron sus temidas pesadillas de nuevo. Allí se encontraba ella, en una tremenda oscuridad; la moto y su hermano Jaime yacían en el suelo. Sangre. Al otro lado, Jenny: su vestido blanco de tirantes se confundía con largos caminos de sangre, mucha sangre.

      —¿Por qué, Cintia? ¿Por qué? —gritaba Jaime.

      —¿Por qué, Cintia? —gritaba Jenny.

      —¡¿Por qué qué?! —gritaba en esta ocasión ella. Los miraba a los ojos, unos ojos completamente vacíos, vacíos de vida, llenos de rabia y dolor—. ¿Qué queréis de mí? ¿Qué puedo hacer yo?

      El cuerpo de Cintia comenzó a agitarse fuertemente en su cama, a moverse con énfasis; llegó a gritar y entonces Juanra despertó.

      —¡Cintia, despierta! ¡Despierta!

      Entonces abrió los ojos llena de ira: se sentía aturdida, continuaba sintiendo el mismo terror que en el sueño; el frío, la sangre…

      —Tranquila. —La abrazó—.Tranquila, solo era una pesadilla. Ya pasó.

      Puso los pies en el suelo y se dirigió al cuarto de baño para mojarse la cara. Él la siguió preocupado.

      —Ya está, Cintia, solo era una pesadilla —dijo él mientras la agarraba por la cintura dulcemente.

      —Sí, Juanra, sé que solo son pesadillas, pero prácticamente las tengo todas las noches. Siempre lo mismo: mi hermano, su moto y Jenny. Me preguntan el porqué de algo, no sé a lo que se refieren. ¡¿Qué quieren?!

      —Los sueños suelen reflejar malas o buenas vivencias, eso es todo. Todavía no has superado la muerte de tu hermano, creo que ese es el motivo de tus pesadillas, Cintia. Debes pasar página de una vez por todas; estoy convencido de que en cuanto lo hagas, desaparecerán. —Intentó tranquilizarla Juanra mientras le acariciaba dulcemente la mejilla.

      —No, Juanra, es algo más que eso, estoy convencida. Hay algo que no cuadra tanto en la muerte de Jaime como en la de Jenny, y a su vez me están diciendo que ambos crímenes están relacionados entre sí. Tengo que averiguarlo, no voy a descansar hasta que lo consiga, hasta que consiga demostrar que la muerte de Jaime no fue un mero accidente, y Jenny… pues algo habrá.

      —Está bien, sabes que puedes contar conmigo para lo que quieras. —La besó en la mejilla y comenzó a ponerse los pantalones.

      —¿Adónde vas? —preguntó Cintia intrigada.

      —A preparar el desayuno. Los malos espíritus se van con el estómago lleno, ¿lo sabías? —Volvió a abrazarla y mientras la miraba a los ojos se acercó a ella con una sonrisa pícara—. Antes de que surgieran las pesadillas, ¿qué tal te pareció la noche?

      Cintia miró al suelo ruborizada y a su vez, con una tímida sonrisa, contestó:

      —Pues… me pareció una magnífica noche, de veras que sí.

      —¿Estás dispuesta a repetir?

      —Por supuesto.

      Capítulo 3

       DESCUBRIENDO UN PASADO

      Aquella mañana, Cintia desvió su camino, que la conducía hasta la redacción del periódico, para seguir otro que la llevaba a comisaría; quería preguntarle al capitán Méndez por la autopsia del matrimonio. Cambió de ánimo por completo: había pasado una noche fantástica con Juanra, se sentía cómoda con él; por fin el entusiasmo por la vida había nacido en ella. No sabía si Juanra sería el hombre de su vida, la persona con la que seguir su camino, formar el día de mañana una familia y hacer visitas a los familiares... Precisamente, eso era algo que ella no pensaba realizar, fuese con él o con otro; en definitiva, no sabía si algún día se encontraría completamente enamorada de él, pero por ahora era la persona con la que mejor se sentía, era un encanto. Por otra parte, a Juanra también lo veía feliz; sabía que él la quería y mucho.

      Sumergida en sus pensamientos, no se dio cuenta de que había llegado a la puerta de comisaría. Era un día caluroso de verano; el hecho de tener que ir caminando hasta allí había sido el culpable de que unas gotitas de sudor manaran de su frente: sacó un pañuelo


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