Arkoriam Eterna. Alejandro León Galindo
el lugar había conocido las calles y las guardias y aprendió también un poco respecto de la política y modo de gobierno, aprendió con quiénes podía tratar abiertamente y de quiénes debía cuidarse. Descubrió asimismo que la ciudad se encontraba repartida entre siete grandes gremios de comerciantes y supo de inmediato que era en uno de estos grandes gremios que encontraría su estabilidad económica.
Sus habilidades podrían ser de mucha utilidad a uno de estos señores, y si sus lugartenientes no se habían fijado en él durante estas semanas, pues tendría entonces que forzar un encuentro «fortuito».
Valentine sonrió una vez más y comió con gusto. Los dados ya se habían lanzado sobre la mesa, ahora solo debía esperar a que terminaran de rodar.
Subió las escaleras de la posada para dirigirse a su cuarto y justo antes de introducir la llave en la cerradura de la puerta pudo notar algo que no estaba bien. Era un detalle pequeño, pero él había logrado verlo: se trataba de un pequeño rayón en la cerradura. La posada en la que se hospedaba era una de las más costosas de la ciudad y su pulcritud y belleza eran conocidas en toda Tabask: se fijaban en todos los detalles, incluso en los más mínimos, y este rayón no se encontraba allí cuando salió en la mañana; y muy seguramente había sido hecho después que asearan el lugar... O causado por una de las empleadas al entrar a ordenar el cuarto. Tal vez se estaba volviendo algo paranoico. Fuera una u otra cosa, no se arriesgaría.
Revisó minuciosamente la puerta para asegurarse de que no encontraría ningún tipo de trampa y al mirar con más detalle la cerradura pudo ver unas pequeñas mellas, imperceptibles para el ojo no entrenado, en el orificio de la llave, lo cual le indicaba que alguien había forzado la entrada. Finalmente abrió la puerta estoque en mano y con todos sus sentidos al máximo se adentró en el cuarto. Estaba muy oscuro, lo cual utilizó como ventaja desvaneciéndose en las sombras para ocultarse de aquel que hubiese entrado a su dormitorio. Pero nada escuchó, en el lugar no había nadie además de él. Ya más tranquilo envainó el estoque y encendió las velas del dormitorio para examinar con detalle qué podría haber pasado. Pero todo estaba en su lugar. Valentine soltó un suspiro que parecía más una pequeña risa, colocó las manos en la cintura y negó con la cabeza.
Y entonces lo vio. Justo detrás de una de las patas de una mesa que se encontraba en una de las esquinas del cuarto pudo ver un lánguido y fugaz brillo, delgado y fino como el de una tela de araña. El aventurero asomó el candelabro con el fin de observar mejor de qué se trataba. Sus sospechas se habían confirmado, se trataba de un cabello, un cabello rubio, largo y lacio.
Ahora entendía lo que había pasado: alguien se había tomado la molestia de entrar con el mayor sigilo posible en la habitación y había examinado con un cuidado pasmoso cajones y baúles tratando de dejar todo en su lugar para no despertar sospechas, pero Valentine, al abrir el cajón de la mesa esquinera, pudo ver que su astrolabio, un regalo del capitán Baka, ya no apuntaba a la estrella de Aurim que señala el norte para los marinos en el mar Ivinie, como a él le gustaba dejarlo, sino que se encontraba apuntando ligeramente al noreste, lo que quería decir que el intruso lo había desplazado de izquierda a derecha para revisar si debajo de este se encontraba lo que fuera que anduviera buscando y, al ponerlo de nuevo en su sitio, no se fijó en la posición correcta en la que estaba, o fue incapaz de dejarlo como antes, pues a fin de cuentas no cualquiera sabía usar un astrolabio.
Pero lo que andaba buscando el intruso siempre viajaba en uno de los bolsillos de Valentine. El humano tenía ahora la ventaja y sabía que vendrían a buscarlo directamente, así que trataría de aprovechar su ventaja.
***
La noche estaba bastante oscura, no había lunas y las pocas estrellas que no estaban cubiertas por enormes nubes titilaban débilmente, con pereza, como si no quisieran estar allí si no se encontraban acompañadas de las lunas de Arkoriam. Pero esto no era un impedimento para el intruso ya que sus ojos fueron hechos para adaptarse a la poca luz de la noche, así como los ojos de los animales nocturnos, que podían atrapar la poca luminiscencia de la noche cerrada y reflectarla al doble de su intensidad para ver mejor su entorno.
La criatura ya había estado en el lugar con anterioridad y lo había revisado con calma y por eso sabía que la ventana contaba con cerrojos bastante fuertes y difíciles de violar, así que optó por la puerta. Con un cuidado y una paciencia ancestrales logró quitar el seguro y abrir la puerta en un silencio absoluto, fijó su mirada en la cama donde yacía su víctima y sacó su afilada daga dispuesto a cumplir con su trabajo. Pero entonces una débil ráfaga de viento rompió su concentración. Miró el lugar de donde había venido el viento, se trataba de la ventana, estaba abierta ¡cómo no se dio cuenta desde el primer momento! Había volcado tanto su atención sobre su enemigo que había ignorado por completo el resto de su entorno; estaba tan confiado en su superioridad que olvidó por completo las reglas básicas del acecho. De golpe una advertencia llegó a su cabeza y corriendo hacia la cama, de un solo y rápido tirón, quitó las cobijas para solo encontrar almohadas formando el bulto que creía era su objetivo. Maldijo en silencio, ahora su presa podría estar a horas del lugar.
Pero de pronto sus ojos entrenados vieron una sombra pasar frente a la ventana, a gran velocidad. Sin perder un segundo el asesino corrió hasta allí y agarrándose del marco superior de la ventana hizo una pirueta con fuerza y elegancia que lo dejó de inmediato sobre el tejado de la posada.
Una búsqueda rápida con la mirada le permitió dar con su objetivo, que se desplazaba torpemente por entre los techos planos de la ciudad. Sin perder una fracción de segundo empezó a correr hacia él, seguro de alcanzarlo en pocos pasos, pero, de repente, cuando tenía a Valentine a un brazo de distancia este aumentó su velocidad en un abrir y cerrar de ojos, su andar dejó de ser torpe y errático y salió despedido hacia la pared alta de una casa que se encontraba a su izquierda, la cual usó de apoyo para dar dos pasos rápidos y así impulsarse hacia el siguiente techo que se encontraba justo frente a él. El perseguidor no se quedó atrás a pesar de haber sido cogido por sorpresa; aceleró al máximo y en vez de usar la pared como trampolín hacia el siguiente techo, saltó, se colgó de forma similar a la cornisa de la ventana y empezó a correr por el techo de esa casa, paralelo al aventurero.
De pronto el perseguido trató de dar un giro inesperado hacia la derecha, resbalando un poco. El asesino tuvo mejor suerte y aprovechó el giro y la altura para dar un gran salto con su daga en alto para estocar al joven hombre, pero este ya había recuperado el impulso y logró escapar del feroz ataque con apenas un rasgón sobre su gabán y, dando un respingo, saltó directamente sobre otro techo que se encontraba frente a él, cruzando una calle angosta. El salto fue largo, pero gracias a su espigada estatura lo logró por los pelos. Dando una voltereta para amortiguar los golpes, rodó unos pasos más antes de ponerse de pie y seguir corriendo. El asesino, por el contrario (y siendo una palma más bajo que Valentine), se quedó corto en el salto; sin embargo, a medio vuelo logró corregir su postura para atravesar una pequeña ventana que estaba a punto de ser cerrada por una mujer regordeta que, con un grito de espanto, se agachó en el momento preciso para que el delgado y atlético elfo entrara, rodara y, con ese mismo impulso, continuara corriendo. Destrozó una puerta con un tacle y gruñendo a causa del dolor siguió sin descanso hasta saltar por la siguiente ventana hacia la pared de enfrente y, apoyándose en un par de bisagras, subió rápidamente al techo.
Una mirada rápida le permitió dar con su objetivo quien, al parecer, confiado, nuevamente había aflojado el paso. Esta vez decidió no ir directamente tras él y escondiéndose entre en la noche empezó a acechar al aventurero. Este parecía claramente confuso y miraba hacia todos lados intentando dar con su victimario mientras trataba de no detenerse.
De pronto, como salido del mismo infierno, el elfo asesino saltó de entre las sombras de un edificio de dos plantas que se encontraba a su izquierda, arrojando dos dagas hacia su humanidad. Con un esfuerzo que quemaba sus músculos, Valentine logró esquivar ambas armas con un rollo hacia la derecha, cuando vio cómo el asesino se acercaba empuñando espada y daga.
El aventurero creía que su enemigo lo superaba marcialmente, así que pensando rápido y tratando de ajustar su plan a la situación, dio una patada a la empuñadura de una de las dagas que yacían en el suelo, arrojándola hacia