El islam y la cultura occidental. Lourdes Celina Vázquez Parada
terminó. De esta época, en sus obras completas se incluye el Canto de Mahoma, un fragmento literario poco conocido por los estudiosos de la literatura, pero citado con frecuencia por los orientalistas. Para Anne Marie Schimmel, investigadora alemana muy reconocida en literatura oriental, se trata de la más bella descripción del profeta Mohammed jamás escrita. A Goethe le fascinaba la cultura árabe, a tal grado que no se conformaba con las traducciones del Corán al alemán o latín; y cuando llegaba a sus manos un manuscrito árabe del Corán, se ponía a traducirlo literalmente de inmediato, tratando de descifrar aquellos enrevesados documentos.145
Para Goethe lo más importante no es traducir los textos de lenguas orientales, sino que los considera fuente de inspiración para escribir su propia literatura. Cuando lee los versos del poeta persa Hafíz en una versión alemana bastante mediocre, se convierte en uno de sus preferidos. Su genio y fuerza intuitiva le permiten captar la esencia de la obra y escribir, inspirado por él, el Diván de Occidente y Oriente uno de sus grandes poemarios. Agrega a este libro un anexo erudito titulado “Notas y disertaciones para la mejor comprensión del Diván de Occidente y Oriente”,146 donde ofrece una introducción a las letras hebreas, árabes y persas hablando también de la historia de estas culturas. Después de comentar brevemente el Cantar de los Cantares y el Libro de Ruth como joyas del Antiguo Testamento, Goethe nos habla de unos poemas árabes “compuestos antes de la era mahometana, y que escritos en letras de oro, pendían de las puertas del templo de la Meca”.147 Se trata de “peregrinos que obtuvieron la palma en poéticos certámenes”. De estos “espléndidos tesoros”,148 Goethe incluye 28 poemas breves que él mismo tradujo de una versión latina.
En la época del profeta Mohammed, el árabe era una de las lenguas literarias más desarrolladas. Para Anne Marie Schimmel, la lengua era para el islam lo más valioso que le ofrecía su cuna árabe. Y opina que después del periodo preislámico, la poesía árabe nunca volvió a alcanzar la perfección de entonces. Así nos podemos explicar el entusiasmo de Goethe por la poesía árabe de este tiempo y también por el Corán que fue escrito en una lengua que había llegado a su máximo grado de perfección literaria. “Es el estilo del Corán”, dice Goethe, “según su objeto lo pide, severo, grandioso, terrible y a trechos realmente sublime”.149
Mohammed era analfabeta y no tenía la intención de que se escribiera una obra literaria con las revelaciones que había recibido. Goethe nos explica que “él es un profeta, no un poeta, y que, por consiguiente, ha de tenerse su Corán por el Libro de la ley divina y no por un libro humano, compuesto para enseñanza o solaz de las gentes”150. El Corán, dice Goethe, es un libro que a veces “nos inspira empacho; pero al mismo tiempo nos atrae, nos llena de asombro y acaba por imponernos respeto”.151 Pero a pesar de toda su admiración por Mohammed, critica “su inquina contra los poetas”. Mahoma llega al extremo de prohibir las fábulas. Las mil y una noches son precisamente lo contrario a lo que quería Mahoma: “Su peculiar carácter consiste en no proponerse ningún fin moral, sacando por consiguiente al hombre fuera de sí mismo, en vez de meterlo más en sí, trasladándolo a un mundo de libertad absoluta”.152
Goethe y Herder son personas ilustradas abiertas a las más diversas corrientes culturales del mundo. Para Goethe, como poeta y panteísta, la literatura del islam le atrae más que la religión, a la cual respeta igual que al judaísmo y cristianismo. No hay duda de que la cultura islámica lo fascinó y tuvo un gran impacto en su obra.
Annemarie Schimmel, mediadora entre las culturas islámica y cristiana
Annemarie Schimmel es, sin duda, en Alemania, la especialista más destacada en la religión islámica y la cultura musulmana en general. Nació en 1922 y desde su infancia ya se interesaba por la cultura del islam. En 1939, empezó a estudiar árabe en Berlín y posteriormente persa y turco. Como alumna de destacados orientalistas alemanes, le atrae particularmente la literatura de los sufíes, la corriente espiritual. Entre sus libros destaca uno sobre el poeta místico Rumi, quien escribió en lengua persa durante el siglo xiii. Schimmel publicó en 2002, a la edad de ochenta años, su libro Siguiendo la huella de los musulmanes. Mi vida entre dos culturas,153 editado por Herder en Friburgo. No se trata de una autobiografía, sino una larga entrevista realizada por dos orientalistas jóvenes.
En este libro quiere explicarnos diversos aspectos interesantes de la cultura islámica que tanto admira. En la contraportada cita a Roman Herzog, antiguo presidente de Alemania, quien dijo: “A la larga, es imposible la convivencia si no nos conocemos mutuamente. Con respecto al islam, Annemarie Schimmel hizo posible esta comprensión”.
La carrera universitaria de Schimmel es poco convencional. Después de terminar la formación de investigadora en Marburg como orientalista y especialista en ciencias de la religión, no puede conseguir una plaza definitiva en una universidad, porque el gremio de los orientalistas no quiere abrirse a las mujeres. Pero la Facultad de Teología Islámica de la Universidad de Ankara le ofrece la cátedra Historia Comparada de las Religiones, lo que le permite estar en estrecho contacto con estudiantes musulmanes durante cinco años. Schimmel queda impresionada con la tolerancia de los musulmanes turcos.
Curiosamente obtiene más apoyo fuera que dentro de Alemania. A nivel internacional se hizo famosa como orientalista gracias a una plaza de profesora en la Universidad de Harvard. También impartió cursos en la Universidad de Bonn; pero sus colegas alemanes no la valoraron, por lo menos al principio, porque ella no se limitaba al estudio de temas clásicos del islam, sino que extendió sus investigaciones a aspectos de la cultura musulmana actual.
Sus frecuentes viajes y largas estancias en países musulmanes le permitieron conocer al islam por experiencia propia y no solo a través de los libros clásicos. Schimmel había recibido una educación protestante que le permitió conocer a fondo la Biblia. Es una mujer religiosa, pero su fe cristiana no le impide admirar al islam. Así, señala, por ejemplo, en una entrevista: “Lo que realmente me fascina del islam es la fe, la entrega absoluta. El verdadero islam para mí es maravilloso. Justo en este momento, en el cual somos cada vez menos cristianos y nos alejamos cada vez más de la religión, me doy cuenta de que precisamente este aspecto del islam me atrae realmente”.154
Para Schimmel, el islam no es solamente un objeto de estudio, sino una religión y una cultura por la cual siente gran simpatía. A diferencia de la mayoría de sus colegas no examina la literatura de los musulmanes con el interés distante de un arqueólogo, sino de manera apasionada.
Como orientalista, además de realizar estudios importantes sobre literatura árabe, turca y persa, también se hizo famosa como traductora. “Traducir es como pasar con barco de una orilla a otra. Utilizo con frecuencia la imagen de un puente. Como traductores pertenecemos a las dos orillas y tratamos de establecer una comunicación: Ese es, en apariencia, el sentido original de la traducción”.155 El Corán, siendo uno de los libros más difundidos, tiene diversas traducciones a todos los idiomas. Schimmel comenta ampliamente las numerosas dificultades a las cuales se enfrenta un traductor de un libro sagrado. Además de un conocimiento teológico amplio, se requiere sensibilidad de estilo, porque es también un libro con valor literario. Para ella, por desgracia, la mayoría de las traducciones del Corán al alemán son poco satisfactorias.
Los especialistas suelen discutir si es conveniente traducir la palabra Alá por Dios o dejar el término original. Schimmel piensa que es necesario traducirlo para no ocultar los orígenes comunes del islam, cristianismo y judaísmo. Las tres religiones son monoteístas y adoran al único Dios existente. La autora ilustra esta cuestión con una anécdota: un diputado federal exigió que se prohibiera a los musulmanes traducir Alá por Dios, porque, según él, el Alá de los musulmanes solo era un ídolo que nada tenía que ver con el Dios cristiano. A este diputado ignorante luego se le explicó que también los cristianos árabes utilizaban el término Alá, cuando se referían a Dios.
En una parte de la entrevista se ocupa del tema de los velos utilizados por muchas mujeres musulmanas. Como buena protestante, Schimmel conoce muy bien la Biblia y cita al respecto el capítulo 11 de la primera carta a los corintios, donde san Pablo dice que la mujer tiene que cubrir la cabeza. Pero con excepción de algunas monjas, hoy día ya nadie sigue esta recomendación. En el siglo vii, cuando vivía el profeta, este