El islam y la cultura occidental. Lourdes Celina Vázquez Parada
en los autores que analizamos; la mayoría de ellos europeos y norteamericanos. Otros conceptos y categorías aparecerán en futuras investigaciones, cuando los nuevos paradigmas se afiancen y nos permitan comprender la realidad desde otra óptica.
Los encuentros del islam y la cultura occidental durante la Edad Media y la Ilustración
Durante el siglo xviii surgieron las ciencias modernas y se desarrollaron a la par las disciplinas humanísticas. La historiografía, que hasta entonces se basaba en leyendas y creencias populares, descubrió el examen crítico de los documentos y se convirtió en una disciplina científica. Se sistematizó el estudio de la lengua y literatura y con ello se obtuvo mejor acceso a las culturas orientales. El estudio de las lenguas hebrea y griega ya tenía una larga tradición para los teólogos, pero a partir de la Ilustración se despertó el interés por las orientales, como el árabe, el persa y el sánscrito. Los filólogos prepararon ediciones críticas de grandes textos clásicos como los cantares de gesta: el Cantar del mio Cid, el Cantar de Roldán, Cantar de los Nibelungos, La divina comedia, el Corán y muchos otros libros fundamentales de la cultura. Se despertó también un especial interés por los tesoros ocultos de las culturas orientales, como los Vedas de la India, el Tao Te King de Lao Tse, o el I Ching, que han atraído desde entonces a numerosos intelectuales del occidente.
Pero mientras los ilustrados franceses, como Voltaire, estaban convencidos de la superioridad de la cultura occidental de su tiempo, el alemán Herder opinaba que no tiene sentido jerarquizar la cultura, sino que todas las obras artísticas o literarias de diferentes épocas y países enriquecen igualmente el gran patrimonio cultural de la humanidad. Herder se interesó por todas las culturas del mundo que le eran accesibles y fue uno de los conocedores de la poesía árabe y persa que se empezaba a difundir en Europa durante el siglo xviii.
Los historiadores recientes ven a la España medieval como un ejemplo de que personas de diferentes culturas y religiones pueden convivir pacíficamente, y que esto produce un intercambio cultural fructífero. Piensan que la expulsión de moros y judíos empobreció la cultura española. La Alhambra de Granada, la mezquita de Córdoba y la Giralda de Sevilla son testimonios elocuentes de la grandeza de la cultura árabe en la península hispánica. Para Américo Castro,120 la convivencia de cristianos, árabes y judíos es un factor decisivo para el desarrollo cultural de España. A Deyermond esta afirmación le parece exagerada, pero reconoce que “A esta coexistencia o convivencia se debe, en efecto, la preservación de la lírica hispánica más antigua conocida”.121 Este historiador de la literatura señala como ejemplo “unos breves poemas escritos fragmentariamente en mozárabe, dialecto arcaico del español utilizado en las zonas de dominio islámico”.122 Notamos la influencia de lo árabe en diferentes campos de la literatura medieval en la península ibérica; por ejemplo, los poetas hebreos de la época se inspiraban en la técnica árabe. Asimismo, el conflicto entre moros y cristianos en España se refleja en obras medievales importantes como Los Siete Infantes de Lara, en Cantar de mio Cid y más tarde en Francia en El cantar de Roldán. Cuando se inicia el despertar cultural de España en el siglo xiii, el país no puede olvidarse de su deuda cultural con los árabes. En el siglo xii todavía las grandes culturas de la península ibérica son la árabe y la judía. Deyermond señala al respecto: “El nivel muy alto desde el punto de vista cultural y tecnológico que la España árabe alcanzara, al tiempo que los reinos cristianos de la península se hallaban sumidos en el atraso y en la pobreza, proporcionó un poderoso incentivo para la adquisición del conocimiento por medio de las traducciones”.123 Gracias a Raimundo, Arzobispo de Toledo (1126-1152), las actividades esporádicas de traducción se convirtieron en una escuela organizada. Debido a la confluencia de lo hispánico, árabe y hebreo, cuando Alfonso X sube al trono en 1252, España desarrolla una floreciente vida cultural. Los españoles pusieron “al alcance de Europa ejemplares traducidos no solo de los escritores árabes, sino también hindúes y persas, previamente vertidos, estos últimos al árabe, y buen número, finalmente, de obras griegas (algunas incluso de Aristóteles) perdidas en la tradición occidental, conservadas en cambio con la adición de comentarios, en versiones árabes”.124
Raimundo Lulio (1232-1316), el gran pensador y literato de Mallorca, conocía a fondo la cultura árabe. Para poder convertir a los otros pueblos al cristianismo exigía “una formación sólida para los infieles —en primer lugar al árabe que él mismo dominaba y amaba y cuya belleza que se manifiesta en el Corán sabía apreciar.125 En su obra Libre de gentil (Libro de los paganos) disputan tres sabios, un judío, un cristiano y un musulmán. Según Franco Cardini “la obra es la expresión de la profunda convicción de Lulio de que las tres religiones son verdaderas”.126 Más tarde, Lessing propaga la misma idea en la parábola de los tres anillos. Lulio se fue a la edad de 82 años al norte de África para predicar el Evangelio, donde unos musulmanes fanáticos lo hirieron mortalmente. De allí fue llevado en un barco a su ciudad natal, Palma de Mallorca, donde muere.
La visión de Mahoma del cielo y el infierno se refleja en el Livre de l’eschiele Mahomet,127 señala Franco Cardini. Y aunque tal vez se trata de la traducción de una obra castellana que se perdió, de todas maneras la leyenda árabe en que se basa fue ampliamente difundida en la España del siglo xiii. En el mismo siglo se escribe también la Estoria de España, a la cual la historiografía árabe hizo valiosas aportaciones. Son los árabes quienes despiertan el interés por la historia económica.
A finales de la Edad Media, la presencia de la cultura árabe, que ya no es superior a la cristiana, se reduce cada vez más en Occidente. En el siglo xiv destaca en la literatura española el Poema de Yucuv,128 cuya fuente primordial es la vida de José de Egipto que el Corán ofrece. Se trata de un poema español escrito con caracteres árabes y que la crítica considera como obra literaria menor. Más tarde, en el siglo xvi, la presencia de lo musulmán continúa como escenario exótico en la novela bizantina, cuando la antigua Constantinópolis, en manos de los turcos, es el sueño de los aventureros. Otra obra maestra que influenció a Boccaccio y otros autores es Historia del Abencerraje y la hermosa Jarifa,129 anónima del prerrenacimiento italiano, donde se narra cómo los cristianos toman preso al noble moro Abidarráez para evitar que acuda a su cita con Jarifa, pero un generoso general cristiano lo libera para que busque a su amada. El escenario idealizado es Andalucía, donde luchan moros y cristianos. Se trata de una novela de amor exótica que no profundiza en la cultura musulmana.
En este siglo surge también el interés por las traducciones del Corán. El delegado papal en Constantinopla, antes de la conquista por los turcos, invita a dominicos y franciscanos a hacer nuevas traducciones del Corán, porque sólo así los occidentales podrían tener una idea de lo que consideraban sus pasajes absurdos y numerosas contradicciones. A Nicolás de Cusa no le interesaba entender a fondo el islam para poder apreciarlo, como lo había hecho Lulio; él sólo buscaba argumentos contra esta nueva religión que competía con el cristianismo. Un arma de la lucha contra el islam es su tratado Cribratio Alkorani (Examen del Corán) dirigido a los misioneros que convertirían a los musulmanes al cristianismo.
También en la literatura medieval italiana se nota la presencia de la cultura árabe. Durante varios siglos, los árabes ocuparon la isla de Sicilia. A principios del siglo xiii residía allí, como su rey, el emperador alemán Federico II. Fue uno de los grandes admiradores de la cultura árabe. Era un príncipe sumamente culto en cuya corte se cultivaban las letras. Allí surgió el soneto, y se supone que en el origen de esta forma poética no solo hay influencias provenzales, sino también árabes.130 Su biógrafo Ernst Kantorowicz lo describe como un hombre abierto a nuevos conocimientos y “gracias a su origen siciliano ya estaba predestinado a ser uno de los grandes mediadores y unificadores del oriente y occidente”.131 Federico II tuvo contacto directo con filósofos, matemáticos y astrónomos árabes.
Gracias a los libros árabes traducidos al latín se recuperó gran parte de la obra de Aristóteles, desconocida para los medievales del siglo xii. Se trata sobre todo de sus escritos que se refieren a las ciencias naturales y exactas, la metafísica, la ética y la política. Estos textos se tradujeron del árabe y griego en España y Sicilia, y se difundieron como las obras del “nuevo Aristóteles”.132 El texto original griego fue traducido al árabe en Siria. Los filósofos árabes de la época conocían muy