Ideología y maldad. Antoni Talarn

Ideología y maldad - Antoni Talarn


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eso, Jekyll, el noble doctor, es claramente responsable de lo que le sucede, y así lo manifiesta en diferentes ocasiones:

      Aquella noche llegué al fatal cruce de caminos. Si me hubiera enfrentado con mi descubrimiento (el conocimiento que la pócima alteraba su personalidad y su físico) con un espíritu más noble, si me hubiera arriesgado al experimento impulsado por aspiraciones piadosas o generosas todo habría sido distinto, y de esas agonías de nacimiento y muerte habría surgido un ángel y no un demonio. Aquella poción no tenía poder discriminatorio. No era diabólica ni divina….

      Jekyll, de un modo plenamente consciente, es sabedor de que ha realizado, ante las posibilidades que le abre su descubrimiento, una elección. Una elección que se basa en su vida, en cómo la siente dadas sus circunstancias12 y en su carácter:

      En aquellos días aún no había logrado dominar la aversión que sentía hacia la aridez de la vida del estudio. Seguía teniendo una disposición alegre y desenfadada y, dado que mis placeres eran (en el mejor de los casos) muy poco dignos y a mí se me conocía y respetaba en grado sumo, esta contradicción se me hacía de día en día menos llevadera. La agravaba, por otra parte, el hecho de que me fuera aproximando a mi madurez. Por ahí me tentó, pues, mi nuevo poder hasta que me convirtió en su esclavo.

      Así se llega al punto final y trágico de la historia. Mr. Hyde acaba por vencer los atormentados esfuerzos del Dr. Jekyll para no sucumbir a la tentación del mal:

      Todo parecía apuntar a lo siguiente: que iba perdiendo poco a poco el control sobre mi personalidad primera y original, la mejor, para incorporarme lentamente a la segunda, la peor.

      Cuando el Dr. Jekyll quiere retomar el control ya no puede:

      […] quizás eligiera con reservas inconscientes porque ni prescindí de la casa del Soho (refugio de Mr. Hyde), ni destruí las ropas de Edward Hyde, que continuaron colgadas en el interior de su armario.

      Esas ropas en el armario, que podríamos tomar como símbolo de sus reservas, no tan inconscientes, son las ropas con las que Jekyll —y Hyde— finalmente morirán y pondrán fin a su suplicio, y al de los demás, aquellos que tenían la mala suerte de tropezarse con Mr. Hyde.

      En definitiva, Stevenson nos muestra que lo fáustico puede habitar en nosotros, al lado de nuestras virtudes, y no parece conveniente despertarlo o recurrir al mismo en exceso. Una vez invocado, su avance puede ser más o menos lento, más o menos circunstancial, pero puede llegar a dominarnos y a perjudicarnos, a nosotros mismos y a los demás. Por eso el Dr. Jekyll escribe en su postrer misiva que morirá como un desventurado. No fue la pócima la que le trajo la desventura, sino que esta llegó de la mano de sus afanes y contradicciones. A lo largo de este texto veremos cómo las ideologías pueden, según en qué circunstancias, despertar lo más mortífero de cada cual.

      Desventuradas son, también, las víctimas de la maldad humana, que sufren en sus vidas aquello que no merecen y desventurados, cómo no, aquellos que las provocan, quienes se han dejado arrastrar, hasta perder la conciencia moral, por su Mr. Hyde particular.

      Frente a tanto dolor es necesario aprender, aprender y aprender, y poder pensar sobre la violencia y la maldad, sin que ni el horror, ni la espontánea empatía con las víctimas nos impidan hacerlo (Zizek, 2008). Aprender y pensar, para sacar a relucir, o intentarlo al menos, las condiciones determinantes de esta faceta de la humanidad escondida —Hyde— y, a la vez, tan cotidiana.

      Referencias bibliográficas

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       Arteta, A. (2010). El mal consentido. Madrid: Alianza.

       Freud, S. (1910). Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica. En: Obras Completas, vol: XI. Buenos Aires: Amorrortu.

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       Galtung, J. (1969). “Violence, peace, and peace research.” Journal of Peace Research, 6, 167–191.

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       Marías, J. (2011). «En busca de la infelicidad permanente». El País Semanal, 13/XI. Disponible en: https://bit.ly/2V6tAX2.

       Moya, L. (2010). Neurocriminología. Psicobiología de la violencia. Madrid: Pirámide.

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       Stevenson, R. L. (1886). Dr. Jekyll and Mr. Hyde. London: Longmans, Grenn and Co. Traducción castellana: El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Barcelona: Alianza, 1978.

       Talarn, A. (2007). Globalización y salud mental. Barcelona: Herder.

       Tobeña, A. (2017). Neurología de la maldad. Mentes predadoras y perversas. Barcelona: Plataforma.

       Zizek, S. (2008).Violence. London: Profile. Traducción castellana: Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales. Barcelona: Paidós, 2009.

      Primera parte Las bases conceptuales

      Solo un ermitaño perdido en una jungla lejana podría ignorar la cantidad diaria de titulares de periódico, de noticias de radio y televisión o de informaciones en la red relacionadas con fenómenos como el terrorismo, la guerra, los genocidios, la corrupción. la brutalidad policial, la indiferencia ante los refugiados, el auge de la extrema derecha y otras formas de trato humano establecidos en base a la violencia.

      Sin embargo, aunque parezca imposible, los estudiosos de la psicología, la sociología, la filosofía y otras disciplinas asociadas, aún están por establecer de un modo unánime y fehaciente muchos de los términos implicados en este tipo de conductas y relaciones. No cabe duda, entonces, de que los conceptos de agresión, violencia, maldad, crueldad y otros, en los que basaremos el presente texto, corresponden a la categoría de lo que la filosofía llama «conceptos esencialmente controvertidos» (Gallie, 1956). Es decir, se trata de nociones que conllevan interminables debates sobre su uso adecuado. Debates que no pueden ser resueltos por la evidencia empírica, el uso del lenguaje o los cánones de la lógica por sí solos. A estos conceptos básicos necesarios para nuestro estudio nos dedicaremos en el primer capítulo de esta parte, una sección con un marcado carácter introductorio y un tanto académico. Imprescindible, no obstante, para seguir adelante y orientarnos en el camino a seguir.

      Será en el segundo capítulo donde se entrará de lleno en el meollo del asunto que nos ocupa. Definiremos lo que entendemos por «mal» y por «maldad» y haremos algunas consideraciones que serán seminales para el resto del


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