Más de mil pequeñas cosas que hace la gente feliz y exitosa. Marc Chernoff
en vivo:
Imagina que tienes una mandarina madura y jugosa en la mesa que hay delante de ti. La levantas con entusiasmo, separas un gajo y te lo llevas a la boca.
Ya sabes qué sabor debe tener una mandarina madura y jugosa. Esta resulta ser un poco más agria de lo que esperabas, de manera que haces una mueca, experimentas una sensación de decepción y te lo tragas.
O tal vez la mandarina tiene un sabor completamente normal; no hay nada especial en él. Por lo tanto, te la vas comiendo sin tan siquiera detenerte a apreciar el sabor de los bocados, que no merecen tu atención.
En el primer escenario, la mandarina te decepcionó porque no cumplió con tus expectativas. En el segundo, te ofreció una experiencia demasiado poco interesante porque cumplió con tus expectativas a la perfección.
¿Adviertes la paradoja?
Las cosas o no son buenas o no son lo bastante buenas... Así es como muchos de nosotros vivimos la vida: infelices y sin tener éxito. Es por eso por lo que muchos de nosotros nos sentimos decepcionados y poco entusiasmados acerca de casi todo.
Porque no hay nada que satisfaga realmente nuestras expectativas.
Ahora, imagina que adoptas este enfoque: depones tus expectativas acerca de cómo «debería» saber la mandarina. No lo sabes y no esperas saberlo, porque ni siquiera la has probado todavía. En lugar de ello, tienes verdadera curiosidad, eres imparcial y estás abierto a una variedad de posibles sabores. Pruebas la fruta y prestas mucha atención. Percibes la jugosidad y la textura de la pulpa, los sabores ácido, agrio y dulce arremolinándose en tu lengua, y todas las otras sensaciones complejas que surgen en tu conciencia al masticar. No sabías qué sabor tendría esta mandarina, pero ahora te das cuenta de que es diferente del resto, y es significativo a su manera. La experiencia que tienes es totalmente nueva y vale la pena, porque nunca antes has probado esta mandarina.
Los expertos en mindfulness suelen denominar a esta actitud mente de principiante, pero en realidad no es más que el resultado de una perspectiva libre de expectativas innecesarias y asfixiantes.
Por supuesto, puedes sustituir la mandarina por casi cualquier elemento presente en tu vida: cualquier suceso, situación, relación, persona o pensamiento que se te ocurra. Si abordas estos elementos con expectativas acerca de «cómo deberían ser» o «cómo deben ser» para ser lo suficientemente buenos para ti, casi siempre te decepcionarán de alguna manera, o serán demasiado comunes y poco emocionantes para que tan siquiera los recuerdes. Y te limitarás a pasar a la próxima decepción o experiencia de vida carente de interés, y a la siguiente, y a la siguiente, y así sucesivamente, hasta que habrás vivido la inmensa mayor parte de tu vida atrapado en un ciclo interminable de experiencias que apenas te habrán gustado o apenas habrás percibido.
Una mejor manera
La buena noticia es que hay una forma más feliz y fructífera de pensar y vivir. Tras más de una década impartiendo sesiones individuales de coaching a nuestros alumnos, manteniendo conversaciones abiertas con nuestros lectores y organizando seminarios anuales en vivo, hemos acumulado mucha experiencia en ayudar a las personas a superar los aspectos dolorosos que las estaban frenando. Y uno de los aspectos dolorosos que más hemos visto a lo largo de los años es el que acabamos de exponer: las expectativas no cumplidas. De hecho, la mayor parte de lo que describimos como nuestros «mayores problemas» es la consecuencia directa de cómo reaccionamos ante la vida en un día promedio.
En ocasiones nos enfrentamos a grandes tragedias, es cierto, pero la mayor parte de las veces el único problema real es nuestra actitud mental y el comportamiento resultante de ella en el momento presente. Es fundamental que hagamos uso de nuestra fuerza mental o resiliencia interna. Para ello, no es necesario haber nacido mentalmente fuerte; este rasgo vital de carácter se puede desarrollar con la práctica diaria.
¿Es fácil? No exactamente. ¿Vale la pena? Sin duda alguna.
Lo primero que hay que hacer es afrontar totalmente el momento presente, con una presencia y una aceptación verdaderas. Incluso cuando los tiempos son relativamente buenos, uno de los retos más difíciles que tenemos en la vida es vivir en nuestra propia piel, es decir, estar aquí y ahora, independientemente de dónde nos encontremos. Con demasiada frecuencia nos distraemos con cualquier cosa: la comida, el alcohol, las compras, la televisión, los chismes, las noticias, las redes sociales, los videojuegos, los teléfonos inteligentes, las tabletas, etc.; el caso es evitar estar completamente presentes.
Nos servimos del trabajo compulsivo, el ejercicio compulsivo, los amores compulsivos y otros comportamientos para escapar de nosotros mismos y evitar vivir con plena presencia. De hecho, muchos hacemos todo lo posible por evitar la sensación de estar a solas con nosotros mismos sin experimentar distracciones, ya que estar solo sin distraerse significa lidiar con los verdaderos sentimientos que están ahí: los miedos, las ansiedades, la anticipación, la incertidumbre, la frustración, la envidia, la desilusión... Y cuando llegan los tiempos difíciles, aún perdemos más el control.
Por otro lado, podemos ejercitar los músculos de nuestra fortaleza mental e ir comprendiendo cada vez más que encontrar la paz, la felicidad y el éxito en la vida no significa estar en un espacio en el que no haya ruido, dificultades ni asuntos pendientes; significa estar en medio de todo esto mientras conservamos la capacidad mental de enfocarnos y mantenemos el corazón calmado. Se trata de soltar las imágenes mentales relativas a cómo se suponía que debían ir las cosas y afrontar los desafíos del momento presente con serenidad y presencia.
La presencia lo es todo
Empieza por advertir, con curiosidad y sin juzgarte, todas las formas en que evitas estar en tu propia piel, con tus propios problemas, aquí y ahora, en este momento presente. A continuación enfócate, con atención, en lo que realmente sientes. No te anestesies con distracciones o expectativas; en lugar de ello, hazte más consciente de lo que experimentas en tu interior. Haz de ti mismo la prioridad número uno en este momento.
Céntrate totalmente en el momento y dale la bienvenida. Sonríe y presta toda tu atención a lo que sientes. Porque si no te permites superar lo que pasó, lo que se dijo o lo que sentiste, mirarás tu presente y tu futuro a través de estas mismas gafas sucias, y no habrá manera de que puedas enfocar tu borroso juicio.
En pocas palabras: lo que haces ahora es más importante que lo que sucedió ayer. Y lo que haces ahora es tu elección.
Lo decides tú, en efecto. Y si estás eligiendo quejarte, culpar, estar atrapado en el pasado, actuar como una víctima, sentir enojo, ignorar tu intuición o rendirte, es hora de que efectúes otras elecciones. Elige realizar los pequeños actos o tener los pequeños cambios de actitud necesarios para dar un paso adelante en el presente.
Cuando tratamos el momento presente con respeto, es decir, cuando le respondemos con eficacia, realmente tenemos la oportunidad de nuestra vida. Hace poco se nos recordó esto de la manera más hermosa. Estábamos sentados en un banco de un parque que está cerca de nuestra casa, en el sur de Florida, comiendo en plan picnic, cuando una pareja de ancianos detuvo su automóvil debajo de un roble cercano. Bajaron las ventanillas y pusieron música de jazz en la radio. El hombre salió del coche, caminó hasta el lado del pasajero, ayudó a la mujer a dejar su asiento y la condujo a unos tres metros del vehículo. Bailaron lentamente durante la siguiente media hora bajo el roble.
Fue realmente un espectáculo digno de ver. Podríamos haberlos contemplado para siempre. Y mientras recogían sus cosas y comenzaban a regresar al coche, aplaudimos con admiración.
La pareja de ancianos se acercó lentamente a nosotros con una sonrisa en la cara.
–¡Gracias por los aplausos! –dijo la mujer riéndose.
–Gracias a ustedes –respondió Angel de inmediato–. Verlos bailar nos da esperanza.
Ambos acentuaron su sonrisa sin dejar de mirarnos.
–Bueno, bailar también nos da esperanza a nosotros –dijo la mujer mientras agarraba la mano del hombre–. Porque lo que no sabéis es que acabáis de presenciar el poder y la belleza de las segundas y terceras oportunidades.