Sexualidad y muerte: Dos estigmas clínicos. Mónica Biaggio

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puntos de vista son múltiples, o el manierismo, con sus desproporciones, la perspectiva central, en la que existe un punto de fuga en el que todo converge, o la proporción áurea, responde quizá forzando un poco los conceptos al modo en el que el neurótico concibe su mundo.

      De alguna manera, el marco del fantasma tiene la pretensión de ofrecer al ser hablante ese modo de perspectiva y de forma; una perspectiva única y centrada en el sí mismo y una forma que responde a un ideal divino, lógica del padre.

      Así, al estar enmarcado por su fantasma, el sujeto no ve o mejor dicho solo ve aquello que le permite ver el marco de su fantasma. Ve solo un punto, que suele ser lo autorreferencial.

      En un análisis es esperable atravesar eso. Atravesamiento del fantasma, un modo de dar por finalizado el análisis, al menos en un momento de la obra de Lacan. Atravesamiento que a mi entender consiste en la fragmentación de múltiples perspectivas; como si lo que antes constituía la realidad subjetiva y propia de cada quien, se partiera en un montón de fragmentos. Se encuentra, entonces, lo que antes no: trabajos, parejas, otras posibilidades en su realidad que anteriormente estaban, pero no formaban parte de esa realidad fantasmática.

      En este sentido, el destino siempre es el fantasma. No hay un destino, no hay una mala estrella para nadie, en forma predeterminada. Hay lo real. Pero lo real no es lo que los neuróticos designan como “su destino”.

      La palabra destino viene del verbo latino destinare, formado por de y stínare; el prefijo latino de le da intensidad a la palabra y stínare quiere decir estacionario o fijo. O sea que en un comienzo significó algo así como meta, pero luego se transformó en hado, que es la fuerza que no cambia y que determina el futuro.

      Se podría afirmar que el destino es la pulsión. Si se tiene un destino, es ese. Pensaba en el concepto de fijación, la fijación de la pulsión, que en su recorrido marca el cuerpo y se fija a un objeto y ese objeto vale como condición y no lo podemos cambiar. Eso es cierto que es fijo. Pero podemos tener una relación diferente con eso. Hay una transformación en esa relación de goce, transformar lo mortífero en algo vivo, pero el objeto en sí no cambia. Hay una fijeza que hace que no cambie.

      En la mitología griega, Tyche era la diosa del destino o de la fortuna, y por ende estaba en sus manos la prosperidad de una comunidad. Para los romanos era la diosa fortuna. Es una diosa caprichosa, que distribuía aleatoriamente los bienes y los males.

      Este término, tyche, Lacan lo trabaja en su Seminario 11, a propósito del concepto de real.

      Ya se desprendió de lo real como realidad, aunque siempre pensó la realidad como realidad psíquica, no como realidad fenoménica, como sí lo pensó Freud, cuando creía en la teoría del trauma.

      Pero lo real tampoco es la realidad psíquica, tiene otro estatuto y es muy difícil definir lo real, porque cuando uno lo quiere definir deja de ser real, porque no tiene representación.

      Solo podemos acercarnos a ese concepto bordeándolo, en tanto siempre es lo que resta. Lo real se presenta en lo ominoso, la negación o el déjà vu. Aunque son modos, a mi gusto, de cierto tratamiento frente a eso real que irrumpe en la malla simbólica.

      La tyche remite al encuentro. Es lo que yace tras el automatón, que es el retorno, que tiene que ver con lo que vuelve siempre al mismo lugar.

      La función de la tyche como encuentro se presenta primero en la historia del psicoanálisis bajo la forma del trauma. El encuentro del que habla con relación a la tyche es el encuentro que es siempre inesperado; tiene que ver con la sorpresa, con lo que cae en el mal lugar. Este trauma, que es inicial, es taponado por el principio de placer. El principio de placer es lo que duerme. Cuando decimos que estamos “dormidos” es porque estamos nadando en el principio de placer. Por eso cuando los pacientes dicen que tienen que gratificarse, hay mucho empuje ahí.

      Volviendo al sueño, entonces, el fantasma hace pantalla a eso real, a eso que despierta.

      No se produce porque no hay un objeto predeterminado para la pulsión; siempre hay una discordancia, porque el objeto en sí está perdido. Lo que hace la pulsión es recorrer el cuerpo, y en su recorrido se satisface y se fija a un objeto que vale como condición, pero el objeto es la zona erógena del cuerpo. Por eso, el capítulo siguiente toma como ejemplo la mirada como objeto, y empieza a desarrollar los objetos a.

      El trauma fue un concepto que estuvo de entrada en la obra freudiana.

      Acá, a pesar de estar en los albores de lo que más tarde será toda su obra, ya podemos localizar el concepto de nachtraglich; es decir, el concepto de un tiempo lógicamente anterior. No es un tiempo cronológico sino lógico. Sitúa lo que serán las dos escenas del trauma. Es la segunda escena la que resignifica la primera. Esta lógica no es obsoleta, sino que sigue presente en los neuróticos.

      Cuando un paciente viene a vernos, y algo lo aqueja en el presente, en el ahora, hay que ubicar cuál fue el momento lógico anterior a esta segunda escena.

      En este caso, el de Emma, el trauma aparece ligado a la sexualidad. Es que el trauma siempre está ligado a la sexualidad o a la muerte. En el caso de la histeria estará más ligado a la sexualidad, y en el caso de la obsesión más ligado a la muerte, a la existencia.

      Hoy me interesa ir al punto del antecedente en Freud y cómo lo piensa Lacan, cómo ubica el trauma en el ser hablante.

      El trauma para Freud, cuando escucha a Emma y escribe el “Proyecto de psicología”, es un hecho que ocurrió en la realidad.

      Sin embargo, Freud abandona su teoría respecto de que todo lo inconsciente podía hacerse conciente; por ende, fracasa su teoría de la defensa. La defensa, ese mecanismo, fracasa. Y fracasa porque no todo lo inconsciente puede hacerse conciente, pero sí todo lo conciente puede hacerse inconsciente.

      Esto significa que ya en Freud tenemos que en el aparato psíquico hay una hiancia. Y esto está en el esquema del peine, cuando él dice que la primera percepción está perdida, que no hay identidad de percepción. Ya ahí hay un agujero. El agujero indica que hay algo


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