Sexualidad y muerte: Dos estigmas clínicos. Mónica Biaggio
extraterritorial para el aparato. Esto extraterritorial se presenta en el síntoma, en la cara goce del síntoma, en aquello que no pudo ser fijado vía la represión.
O para expresarlo en términos de Lacan, eso extraterritorial es la Cosa; este concepto lo trabaja en el Seminario 7 cuando pensaba que el goce era imposible y ese goce imposible estaba anudado a la Cosa. No había acceso al goce, siendo un impase en la teoría, por eso tendrá que dar una vuelta. Así es que en el Seminario 10 elabora el goce como fragmentado: de la inscripción del lenguaje se produce una marca que introduce la pérdida del goce absoluto cuyo resto es el objeto a. Esa es la fragmentación, las zonas erógenas freudianas, que abrochan una parte, una zona del cuerpo como resto. A las zonas erógenas freudianas: lo oral y lo anal, Lacan agrega la voz y la mirada, siendo las pulsiones invocante y escópica.
Volviendo a Freud, cuando verifica que sus histéricas tenían, todas, la misma idea, que habían sido seducidas por un adulto enfermo, le escribe a Fliess la “Carta 69”, el 21 de setiembre de 1897: “Y enseguida quiero confiarte el gran secreto que poco a poco se me fue trasluciendo en las últimas semanas. Ya no creo más en mi «neurótica». Claro que esto no se comprendería sin una explicación: tú mismo hallaste creíble cuanto pude contarte. […] Las continuas desilusiones en los intentos de llevar mi análisis a su consumación efectiva, la deserción de la gente que durante un tiempo parecía mejor pillada, la demora del éxito pleno con que yo había contado y la posibilidad de explicarme los éxitos parciales de otro modo, de la manera habitual […] Después, la sorpresa de que en todos los casos el padre hubiera de ser inculpado como perverso, sin excluir a mi propio padre, la intelección de la inesperada frecuencia de la histeria, en todos cuyos casos debiera observarse idéntica condición, cuando es poco probable que la perversión contra niños esté difundida hasta ese punto. […] En tercer lugar –y subrayo esto–, la intelección cierta de que en lo inconsciente no existe un signo de realidad, de suerte que no se puede distinguir la verdad de la ficción investida con afecto. (Según esto, quedaría una solución: la fantasía sexual se adueña casi siempre del tema de los padres.) […] Y viendo así que lo inconsciente nunca supera la resistencia de lo conciente, se hunde también la expectativa de que en la cura se podría ir en sentido inverso hasta el completo domeñamiento de lo inconsciente por lo conciente”. (15)
En este primer momento, ya Freud sabe:
1- que no se trata de la realidad de los hechos, sino de la fantasía.
2- que hay algo que escapa siempre y que no puede ser tomado por lo simbólico, que no todo puede pasar a la conciencia o, para decirlo de otra manera, que no todo puede ser curado.
Esta teoría de alguna manera estaba formulada cuando inventa el concepto de represión primaria. Lo que cae –lo digo coloquialmente– bajo la represión primaria no puede advenir a la conciencia, es lo que queda perdido. Esta es una construcción conceptual. Ahora, ¿cómo sabemos que hay algo que cae bajo la represión primaria? Por los síntomas, porque los síntomas no se levantan, porque hay algo que resta y esto que resta cae bajo la represión primaria. Esta es una construcción para poder dar cuenta de lo que sucede.
Hay algo incurable en el núcleo mismo de la neurosis.
Esto mismo que resta, esto extraterritorial, es lo que hace trauma.
Entonces, lo traumático para el ser hablante será velado, tratado con el fantasma, porque el fantasma es, de algún modo, un tratamiento de eso que no hay. Un primer tratamiento que se presenta en la obra de Lacan; más tarde, en su enseñanza, será el síntoma, en singular. Y no el síntoma como formación del inconsciente.
En la histeria siempre hay una historia de seducción por parte de un adulto enfermo. Este adulto, sea quien fuere, remite al padre.
Esta seducción traumática, que al mismo tiempo constituye la neurosis, es construida en la obra freudiana bajo la gramática del fantasma de pegan a un niño. Mi padre me pega y de eso gozo. Golpe que conduce a la marca de goce; en términos freudianos, a la fijación de la pulsión al representante no representativo. Es no representativo porque representa mal a la pulsión, porque la pulsión no tiene objeto. Algo se fija y algo queda por fuera del aparato.
En los sueños también hay algo que queda por fuera de lo simbólico. Por ejemplo, en el sueño de la inyección de Irma, esa garganta que se abre mostrando la carne, mostrando eso que no tiene representación y que remite a la castración, es el punto mismo en el que Freud se detiene. Después viene todo el desarrollo del sueño que pasa por lo simbólico. Hasta la culpa de Freud frente a su paciente y el posible error diagnóstico de la enfermedad, como el amor de transferencia hacia Fliess. Todo este despliegue cubre lo que escapa a la trama simbólica, a la asociación libre, eso que no es de la realidad fenoménica, sino lo real que irrumpe en el sueño. El fragmento del sueño que alude a este punto dice así: “La llevo hasta la ventana y reviso el interior de su garganta. Se muestra un poco renuente, como las mujeres que llevan dentadura postiza”. (16)
Freud se detiene en este punto y comienza a desarrollar una ilación de interpretaciones. Es muy interesante porque justamente en este sueño es cuando cita el argumento del caldero agujereado. Freud se critica porque de la interpretación de este sueño da una serie de argumentaciones que están al servicio de disculparse y que son igual que los alegatos de ese vecino al que otro le había prestado un caldero y se quejó porque lo había devuelto averiado. Entonces, dice que en primer lugar se lo había devuelto intacto, que en segundo lugar el caldero ya estaba agujereado cuando se lo pidió y que en tercer lugar nunca le había prestado el caldero. Y agrega Freud: “¡Pero si no hace falta abundar tanto! Con que uno solo de esos alegatos se admita por valedero quedará disculpado nuestro hombre”. (17)
Cuando hay más de un argumento, no hay ningún argumento. Esto sirve para la clínica y para la vida. Cuando alguien da más de un argumento, no es ninguno.
Desde esta perspectiva, la cantidad de argumentos que suelen dar los neuróticos casi siempre se relaciona con algo del orden del destino. Aun en lo más nimio. Buscan disculparse con sus argumentos para inmediatamente culpabilizar al Otro, que no deja de ser para él su “destino”; dan múltiples razones de su padecimiento, y estas razones, justificaciones, obran como su destino. Tiene la misma funcionalidad; es decir, lo que le ocurre no tiene que ver con él sino con algo que está fuera. Siempre es el Otro que opera como el culpable de sus desgracias.
Freud, luego de desarrollar como cualquier neurótico lo haría todas las razones argumentativas que sirven de interpretación para el sueño, dirá que no tiene que ver con eso, que en cambio más bien alude a la culpa sentida por no haber cumplido con sus deberes de médico. Si bien él insiste con el cumplimiento de deseo, esta teoría cae en los años 20; en este caso sería el deseo de no haber sido culpable por la enfermedad de su paciente. Lo piensa así porque todavía no esbozó la segunda tópica: yo, superyó y ello, que será en 1920. Por lo tanto, no ha descubierto la instancia en la que comanda el imperativo de goce vía el superyó y que motoriza la culpa.
Lo traumático en este sueño se presenta, entonces, en el punto de máximo horror que tiene que ver con la visión de los órganos genitales femeninos, la cabeza de Medusa. Eso es lo que el sueño muestra en la mancha blanca de la garganta abierta de Irma.
Freud, luego de que pasa de la teoría del trauma a la teoría de la fantasía, va a ubicar lo traumático en la falta de inscripción del significante de la muerte y del órgano sexual femenino en el inconsciente.
No hay inscripción de la muerte en el inconsciente porque no es una experiencia por la que el cuerpo fue marcado; tampoco hay inscripción del órgano sexual femenino.
En “La organización genital infantil”, de 1923, dirá Freud: “…hay por cierto algo masculino, pero no algo femenino; la oposición reza aquí: genital masculino o castrado”. (18)
Por supuesto que para Lacan no se tratara de genitales, sino de una operación lógica.
Freud dice fálico-castrado, pero por otro lado cree en la complementariedad de los sexos, y esto está anudado a la cuestión de la maternidad, cuando él piensa la sexualidad femenina y