Anatomía funcional del Yoga. David Keill
Ahora que ya sabes lo sumamente difícil que puede llegar a ser ver a toda la persona, quizá seas consciente de lo complicado que puede ser enseñar anatomía enfatizando lo bien integrado que está el cuerpo. Dado que resulta fácil caer en el viejo error de ver el cuerpo sin tener en cuenta las experiencias vitales de la persona, es bastante normal ignorar la interconexión de todas sus partes. Tendemos a pensar que un dolor de hombro, una cadera tensa o una columna vertebral flexible son problemas independientes entre sí con poca o ninguna correlación. Cuando abordamos un tema tan amplio y complejo como la anatomía, puede ayudar (e incluso es posible que sea necesario) dividirlo en partes para facilitar su comprensión. Seguro que tiene un valor. El problema surge si olvidamos volver a juntar esas partes o no nos esforzamos por comprender cómo interactúan para crear una unidad.
Es habitual pensar que un músculo es una pieza, un hueso otra y el tejido conectivo es otra pieza más del cuerpo. No ayuda a nuestra causa el hecho de que efectivamente seamos capaces de sustituir una rodilla, una cadera o un hombro. El milagro de la medicina moderna refuerza esta idea de que estamos compuestos por diferentes partes y que tenemos piezas de repuesto. Aunque es cierto que podemos sustituir ciertas partes rotas, no es así como hemos sido creados, fabricados con ayuda de tornillos y tuercas. No es así en absoluto.
Nuestros comienzos y, por lo tanto, el inicio de todas nuestras partes son algo mucho más mágico e integrado que todo eso. Si nos remontamos al principio, había dos partes: un esperma y un óvulo. El acto milagroso de la fertilización inició el maravilloso proceso de la formación. A partir de ese punto empezamos a desarrollarnos. Una célula se divide en dos células, que a su vez se dividen en cuatro, que luego se dividen en ocho y así sucesivamente. Este es nuestro auténtico comienzo, una célula que se divide en muchas otras hasta que empiezan a especializarse y, finalmente, dan lugar a todas nuestras partes. Aunque el punto crucial de mi mensaje es la integración del cuerpo, esa información debe fraccionarse. Sin embargo, siempre debemos dar un paso atrás y ver cada parte individual en relación con todo lo que la rodea.
1 | Introducción a la anatomía funcional |
EL TEJIDO CONECTIVO
Lo más adecuado es empezar nuestro estudio de la anatomía con el tejido que ejemplifica la naturaleza interconectada de todas nuestras «partes»: el tejido conectivo. La propia estructura del tejido conectivo nos obliga a reconocer que el más mínimo y sutil cambio de una de las áreas de nuestro cuerpo necesariamente tiene un impacto en la totalidad. Un pequeño movimiento del dedo gordo del pie es como una mosca que aterriza en la tela de una araña. Cuando la mosca golpea la tela, las vibraciones se propagan hasta llegar al otro extremo, donde la araña se sienta a esperar. Cualquier pequeño movimiento del dedo gordo afecta al pie, el tobillo y, posiblemente, a la posición de la pelvis. Este dedo del pie está conectado a todas estas partes mediante una red de tejidos conectivos.
Es posible que jamás hayas oído hablar del tejido conectivo. Es difícil de visualizar, pero el hecho es que las siguientes partes del cuerpo son, en realidad, tejido conectivo:
• Huesos
• Cartílago
• Músculos
• Fascia
• Tendones
• Ligamentos
• Tejido cicatricial
¿Hasta qué punto es importante el tejido conectivo para el yoga? Es un componente clave para nuestra flexibilidad. Otros componentes también ayudan a determinar la flexibilidad, como los músculos, el sistema óseo y el sistema nervioso, que le dice a los músculos qué tienen que hacer, y veremos estos componentes en profundidad. Pero ahora mismo nos centraremos en el tejido conectivo.
Para empezar, ¿de qué estamos hablando? Los tejidos conectivos se componen de dos proteínas: colágeno y elastina. El colágeno es conocido por su fuerza. La elastina, como su propio nombre indica, es elástica; es el componente más maleable y resistente. Si mezclas todo esto en diferentes proporciones y densidades, obtienes el sorprendente surtido de tejidos conectivos que encontramos en el cuerpo.
Figura 1.1: La estructura de los diferentes tipos de tejido conectivo; a) tejido conectivo laxo (areolar), b) tejido conectivo laxo (adiposo), c) tejido conectivo denso regular, d) tejido conectivo denso irregular.
Ligamentos y tendones
Cuanto más denso y fuerte sea el tejido, más colágeno incluirá. Los ligamentos y los tendones contienen una alta proporción de fibras de colágeno (con relación a la elastina) y sus fibras están muy juntas. Son muy fuertes. De hecho, suele decirse que los ligamentos y los tendones tienen una resistencia a la tensión equivalente a la de los cables de acero del mismo tamaño. Eso los convierte en los tejidos ideales para cumplir sus distintas funciones.
Los ligamentos posibilitan y restringen el movimiento en diferentes direcciones. Siempre se encuentran en torno a la unión entre dos huesos. Dicho de otra forma, los ligamentos se sitúan en las articulaciones. Como sus proteínas de colágeno están tan apretadas, no tienen riego sanguíneo directo; no hay ninguna arteria que profundice hasta el núcleo del ligamento. La vaina de tejido que recubre el ligamento proporciona los nutrientes necesarios para su función y reparación. Esta falta de riego sanguíneo es una de las principales razones por la que cuando se desgarran, los ligamentos no suelen sanarse.
Los tendones son parecidos a los ligamentos, pero realizan una función diferente. Son los extremos finales de los músculos que se fijan a los huesos. Conectan los músculos a los huesos, y permiten que el músculo se contraiga y mueva el hueso en una articulación de una determinada manera. Ambos están hechos de proporciones similares de colágeno y elastina, y por lo tanto tienen resistencias parecidas.
Figura 1.2: Los ligamentos son como correas que unen los extremos de dos huesos, estabilizando, permitiendo o restringiendo el movimiento en diferentes direcciones.
Fascia
En el cuerpo hay tres divisiones principales de fascia. La fascia superficial se encuentra justo debajo de la piel y contiene las células adiposas que ayudan a mantener la temperatura corporal en la superficie. La fascia visceral rodea y suspende los órganos, no solo en el estómago, sino también en el corazón y los pulmones.
El tercer tipo es el que más nos interesa: la fascia profunda, que rodea todos los músculos. El sistema fascial es como un guante o calcetín para el cuerpo que no solo se encuentra en la superficie, sino que también envuelve estructuras más profundas como músculos, arterias, venas y huesos. Cada una de estas estructuras tiene su propia capa de tejido conectivo. Los músculos, las arterias, las venas y los huesos están unidos entre sí a través de más tejido conectivo. La tela de araña es una excelente analogía. Todas estas fijaciones crean una red de tejido que rodea una estructura y, a continuación, continúa su recorrido para envolver otra estructura, y luego otra, y así sucesivamente. De hecho, todo el cuerpo está conectado por esta red ubicua de tejido conectivo. Hay una inmensa cantidad de tejido conectivo totalmente integrado en nuestros músculos. Rodea los músculos a nivel celular, fascicular (conjunto de células) y en general por todo el vientre muscular.
Figura 1.3: Vaina fascial.
Recuerda que para mantener un punto de vista integrado, usamos términos distintos, músculo y fascia, para describir dos partes de una sola unidad. Pensar en ellos como entes diferentes no es realista ni beneficioso para la correcta comprensión del cuerpo