Anatomía funcional del Yoga. David Keill
a la contracción propiamente dicha. Cuando un músculo se contrae, no se necesitan todas las células de dicho músculo. El cuerpo determina cuántas células deben usarse en función de las experiencias pasadas y la información propioceptiva actual recopilada por el sistema nervioso. Esta información tiene en cuenta aspectos como el peso, la resistencia y la fortaleza de los tejidos. No sería nada eficaz si se necesitaran todas las células para levantar objetos, fuera cual fuera su peso. Cuando la célula de un músculo se contrae, solo se contrae hasta que se utiliza toda su energía o adenosín trifosfato (ATP). Por eso, el cuerpo utiliza menos células del bíceps para levantar un lápiz que para levantar 10 kilogramos.
Ya hagas repeticiones con pesas de 10 kilogramos o te limites a sostenerlas de forma estática, acabarás agotando todas las células del músculo involucrado. En ese punto, habrás agotado toda la energía (ATP) de ese músculo. Antes de llegar a esa situación, la mente/cuerpo ya sabe que tiene que pasar la responsabilidad de una célula a la siguiente en función de qué células todavía tengan energía para invertir en la tarea entre manos. De esta forma, se produce un cambio constante de las células en contracción dentro del músculo. La célula se contrae y utiliza todo su ATP mientras que la siguiente célula muscular ya se está preparando para contraerse. Este proceso continúa mientras la célula muscular descansa un instante para recuperar su nivel de ATP.
Por lo general, no solemos ser conscientes de cómo sucede este cambio, pero si sujetas algo el tiempo suficiente, verás cómo el músculo en cuestión empieza a temblar. Este es el espacio observable entre la contracción de una célula (utilizando su ATP al máximo) y la contracción de la siguiente para relevarla en la tarea. Los músculos pueden temblar por otra razón que vemos con bastante frecuencia en las clases de yoga: la tensión. Esta tensión se produce cuando un músculo intenta llevarnos en una dirección, digamos el cuádriceps y otros flexores de la cadera en una posición sentada con inclinación hacia delante, mientras que los músculos opuestos, en este caso los isquiotibiales, se resisten al trabajo del cuádriceps. Esta lucha de tensión entre los dos provoca el temblor de los músculos.
Tipos de contracción
Los músculos, además de tener la capacidad de activarse cuando se necesita más energía, también pueden hacerlo de formas diferentes. A nivel celular se contraen de la misma forma todo el tiempo. De hecho, todo lo que sabe hacer una célula muscular es contraerse al recibir un estímulo del sistema nervioso, y si dicho estímulo desaparece, deja de hacerlo. La contracción más básica se llama «contracción tónica», y se trata de la contracción muscular de bajo nivel constante que mantiene nuestra postura básica «despierta pero en reposo». Si te fueras a desmayar, el tono creado por las contracciones tónicas de los músculos se perdería y caerías al suelo de golpe.
Hay otros tipos de contracciones que vale la pena mencionar: isométrica, isotónica concéntrica e isotónica excéntrica. Para que tengas una visión más general de las capacidades del sistema muscular y cómo se usa, me gustaría explicarte estos tipos.
Una contracción isométrica (iso = igual y métrica = largo) es aquella en la que el músculo se contrae (el tono cambia), pero la longitud general se mantiene. En este tipo de contracción, ninguno de los dos extremos del músculo se mueve hacia el otro. Por ejemplo, si estuvieras haciendo la postura de la plancha inclinada (parte alta de una flexión) y la mantuvieras durante un minuto, varios músculos se contraerían para aguantar la posición, aunque ningún hueso se esté moviendo. Todos estos músculos se estarían contrayendo isométricamente. Hay un cambio en la tensión pero ningún movimiento y, por lo tanto, no se produce ninguna alteración en la longitud general del músculo.
En las contracciones isotónicas (iso = igual y tónica = tono o tensión), el «tono» del músculo se mantiene; lo que cambia es la longitud (cambios métricos). En este tipo de contracciones, se crea mayor o menor distancia entre los dos extremos del músculo. Básicamente, los huesos se acercan entre sí (lo que significa que la longitud general del músculo se acorta) o se alejan el uno del otro (la longitud general del músculo se alarga). Durante una contracción muscular se pueden dar ambas situaciones. (Si te resulta confusa la idea de que un músculo que se está contrayendo se alargue, sigue leyendo).
Figura 1.8: El punto de fijación del bíceps se acerca a medida que se va flexionando el codo.
La primera de los dos tipos de contracciones isotónicas es una contracción isotónica concéntrica. En este caso, durante la contracción los extremos del músculo se aproximan. La mayoría de la gente está familiarizada con su bíceps, así que lo usaremos en nuestro ejemplo. Para simplificar, el bíceps se fija al extremo proximal (superior) del radio en el antebrazo, y por encima se fija a dos lugares del hombro. A efectos de medición, digamos que la fijación es la parte delantera superior del hombro. Imagina que estás levantando una mancuerna de 10 kilogramos. Si empiezas con el codo recto y lo flexionas sujetando el peso, la distancia entre el hueso del antebrazo y el hombro se reduce. Por lo tanto, el músculo se acorta. Obviamente, se está contrayendo y puedes sentirlo en el brazo mientras trabajas con la mancuerna.
En el segundo tipo de contracción isotónica, la longitud general del músculo aumenta al contraerse. A esta contracción la llamamos contracción isotónica excéntrica. Volvamos a nuestro ejemplo del bíceps. Imagina tu brazo en la parte más alta de la flexión (codo flexionado). Empieza a bajar despacio los 10 kilogramos. Si estamos de acuerdo en que la distancia era más corta en flexión, entonces debe ser más larga al extender o enderezar el codo. La distancia entre los huesos y los puntos de fijación del bíceps aumenta. Ahora bien, al bajar la postura con lentitud, el bíceps tiene que seguir trabajando para bajar el peso. Si nos limitásemos a relajar el músculo, el peso seguramente caería de golpe hacia un lado e, incluso, quizá se caiga de la mano. Es posible que algunos de vosotros hayáis pensado que el tríceps braquial debería ser el responsable de volver a bajar y extender el brazo. Veremos esa posibilidad más adelante.
Figura 1.9: a) Contracción excéntrica; b) contracción isométrica.
Para un estudiante puede resultar difícil imaginarse un músculo que se alarga a la vez que se contrae. Parece contradictorio, pero en realidad lo hacemos todo el tiempo. Por ejemplo, al andar y correr, los isquiotibiales tienen que contraerse y elongarse (isotónica excéntrica) para evitar que el paso sea demasiado largo. ¿Qué crees que evita que la pierna salga volando por los aires mientas andamos o corremos? Pues la interacción coordinada de contracciones concéntricas y excéntricas de los músculos opuestos que hace que las destrezas motoras finas sean posibles.
Son buenos ejemplos de esta interacción coordinada actividades como escribir a máquina, tocar el piano o la guitarra. Esto se hace más evidente en nuestras manos y en las innumerables actividades de las que dependemos. Pero incluso los movimientos coordinados más complejos como andar, bailar, hacer gimnasia, Surya Namaskar y el yoga en general dependen del juego coordinado de contracciones musculares concéntricas y excéntricas.
Una vez más, al citar los diferentes tipos de contracciones espero que entiendas mejor el funcionamiento del sistema muscular. Después de todo, las asanas son físicamente estáticas. Una vez que estás en la postura, no te mueves demasiado. Sin embargo, estos principios anatómicos del movimiento se utilizan en muchas transiciones entre posturas.
La transición de Uttanasana (pinza de pie) es un buen ejemplo de contracción excéntrica en una postura de yoga. Uttanasana exige que estiremos los isquiotibiales. Puedes dejarte caer y cogerte los pies o tocar el suelo, o puedes bajar de forma controlada partiendo de la articulación de la cadera. Los isquiotibiales están fijados distalmente (por debajo) justo debajo de la rodilla y proximalmente (por arriba) a los isquiones. Cuando nos inclinamos hacia delante, los isquiotibiales tienen que permitir que la pelvis rote en torno a la cabeza del fémur. Si lo haces de forma controlada, durante el proceso los isquiotibiales se alargan a la vez