La práctica de la preparación física. Estélio H.M. Dantas
Para una mejor comprensión, tomemos como ejemplo la proporción entre los tipos de fibras musculares existentes en una persona. Como se sabe, las fibras de los músculos esqueléticos pueden ser clasificadas, atendiendo a sus propiedades cinéticas, en dos tipos diferentes: las fibras de contracción lenta y las fibras de contracción rápida. Esta nomenclatura está siendo abandonada progresivamente en provecho de otra más neutra que, respectivamente, las denomina fibras de tipo I y de tipo II.
Las fibras de tipo II, que poseen una alta actividad de la miosina-ATP, puede ser subdivididas en tres grupos (IIa, IIb y IIc). La fibra típica de contracción rápida es la IIb. Tiene un alto potencial oxidativo y potencia glucolítica intermedia, y es relativamente resistente a la fatiga. La fibra IIc, a su vez, es una fibra poco diferenciada de las otras dos.
Åstrand y Rodahl (1980), en cuanto a qué determina el porcentaje corporal de esos tipos de fibras, muestran que: “[…] las proporciones entre las fibras del tipo I y del tipo II parecen tener un significado genético […] las proporciones entre las fibras de diferentes subgrupos dentro de la familia del tipo II pueden variar en épocas diferentes en un mismo individuo.” Esta variación, en general, está asociada al tipo de entrenamiento al que un deportista está sometido.
Para facilitar la comprensión de este tema, se puede decir que los potenciales son determinados genéticamente y que las capacidades y habilidades expresadas derivan del fenotipo.
Además de esos caracteres individuales, algunas características colectivas influyen en la formación de la individualidad. Así, el sexo, la edad y la raza determinan factores comunes para conjuntos de personas.
Obviamente, el entrenamiento administrado a hombres negros y a la tercera edad será diferente al aplicado, por ejemplo, a niñas japonesas.
Cuando el grupo de deportistas es poco numeroso, atendiendo al principio de la individualización biológica, se debe, ejecutar un entrenamiento personalizado con cada uno de ellos. Por otra parte, si hubiera un número elevado de deportistas para ser entrenados, a la fuerza se tendrían que realizar subdivisiones en grupos lo más homogéneos posibles.
Además, de forma general, pese al hecho de que entrenar grupos homogéneos resulte eficaz, no se puede olvidar que el campeón es uno solo. Si el objetivo fuera la preparación del campeón, sólo se obtendrían resultados con un entrenamiento individualizado.
Como se dijo anteriormente, el campeón es aquel que nació con un “don de la naturaleza” y que, aprovechando totalmente ese don, lo desarrolla a través de un perfecto entrenamiento. La figura 2.1 esquematiza esta idea.
Sólo se obtendrán resultados apreciables cuando se consiga unir a la persona (aquella que, teniendo una predisposición genética, posea las motivaciones, habilidades y personalidad correspondientes a las necesidades del deporte considerado) con un control de vida y un entrenamiento que sean perfectos o por lo menos muy próximos al ideal.
En cuanto a la selección del futuro campeón, una buena selección inicial dependerá de la existencia de un gran número de practicantes del deporte, como muestra de su popularización.
Por otra parte, además de proporcionar al deportista la posibilidad de ejercer sus potencialidades, una buena selección será la herramienta que permitirá al preparador físico y al entrenador minimizar los puntos deficientes y optimizar el aprovechamiento de los puntos fuertes del deportista.
Conocer la individualidad biológica del adversario, a través de los principios de la preparación táctica, favorecerá la exploración de los puntos débiles de los oponentes al mismo tiempo que permitirá al entrenador tener en cuenta sus puntos fuertes.
Figura 2.1. Factores que condicionan el rendimiento de alto nivel.
2.2. PRINCIPIO DE LA ADAPTACIÓN
Para entender este principio es necesario que se comprenda el concepto de homeostasis.
La homeostasis puede interrumpirse por factores internos (generalmente procedentes de la corteza cerebral) o externos: calor, frío, situaciones inusitadas (que provocan emociones), variación de la presión, esfuerzo físico, traumatismos, etc.
Homeostasis es el estado de equilibrio inestable mantenido entre los sistemas constitutivos del organismo vivo y el existente entre éste y el medio ambiente.
Siempre que se altera la homeostasis el organismo dispara un mecanismo compensatorio que procura restablecer el equilibrio. Esto quiere decir que todo estímulo provoca una reacción en el organismo que acarrea una respuesta adecuada. Este concepto se resume en la figura 2.2.
Si, por ejemplo, la temperatura baja de repente violentamente (estímulo), el organismo sufrirá una vasoconstricción periférica y una vasodilatación esplénica, acompañada de un aumento del metabolismo (reacción). Entonces el cuerpo mantendrá su temperatura estable debido a la mayor producción de calor interno y a la disminución del calor transmitido a través de la piel (respuesta).
Los estímulos provocarán una respuesta de importancia directamente proporcional a su intensidad.
Figura 2.2. A todo estímulo del medio ambiente le corresponderá una reacción del organismo.
Hussay (1956), citado por Caldas y Rocha (1978), dice que todos los estímulos externos producirán efectos en el organismo y establece una diferenciación en la intensidad de esos estímulos lo que se explica en la figura 2.3.
Hans Seyle (1956) concentra sus estudios en los estímulos fuertes y muy fuertes, denominándolos estrés, que sería el estímulo capaz de provocar adaptaciones o daños en el organismo desencadenando un síndrome de adaptación general (SAG). Los tipos de estrés fueron estudiados por Von Eüler (1969), quien los clasificó en:
Figura 2.3
El estrés físico es causado por un aumento de la actividad física, provocando un incremento de la secreción de adrenalina y de noradrenalina directamente proporcional a la intensidad del esfuerzo, siendo preponderante el aumento de la tasa de noradrenalina.
El estrés bioquímico lo provoca la introducción en el organismo