Diseño arquitectónico. Daniel Rodríguez Medina

Diseño arquitectónico - Daniel Rodríguez Medina


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      Verbal = voz

       Visual = gráficos o maquetas

       Flexibilidad: abierto a cambios.

       Objetivos claros y concretos: planteamientos bien definidos.

       Control: tiempos del desarrollo del proyecto.

      Una herramienta para motivar o favorecer la creatividad es la capacidad asociativa; la mente es como un archivo en donde se almacenan los recuerdos de experiencias que pueden ser detonadas cuando se relacionan de manera automática e inconsciente con una imagen, palabra, olores y sabores, lo que diversifica los diferentes enfoques o puntos de vista de un objeto.

      La metáfora es una herramienta que brinda la capacidad de ver las cosas desde diferentes puntos de vista, los cambios de contexto permiten reencuadrar las ideas. Los objetos toman nuevos significados de acuerdo con el contexto en que se les sitúe. Sin embargo, es importante decir que no importa el camino, el proceso que se elija como detonante creativo no servirá de nada sino se tiene una carga de conocimientos teóricos y prácticos previamente adquiridos que ayuden y sustenten el proceso de conceptualización.

      En una plática con el arquitecto Francisco Medina me comentó: “¿Quieres ser arquitecto? ¡Pues empieza a vivir como arquitecto!, algunos son promotores, constructores, teóricos, proyectistas, urbanistas, interioristas o paisajistas; esa definición es la que te va a permitir evolucionar y plantearte un proyecto de vida”. Creo en particular que aquí es donde radica mucho el éxito de aquellos arquitectos “genios”; a ellos se les considera exitosos, ya que parte de su filosofía de vida se trasmite en sus conceptos proyectuales. No hay que dejar de lado que la mayoría de ellos logra su reconocimiento en una etapa madura de vida. Por lo anterior, se puede considerar que la genialidad no es cuestión de don divino, sino de trabajo arduo y constante. Si bien el dominio y la habilidad permiten tener mejores resultados en el corto plazo, la disciplina y trabajo son condicionantes para llegar a la genialidad; ésta precisa entenderse como la capacidad de vincular la creatividad con el talento al mismo tiempo.

      Según se había mencionado antes, el proceso de construcción se activa cuando relacionamos imágenes, ya sea de objetos o dibujos y les damos una interpretación y asociación personal. A esto le pudiéramos llamar inteligencia visual; ésta se da con características especiales y diferentes en cada uno de los individuos que la construye, ya que los procesos mentales se derivan directamente de las experiencias personales, las cuales son construidas según el nivel de conocimiento teórico práctico y sociocultural de quien las percibe. Asimismo, la generación de ideas nos permite generar pautas y seccionar criterios basados en los objetivos del proyecto; su viabilidad se realiza bajo parámetros establecidos, y los más comunes en la concepción del espacio arquitectónico son: la estética, lo utilitario, social, técnico y económico.

      Es decir, un producto terminal es creativo cuando se aplican de la mejor manera los criterios o parámetros antes mencionados, y aun se cumple con los objetivos iniciales de la organización; mientras que en el proceso de diseño, la concepción del espacio arquitectónico va en todo momento de la mano de la creación de ideas, mientras que a su vez éstas se van identificando a través de imágenes “dibujos, fotografías o maquetas”.

      Entendamos que la habilidad, tanto de construir o producir esas imágenes es el resultado de una forma de pensamiento libre, el cual es capaz de concebir, interpretar y planear ideas con un sentido innovador, con lo que nos obsequia la libertad de considerar al proyecto arquitectónico como el resultado de una relación de tres factores:

       Del individuo como proyectista.

       El campo o género.

       El ámbito como el usuario, y algunos otros arquitectos.

      O bien se pudiera interpretar:

       ¿Cómo lo resuelvo?

       ¿Qué es lo que voy a proyectar?

       ¿Para quién es?

       ¿Quién lo va a evaluar?

      Por lo que la concepción arquitectónica conlleva un proceso de:

       Recepción: la capacidad de nuestros sentidos para percibir las cosas.

       Retención: la capacidad para apropiarse de la información.

       Análisis: las pautas y procesos de la información.

       Emisión: la capacidad de expresión gráfica o maquetas.

       Control: la capacidad de dominio de las funciones mentales antes mencionadas.

      Estos últimos elementos se relacionan directamente con la “etapa del croquis”, la concepción “la etapa del bocetaje” y la consolidación del proyecto “elaboración del proyecto arquitectónico”, ya que la conceptualización de la idea tiene como característica la utilización del croquis como un instrumento que permite expresar una idea, la cual surge con velocidad en la mente del diseñador; tiene como característica un trazo no definido, carente de escala, pero con elementos proporcionados; es un dibujo de tanteo, así como de estudio y de elaboración de ideas. Sin embargo, funciona sólo con experiencias vividas, su inicio es intuitivo, por lo que se le denomina “inteligencia visual espacial”.

      El croquis es el vehículo donde se establece un diálogo simbólico; esto es, por medio de los signos y su interpretación se logra un respaldo de conocimiento previo en donde la imaginación e idealización espacial permiten consolidar el concepto o la idea generadora del proyecto. Aquí es cuando la expresión arquitectónica “gráfica” o de objeto “maqueta” se convierte en la vía de comunicación y entendimiento visual de la idea entre el proyectista con su pensamiento.

      La concepción del proyecto arquitectónico tiene como característica la aparición del boceto como una nueva forma de pensamiento; la inteligencia creadora traduce la visualización de nuevas orientaciones bajo un proceso de elección según un conocimiento teórico-técnico, en una idea bien definida, lo que se puede denominar estilo creador.

      La utilización del boceto no es para crear formas nuevas, sino para copiar modelos considerados de interés, lo que comúnmente se le conoce como “aterrizar una idea”, ya que ésta visualiza y establece un orden en las imágenes temáticas del diseño, por lo que el croquis permite que aflore la idea y crea un ambiente para que ésta detone. La inteligencia o el conocimiento previo permitirán producir, controlar y digerir la formación de un significado, así se construyen nuevos esquemas que estimulen o detonen nuevos significados.

      El proceso concluye en la consolidación del proyecto arquitectónico, como el paso de lo abstracto a lo concreto; en la fase final de la creación proyectual, es cuando adquiere sentido, ya que concuerdan en él factores que llevan todo proyecto arquitectónico, como son: criterios formales, criterios funcionales y técnico-estructurales. Aquí es en donde la creatividad aflora en el proyecto arquitectónico.

      La creatividad depende directamente de los estados perceptivos o “inteligencia visual espacial” y tiene como base el dominio teórico práctico del tema, así como la capacidad de análisis de los objetivos a cumplir y el análisis de las propuestas. Es la interacción de estos dos conceptos; de un proceso mental racional “conocimiento y dominio del tema” y de un proceso intuitivo, “inteligencia visual espacial” en donde el croquis y el boceto generan un diálogo entre el diseñador y las ideas, “lo que lo convierte en el gestor de la imaginación”.

      Inteligencia creadora

      Es la capacidad de recibir la información, elaborarla y producir respuestas eficaces, así como organizar los comportamientos, descubrir los valores, inventar proyectos y mantenerlos; a su vez, permite liberarse del determinismo de la situación, solucionar problemas y plantearlos, es decir, la inteligencia es saber pensar, o bien, saber dirigir nuestra actividad mental para adaptarse a la realidad y desbordarla,


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