Seamos una familia. Roser A. Ochoa

Seamos una familia - Roser A. Ochoa


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puedes llamarme, ¿verdad? Puede que de niños no entienda, pero si necesitas cualquier otra cosa, puedes contar conmigo.

      —Lo sé, eres un buen amigo —murmuró Eric.

      —Bonita camiseta —apuntó Álex, señalando la prenda que Eric había elegido justo antes de que llegara.

      —Gra…

      Ese agradecimiento fue abruptamente cortado cuando los labios de Álex se abalanzaron a cerrar los de Eric, para que no pudiera decir nada más. Fue un beso que lo tomó por sorpresa, en el que ofreció una inicial resistencia que pronto fue superada por la insistencia de esa lengua que empezaba a abrirse paso dentro de su boca y que pronto la llenó por completo. Las manos de Eric se aferraron a la tela de la camiseta de su amigo, estrujándola y arrugándola con fuerza.

      —Para… —logró pedir en un gemido ahogado, apartándose de Álex—. Yo… Yo… Lo siento, Álex, no tengo la cabeza para estas cosas ahora —murmuró con congoja.

      —Perdona —se disculpó su amigo—. Peli y palomitas también es un plan genial —afirmó con una dulce sonrisa.

      —¿De verdad? —insistió Eric, sufriendo por si lo había ofendido.

      —Por supuesto —sonrió su amigo, cogiendo un puñado de palomitas del bol y metiéndolas en la boca de Eric.

      Capítulo 8

      Una de las ventajas de tener dinero era poder gastarlo para algo como encontrar a alguien. Lo que a él le podría haber llevado semanas, meses o incluso la vida entera, a ese investigador privado le ocupó tan solo una tarde. Eso sí, le cobró lo que uno de sus camareros ganaba en una semana, propinas incluidas. Pero el hombre había realizado un trabajo minucioso, no solo tenía la dirección, sino hasta el nombre del colegio del pequeño. También supo que Lucas era el único familiar vivo de Eric, lo que hizo que entendiera un poco más la reacción del chico la vez que se vieron.

      Era lunes, primera hora de la mañana y Barcelona parecía bulliciosa, como si hiciera horas que hubiera despertado, o tal vez como si nunca se hubiera dormido. Había tardado quince días en dar el paso de ir hasta allí, ¿por qué tanto? La respuesta a esa pregunta era muy sencilla. Tenía miedo. No había ninguna otra razón. Se encontraba aterrorizado. Estaba parado en una calle de uno de los barrios más humildes de la ciudad, mantenía la mirada fija en el portal. Si se paraba a pensarlo, su actitud era de lo más sospechosa, pero no se atrevía a nada más, el miedo lo tenía petrificado en ese lugar en específico, entre una panadería regentada por paquistaníes y una farmacia que parecía haber echado el cierre hacía años. En su mente se repetía de manera incesante la idea de que con total seguridad se trataba de un error, él no tenía ningún hijo.

      A pesar de haberlo visto tan solo una vez y por un breve lapso de tiempo, reconoció a Eric de inmediato. Pelo oscuro, tez más blanca que la de un vampiro, y ojos como si se hubiera tragado una noche sin luna. Salió del portal asido de la mano de un niño que, así a primera vista, Jonah no podría decir qué edad tenía, la verdad era que su instinto paternal se encontraba adormecido. No le habían interesado los niños en absoluto, puede que por eso en el restaurante no contara ni con menú infantil, una petición reiterada en muchos de los comentarios de TripAdvisor.

      Eric tiraba del crío para que caminara más deprisa, y como vio que no lo lograba terminó por colgárselo del cuello. Así, el uno al lado del otro, Jonah pudo fijarse que tío y sobrino no se asemejaban demasiado. Lucas tenía el pelo muy claro, sobre todo de medios a puntas, su piel, a pesar de ser clara, parecía de esas rápidas de broncear, y cuando el niño apoyó la barbilla sobre el hombro de Eric y miró hacia atrás, Jonah pudo ver que tenía los ojos de un azul muy claro. Por dios, ¡ese niño era su vivo retrato! Caminó tras ellos dejando un espacio para no ser visto, se sentía como un verdadero stalker, sin embargo, no quería irrumpir frente a Lucas sin antes hablar con el chico, le parecía mucho mejor de ese modo.

      Eric despidió al pequeño frente a la puerta del colegio, dándole un beso y un fuerte abrazo, que el niño parecía reacio a querer soltar. Después de unos instantes, Lucas fue hacia dentro, no sin antes girarse un par de veces para mirar atrás. Jonah sonrió, le pareció una escena enternecedora. Entonces llegó el momento de ir hacia Eric, encararlo de frente y hablar con él, dio un paso en su dirección, el chico se giró y empezó a caminar de manera despreocupada calle abajo. Jonah no supo si llamarle, adelantarlo y fingir un encuentro casual, o esperarlo cerca del piso… Y sin darse cuenta, mientras iba meditando la viabilidad de cada opción, se encontró siguiendo al muchacho, que entró en una tienda para comprar, después hizo una breve parada en la farmacia y, finalmente, entró en la panadería frente a su casa y salió de allí con una barra de pan. Aprovechó la lentitud en cerrarse de la vieja puerta de hierro forjado del edificio para colarse dentro, cuando llegó al ascensor, este acababa de cerrar las puertas. Jonah ojeó los nombres en el buzón, el de Sara seguía allí, y eso, no supo muy bien porqué, hizo que se le pinzara el corazón.

      —¡Vooooooy! —gritaron al otro lado de la puerta después de haber presionado el timbre—, ¿sí?

      Jonah se encontró, frente a frente con esos dos pozos sin fondo que tenía ese chico por ojos, su expresión pasó de sonrisa divertida a mueca de terror, hasta le pareció que el chico había dejado de respirar.

      —¡Espera! —reaccionó Jonah, adelantando un pie para presionar la puerta y que él no pudiera cerrarla.

      —¡No! —gritó Eric, mientras empujaba con todas sus fuerzas—. No, no, no, no, no… —repetía sin aliento.

      —Lo sé, lo siento —fue lo primero que Jonah dijo, porque realmente quería disculparse con él, sabía que era una locura, algo temerario y una grosería presentarse en esa casa—. Eric, por favor, dame cinco minutos, solo quiero que hablemos…

      —¿De qué? —preguntó el chico, empujando aún la puerta—. Solo me interesa hablar contigo si has firmado los papeles.

      Los papeles estaban firmados, aunque no por él, pero no dijo nada, ahora que se encontraba de nuevo frente al chico, era como si su mente hubiera sucumbido a un reset, estaba en blanco y no sabía qué hacer o decir. Se sintió como un acosador acechando a la víctima, así que dejó de dar ridículos empujones contra la madera y se retiró de ella, lo siguiente que se escuchó fue el ¡plum! de la puerta al cerrarse de golpe, como si al apartarse él, Eric se hubiera caído contra la madera. Jonah se quedó parado en ese descansillo de dos puertas, esperaba que la vecina no estuviera, o tendría culebrón en vivo en vez de en la televisión.

      —Eric, siento mucho haber venido de este modo, supuse que si te llamaba no me darías ninguna oportunidad.

      —Por supuesto que no —se escuchó que gritaba al otro lado.

      —Quiero conocer a Lucas —confesó en voz alta Jonah y, una vez dicho, no había marcha atrás, de hecho, no la había habido nunca.

      —¡Y una mierda! —gruñó Eric.

      Era totalmente comprensible, no esperaba que le diera palmas, después de lo ocurrido la vez anterior pensó que tendría una reacción como la que estaba viviendo. Jonah se dejó caer hacia adelante, hasta que su frente quedó pegada a la puerta y dio una honda respiración. Entendía al chico, de verdad lo hacía, pero para él también era una situación jodida y complicada. De la noche a la mañana todo su mundo había cambiado, se había sacudido, y era algo que le costaba aún digerir. ¿Un hijo? Él no había pedido eso, sin embargo, cuanto más pensaba en esa idea, algo en su interior más se aferraba a ella. Y ahora que lo había visto, que le había puesto cara… Pero de nuevo su pensamiento se situó al lado de Eric, podía comprenderlo y no quería hacerles daño a ninguno de los dos, bastante habían sufrido ya.

      —Oye, Eric, yo no quiero quitarte a Lucas —dijo—, de hecho, no quiero interponerme en vuestra vida de modo alguno, no quiero ocasionarte problemas, ni a ti ni al niño. —Jonah hablaba de manera calmada, sin despegar la frente de esa fría madera—. Solo quiero conocerlo, puedes presentarme como


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