Seamos una familia. Roser A. Ochoa

Seamos una familia - Roser A. Ochoa


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poner tu nombre —atacó Eric desde la silla donde seguía sentado.

      Jonah empujó con delicadeza a su hermana fuera del despacho, mientras le pedía perdón en un susurro. Volvió sobre sus pasos, cogió los papeles y los alzó sacudiéndolos, como si quisiera airearlos o pretendiera que las letras cayeran y se volvieran solo folios en blanco.

      —Solo dice que renuncias a reclamar, ahora y en un futuro, tus derechos de paternidad —le explicó Eric—, que viene siendo lo que has hecho desde que nació el niño —añadió—. No sé de qué mierda te sorprendes tanto, solo firma y olvídate de todo, no creo que sea tan difícil, dudo que alguna vez hayas pensado en él.

      —Te llamabas Eric, ¿verdad? —comentó Jonah, con la voz agarrotada, como si las palabras se hubiesen hinchado y le costara hacerlas pasar por la garganta—. Si esto es verdad —siguió, y el gesto de Eric pasó de enfadado a iracundo en el tiempo que le llevó a Jonah pronunciar esas cuatro mal elegidas palabras—, si esto es verdad, yo no tenía ni idea de que Sara estaba embarazada.

      —¡Mientes! —exclamó airado Eric.

      —¿Por qué iba a mentir? —inquirió Jonah, dejándose caer sobre la silla, estaba más blanco que los papeles que sostenía aún entre las manos—. No me puedo creer que me esté pasando esto. ¿Dónde está Sara? ¿Por qué no ha venido ella? —demandó mirando a Eric—. Esto tenemos que aclararlo.

      —¡No hay nada que aclarar! —gritó Eric, ya sí perdiendo la compostura—. ¡Firma! ¡Joder, firma los putos papeles! —insistió, arrojándole el bolígrafo.

      —Si estás intentando chantajearme o sacarme algo te advierto que… —empezó a decir Jonah.

      —¿Qué mierda voy a querer yo de ti? —bramó fuera de sí Eric—. Es al contrario, ¿no lo ves? Lo único que quiero de ti es que no existas para Lucas, ni ahora ni nunca.

      —¿Lucas, así se llama el niño? —le interrogó Jonah, suavizando la voz.

      —¡No digas su nombre! —amenazó Eric, los nervios lo empujaron a perder el control.

      —Lo siento, Eric, no sé qué pintas tú en todo esto, pero este tema tengo que hablarlo con tu hermana, no sé… Consultaré con un abogado y concertaremos una cita…

      —No puedes —musitó Eric, que pasó de gritar como un loco a que su voz apenas fuera audible para el oído humano.

      —¿Por qué? —quiso saber Jonah.

      —Porque no puedes… —repitió Eric temblando.

      —Bueno, tú dame el teléfono de Sara y yo…

      —¡Está muerta! —exclamó Eric, dejando que ya las lágrimas descendieran por sus mejillas, sintiéndose patético y derrotado al instante—. Firma los papeles, por favor… —le imploró con la voz rota—. Por favor… —repitió.

      Había metido la pata hasta el fondo, siempre había pensado que Jonah Katsaros no quería saber nada de su hijo, ¡no que no supiera que tenía uno! ¿Qué pasaría ahora? ¿Y si él quería reclamar a Lucas?

      Eric pasó el dorso de la mano por sus ojos, arrasando lágrimas y mocos, cogió la mochila al vuelo al tiempo que salía de ese despacho corriendo como si algo estuviera a punto de matarlo, dejando los papeles que tanto ansiaba en manos de un sorprendido Jonah, que aún estaba en estado de shock.

      —¡Espera! —gritó la mujer, viéndolo salir tan apresurado del despacho de su hermano.

      Eric salió de nuevo a la lluvia, que arremetía con mucha más fuerza que al momento de llegar. Echó a correr sin saber muy bien en qué dirección lo hacía, solo corrió mientras la ropa de nuevo iba mojándose, pero al menos así, bajo la lluvia, nadie podía ver como no podía parar de llorar.

      —Maldita sea, Sara, ¿por qué me mentiste? —murmuró Eric, con la respiración agitada.

      Capítulo 6

      No podía salir de su asombro. Quiso correr tras el chico, no obstante, en ese instante era como en esas películas de la mafia, alguien había hundido sus pies en cemento y de un momento a otro lo lanzarían a un profundo lago. Sentía que se iba a ahogar, notaba cómo se encontraba anclado al suelo, sin poder moverse. Puede que no de manera literal, pero sí en todos esos pensamientos que se agolpaban en su mente uno tras otro, abriéndose paso a empellones en su cerebro.

      Primero pensó en Sara, no podía creer que esa chica tan divertida y vivaz hubiera muerto, no sabía cuándo, ni cómo o por qué… De hecho, no veía a esa chica desde que se graduaron de la universidad. De eso hacía ya… La edad que tendría el crío. Lo que le llevó a ese segundo pensamiento: ¿un hijo? ¿Él? ¡Nunca le habían gustado los niños! ¿Por ese motivo Sara no le había dicho nada? La última reflexión que lo golpeó fue para el chico que acababa de huir de allí. A pesar de que había terminado derretido en lágrimas, no podía ni imaginar el valor que había necesitado reunir para ir hasta allí a enfrentarlo cara a cara con el ánimo de entregarle esos papeles.

      —¡Después dices que yo soy dura! —se rio Ina, entrando en el despacho—. ¿Qué le has dicho al pobre crío? ¡Lo has hecho llorar! —siguió con un tono tan jocoso que Jonah se sintió ofendido.

      —Ahora no, Ina —gruñó, cogiendo los papeles de encima de la mesa—. Oye, tengo que irme, ¿te encargas tú de esto?

      —¿Q… qué? —balbuceó Ina—. Pero si siempre quieres ser tú quien elija a los…

      —Confío en ti —cortó Jonah su diatriba, saliendo del despacho.

      —¡Oye! ¡Espera! —le pidió su hermana saliendo tras él—. ¿Qué diablos pasa contigo? —preguntó, aunque su tono se asemejaba más a una exigencia—. ¿Quién era ese?

      La puerta de la calle se abrió una tercera vez y un sonriente Víctor entró, sacudiendo el paraguas antes de dejarlo en el paragüero, sin embargo, aún no había llegado a meterlo cuando Jonah lo interceptó, agarrándolo del brazo, ignorando a su hermana y saliendo a la calle de manera apresurada.

      —Eh, eh, eh, eh —decía Víctor, mientras lo arrastraban bajo la lluvia—. Pero ¿qué…?

      —Necesito una copa —aseguró Jonah.

      —Eso está muy bien, pero trabajamos en un restaurante… —empezó a balbucear.

      —Víctor —insistió Jonah, mirándolo con el semblante muy serio, mientras las gotas empezaban a mojarlo.

      —Vale, perdona… —respondió Víctor, abriendo el paraguas para cubrirlos a ambos—. Está bien… Vamos.

      La cara de Víctor cambió por completo, no era habitual que Jonah se comportara de una manera tan impulsiva y extravagante, así que eso solo podía significar que algo había pasado, esperaba que nada malo.

      Ambos amigos entraron en uno de los locales de primera línea de playa, pidieron dos cervezas y aguardaron a que se las sirvieran. Ninguno de los dos parecía dispuesto a romper ese silencio que se había creado entre ambos, pero después de que Jonah diera buena cuenta de su consumición, casi bebiéndosela de un trago, Víctor no pudo aguantar más y preguntó de forma directa qué era lo que estaba pasando, más que nada porque empezaba a preocuparse.

      Jonah empezó a hablar, sin embargo, tampoco era que pudiese explicarle mucho, y cuando su mejor amigo comenzó a hacerle preguntas, se dio cuenta de que no era capaz de responder a ninguna, pues en verdad sabía nada y menos, solo que ese tal Eric se había presentado allí y después todo estaba como brumoso.

      Víctor terminó de leer los documentos y los dejó en el centro de la mesa, justo en medio de las dos nuevas jarras de cerveza que acababan de pedir.

      —Pero tú y esa chica… —empezó a poner en duda Víctor, sin embargo, Jonah asintió—. ¿Cuándo?

      —Fue


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