Con tinta sangre del corazón. Gustavo Sainz

Con tinta sangre del corazón - Gustavo Sainz


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de curiosidad, hombres de negocios codiciosos, grandes hacendados obtusos, obispos, políticos que podían citar a Horacio pero que jamás habían oído hablar del álgebra. La ciencia se consideraba una actividad apenas honorable y la creencia religiosa era obligatoria. El tradicionalismo, la estupidez, el esnobismo, el patriotismo, la superstición y el amor por la guerra parecían situarse en el mismo bando”. (George Orwell, The Collected Essays, Journalism and Letters, vol. 2, p. 113).

      87. “Cuando somos, la muerte no es, cuando la muerte es, ya no somos”, Epicuro subraya el extraño encuentro en el cual lo que define íntimamente al hombre como mortal queda fuera de él. El acontecimiento es inconcebible y, por tanto, nos lo imaginamos, y muy pronto se revela inimaginable. “En realidad es que nos es absolutamente imposible imaginarnos nuestra propia muerte, y todas las veces que lo intentamos nos damos cuenta de que asistimos a ella como espectadores… En el fondo, nadie cree en su propia muerte”. (Freud citado por Ernest Becker, La lucha contra el mal, p. 75).

      88. En Acámbaro, Hidalgo es nombrado generalísimo. El obispo de Guadalajara, Juan Ruiz de Cabañas, excomulga a Hidal-go, Allende, Aldama, Abasolo y a quienes los ayuden. (De la Torre, op. cit., p. 170).

      89. Ignacio Allende, soldado experimentado, tenía todo el derecho a que lo eligieran jefe militar de la insurrección, pero no había contado ni con Hidalgo ni con los indios. Era una contienda religiosa, y su jefe tenía que ser un sacerdote, así que Allende fue rechazado en San Miguel el Grande (que ahora irónicamente se llama San Miguel de Allende), e Hidalgo fue nombrado generalísimo, pese a su absoluta ignorancia de las más rudimentarias nociones del arte militar. (Simpson, op. cit., p. 213).

      90. Seler escribió que los mexicas creían que las estrellas fugaces eran las almas de los muertos. (“Das Weltbild der Mexikaner”, Gesammelte Abhandlungen zur Amerikanischen Sprach und Alterthumskunde, p. 54).

      91. Lo único que se sabe de esta mujer es lo que consta en el siguiente documento: “Haz.da de la Goleta y Diz.re 29-810 a las 11 de la mañana.- S.or Gral.-D.n Antonio Sánchez, oficial de Sillería en la Haz.da de Queréndaro, que ha servido al Rey 20 a.s, acaba de llegar a ésta y declara lo sig.te y aún está pronto a jurarlo: el As.or de la dha. Haz.da de Queréndaro, despachó ayer mañana a José Ricardo, sirviente suyo, al pueblo de Zinapécuaro, en busca de pan; regresó con el pan a las 11 1/2 de la mañana, y dijo el tal Ricardo, que estando él allí, llegó a Zinapécuaro un posta despachado por La Barragana, jefa de innumerables indios que trae consigo, y vino diciendo que ayer noche mismo, venía ella con su indiada a campar en Zinapécuaro; que se le dispusiese carne y maíz, y nada más. Que no tuviesen miedo, que no venían sino a derrotar al ejército de V. S. Esto declara el referido Sánchez, que acompañado del mayordomo de esta Haz.da pasa a presentarse a V. S. para hacer la misma declaración, y yo no quiero dejar de comunicarle esta noticia, sea o no sea cierta.-Dios gue. a V. S. m.s-S.or Gral.-B. L. M. de V. S. su at.o serv.r y Capellán.- Fr. Antonio del Espíritu Santo.-S.or Gral. D.n José de la Cruz”. (O. de G. de Realistas. Cruz, José de la; T 3, Es. 228, Archivo General de la Nación).

      92. La ciudad de México estaba muy cerca de cumplir la promesa de su conquistador, Cortés, de convertir su capital en “la ciudad más noble y populosa del mundo ocupado”. Según la frase evocadora de Doris Ladd, “era un lugar de palacios”. Había más de cien iglesias y capillas, veintitrés monasterios, quince conventos, doce hospitales, varias escuelas secundarias complejas y antiguas (algunas en seria decadencia en 1810), un amplio sistema de mercados y graneros, una Academia de Artes, la Escuela de Minería más avanzada del mundo, una de las universidades más grandes de América y un Jardín Botánico. Sus edificios públicos eran im-presionantes, como su gran catedral, el Palacio Virreinal, el Palacio Municipal, la Casa de Moneda, la Inquisición, la Universidad, la aduana. Unos cuantos visitantes extranjeros que conocieron la ciudad justamente antes de la Independencia o después de ésta atestiguaron libremente su tamaño y belleza. Humboldt, Poinsett y madame Calderón dejaron constancia de su asombro y se maravillaron ante las siete calzadas de la ciudad, sus dos acueductos, sus calles amplias y bien iluminadas, sus bulevares y sus mercados, y los vestigios del antiguo sistema azteca de canales que aún se uti-lizaban a fines de la época colonial. Los visitantes españoles se sentían impulsados a hacer hipérboles en sus descripciones. Alce-do la calificó de “la más bella, grande y suntuosa ciudad de toda la monarquía española”. Juan de Vieira no pudo resistir la tentación de llamarla “esta nueva Babilonia”. (Anna, op. cit., pp. 26-27).

      93. El cristianismo y Juan de Patmos en primer lugar, fundaron un tipo de hombre nuevo, un tipo de pensador que todavía perdura en la actualidad, que conoce un reino nuevo: la oveja carnívora, la oveja que muerde y que grita “socorro, ¿qué os he hecho?, si era por vuestro bien y por nuestra causa común”. (Gilles Deleuze, Critique et clinique, p. 58).

      94. Entra Hidalgo en Toluca y en el Monte de las Cruces vence a Trujillo, colocándose a un paso de la ciudad de México.

      95. La ciudad de México le rindió un gran tributo a los defensores del Monte de las Cruces. A Antonio Bringas, un oficial realista que murió en la batalla, por órdenes del virrey lo sepultaron en una espléndida ceremonia pública. La mayor parte de los soldados que participaron en la batalla pertenecían al Regimiento de las Tres Villas, y a éste le concedieron el honor de usar como grito de batalla el lema “Monte de las Cruces”. La ciudad de Veracruz acuñó una medalla de honor de los defensores, y la ciudad de México al año siguiente celebró solemnemente el primer ani-versario de la batalla. Por su conducta ejemplar, un joven oficial criollo, llamado Agustín de Iturbide, futuro libertador y empe-rador de México, ascendió a capitán. (Niceto de Zamacois, Historia de México, desde sus tiempos más remotos hasta nuestros días, pp. 6, 516).

      96. Idea de Lutero, quien definía al hombre como un doble crepúsculo: crepusculum vespertinum entre el día y la noche, crepusculum matutinum, entre la noche y el día.

      97. Entre los totonacas, la Luna es una deidad masculina, amante de todas las mujeres.

      98. En Tlalpujahua se une a la insurgencia López Rayón.

      99. Eros nace de una noche de borrachera y de un amor de paso. Su madre es una prostituta y su padre es un borracho totalmente nectarizado (pues el vino aún no existía). Este hombre, Poros, entró en el jardín de Zeus y se durmió allí fuera de sí. Entonces Miseria (Penia), lo mira tan hermoso que se le ocurre que la embarace, se acuesta a su lado, comienza a manosearlo, y así es como fue concebido Eros. Está muy lejos de ser lo bello y lo tierno que habitualmente se cree. Es duro, seco, va descalzo y carece de casa. Duerme en el suelo sin mantas, al aire libre, a la entrada de las granjas y en los caminos. Porque posee la naturaleza de su madre y la miseria nunca lo abandona. Pero por el lado de su padre es emprendedor, hermoso, bueno, valiente, atrevido y ardiente, gran cazador, siempre reflexionando y encontrando los medios para llevar a cabo sus hazañas. Filosofa sin cesar y es un terrible mago, brujo y sofista. La historia la cuenta, entre otros, Sócrates, y Fisilo lo comentó: “¿Por qué el amor es en parte rico y en parte pobre? Porque habitualmente no deseamos ni lo que poseemos plenamente ni lo que nos falta del todo”.

      100. Hidalgo es derrotado en San Jerónimo Aculco, y vuelve a Valladolid.

      101. Morelos entra en Tecpan, y se le unen Ignacio Ayala, Juan José, Antonio y Pablo Galeana.

      102. José Antonio Torres derrota a Villaseñor en Zocoalco.

      103. La ignorancia ritual y la vida cristiana en reclusión casi monástica hacían que las mujeres, aun aquellas de una elevada inteligencia, conservaran hasta la ancianidad un candor de niñas. “La abnegación de la mujer mexicana no tenía límites. Su calma, que era la del justo, la acompañaba, como su inocencia, hasta el último trance. Su vida en aquella época hubiera sido imposible, su fortaleza inexplicable, si allá en el fondo del hogar, cerrado a to-das las satisfacciones terrenas, detrás de la imagen de dolor a cuyos pies vivía arrodillada, sus ensueños beatíficos no le mostraran, en un espacio inundado de claridad pura, la esperanza de la vida inmortal”. (Andrés Mateos, Estudio sintético sobre la Guerra de Independencia, p. 503).

      104. “Todas las historias están habitadas por los fantasmas de las historias que hubieran podido ser”. (Salman Rushdie, Vergüenza, p. 177).


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