Con tinta sangre del corazón. Gustavo Sainz

Con tinta sangre del corazón - Gustavo Sainz


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      124. El régimen virreinal, desequilibrado y debilitado por el desorden de los últimos dos años, fue sacado de su confusión y apatía, ya que la nación se enfrentaba a una amenaza tan grave que unió a todas las facciones y superó todas las divisiones. Los propietarios de tierra, el clero, los monopolistas, los autonomistas y los burgueses se unieron para defenderse. El importante movimiento de autonomía ocupó un lugar secundario en la lucha por sobrevivir que siguió después. Trágicamente, la rebelión de Hidalgo y otras revueltas sirvieron para impedir el logro temprano de la autonomía en el periodo en que ésta era aún posible, esto es, antes de la reinstauración de Fernando VII en el trono. (Anna, op. cit., p. 83).

      2. Apocalípticos e integrados

      1. Los militares como Allende y Abasolo, a la cabeza de las pequeñas fuerzas regulares, van a la descubierta. No hay necesidad de vigilar los flancos ni la retaguardia. Sobran oficiales oficiosos que desempeñan el servicio de exploración. Los proveedores de aquel inmenso ejército, los aposentadores, el cuerpo médico ambulante, son las mujeres. Después de algunos días de marcha, Hidalgo, que llega por Toluca, se detiene al pie de las montañas Las Cruces. Cerca de allí Trujillo, el jefe español, fuerte con tres mil hombres de tropa veterana, en una posición bien elegida y con el apoyo de “los fieles patriotas” que han armado a sus criados y a sus gañanes, espera el choque, fiado en su ostensible superioridad sobre la turba que ya avanza a paso de carga. Hidalgo, desde lo alto de una roca, absuelve a los que van a morir y los lanza al asalto. Todas las balas de Trujillo hacen blanco en la compacta multitud. El estrago de la artillería es brutal, pero el número de iracundos se renueva implacable y hace continuo el ímpetu del esfuerzo, y quebranta la resistencia del ejército español y Trujillo retrocede, luego se desordena. Nuevos combatientes descienden de las montañas, asaltan los flancos y obstruyen la ruta de retirada. El ejército colonial cae entero bajo los machetes y sólo por uno de los prodigios que obra a veces el pánico, logra escapar Trujillo con algunos de “los fieles patriotas” entre los cuales aparece por primera vez el nombre de Iturbide. (Genaro García, Documentos inéditos o muy raros para la Historia de México, p. 517).

      2. En el narrar hay algo que se opone profundamente a la condena, que supera su lado coactivo y escapa al cuchillo que se abate. Narrar es un ir adelante y un volverse atrás, un movimiento ondeante en la voz, una perenne cancelación de confines, una treta para evitar las puntas vulnerantes. (Roberto Calasso, La ruina de Kasch, p. 136).

      3. ¿Cómo hacer que el problema de la “patria” inspirara y movilizara a sujetos que no pertenecían a la nación privilegiada de los criollos? ¿Cómo darle el relieve necesario para que la preocupación patriótica opacara el problema de las clases y de las castas? (Claudio Lomnitz, Modernidad indiana, p. 50).

      4. Los habitantes ricos de la ciudad de México eran los más ricos de todos los españoles americanos, y algunos tenían fortunas de más de un millón de pesos. Ladd descubrió que diecisiete familias en la Nueva España eran millonarias y nueve tenían fortunas de 500 000 a 900 000 pesos. Puede comprenderse la inmensidad de estas fortunas en una sociedad preindustrial si consideramos que el peso mexicano de 1810 valía igual que el dólar de los Estados Unidos en aquella época. (Anna, op. cit., p. 28).

      5. Marx lo señalaba para el capitalismo: hay una violen-cia que pasa necesariamente por el Estado, que precede al modo de producción capitalista, que constituye la “acumulación primitiva”, y hace posible ese modo de producción. Si uno se sitúa en el modo de producción capitalista es difícil decir quién es ladrón y quién es víctima, e incluso dónde está la violencia. Pues en él, el trabajador nace objetivamente desnudo, y el capitalista, objetivamente “vestido”, propietario independiente. Lo que así ha formado al trabajador y el capitalista no escapa, puesto que actúa en otros modos de producción. Es una violencia que se plantea como ya hecha, aunque se rehaga todos los días. (Jean Robert, Décoloniser l’espace, p. 478).

      6. En el diccionario de Molina (Vocabulario de la lengua mexicana y castellana), existe la palabra citlalcóatl, serpiente de estrellas, nombre relacionado con alguna constelación y que tal vez sea la misma serpiente cubierta de ojos estelares frecuentemente representada en los códices, y que se podría pensar correspondiera a otra constelación septentrional, Dragón, que también aparece todo el año, menos en invierno.

      7. La diputación de América y Asia a las Cortes de Cádiz, en abril de 1811, logró la discusión de un buen número de puntos de vista acerca de la libertad de comercio, argumentos que se encerraban en once proposiciones que implicaban la urgente necesidad de abrir paso a la libertad económica.

      8. Entre otros adelantos cívicos que el intendente de la Provincia de Guanajuato había introducido, se contaba con la Alhóndiga de Granaditas, enorme granero que impediría la repetición del “año del hambre”, 1784-1785. Esta alhóndiga, que aún se conserva, es una pesada construcción cuadrada, situada en el centro de la ciudad. Su gran solidez hizo que Riaño la escogiera como plaza fuerte cuando supo que se acercaba el ejército de Hidalgo. Todo el tesoro de la ciudad fue llevado allí. Los españoles se refugiaron dentro y los muros fueron guarnecidos con un batallón de milicianos.

      9. Entre la multitud que recorre el pueblo en confuso tumulto y alarmada, destaca un joven barretero de veinte años de edad, ojos azules y cabellos rubios. Es Juan José Martínez, aunque muchos autores le dan otros nombres, barretero de la mina de Mellado, conocido entre sus compañeros con el apodo de “el Pípila”. Destaca porque corre en sentido contrario hasta llegar a la mina, adonde baja a las oscuras galerías gritando “¡Vamos muchachos, afuera, que ya tenemos independencia y libertad!” La muchedumbre fluye por todas partes y grita “¡A Granaditas! ¡A Granaditas!”

      10. El universo de la semiosis, es decir, el universo de la cultura humana, debe concebirse estructurado como un laberinto de tercer tipo: (a) está estructurado según una red de interpretantes. (b) Es virtualmente infinito porque tiene en cuenta múltiples interpretaciones hechas por diferentes culturas […] es infinito porque cada discurso sobre la enciclopedia pone en duda la estructura previa de la propia enciclopedia. (c) No sólo registra “verdades” sino, más bien, lo que se ha dicho sobre la verdad o lo que se ha considerado verdad […] (Umberto Eco, Semiótica y filosofía del lenguaje, p. 107).

      11. Suponemos que hay cuatro clases existentes durante esta época: la clase gobernante constituida por los administradores y comerciantes; la élite local, o clase propietaria y castrense; los pequeños comerciantes profesionales y la clase clerical, que constituían la clase media; y las clases trabajadoras constituidas por los indios, mestizos o castas y negros. (Luis Villoro, El proceso ideológico de la revolución de independencia, p. 18).

      12. Familias que tenían de quince a treinta y dos sirvientes. (Doris M. Ladd, The Mexican Nobility at Independence, 1780-1826, p. 160).

      13. Riaño fue muerto al principio del ataque, y las discusiones sobre el nombramiento de su sucesor desmoralizaron a la guarnición.

      14. El cura Hidalgo descubre a Juan José Martínez por la excitación con que anima a la plebe, y le pide ayuda para quemar la puerta.

      15. El intrépido muchacho consigue pronto una losa de cementerio, plana y pesada, y una tea de resina como la que usaban los barreteros en sus trabajos subterráneos. Lo ayudan a amarrar-se la gigantesca piedra a la espalda, y empuñando la tea con su mano derecha, avanza ofreciendo su escudo descomunal a los ti-radores. Muy despacio, por el peso tremendo de la piedra escudo, logra llegar y por fin poner fuego a la puerta, por la que “se precipitan furiosas las insolentadas turbas”. (Bustamante, op. cit., pp. I, 39).

      16. Zamacois refiere que después de la toma de Granaditas, el Pípila se dirigió a Mellado, llevando una red llena de oro, y que ya no se volvió a oír de él porque probablemente murió asesinado. Algunos historiadores han puesto en duda que en realidad existiera Juan José Martínez, el Pípila, y, por tanto, que su atrevida hazaña fuera cierta. Castillo Negrete, en su Historia de México en el siglo xix (Apéndice del t. III), consigna unas certificaciones expedidas el año de 1833 por el general Juan Pablo Anaya y otras personas, que acreditan haber conocido al mencionado Pípila, cuya esposa se llamaba María Victoria Bretadillo, oriunda de Guanajuato.


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