Antequera, 1808-1812. De la crisis del Antiguo Régimen a la Ocupación Napoleónica. Francisco Luis Díaz Torrejón
con el título Antequera, 1808-1812 y el subtítulo De la crisis del Antiguo Régimen a la ocupación napoleónica, es el primer estudio monográfico que se publica sobre la realidad antequerana durante la Guerra de la Independencia en los más de doscientos años transcurridos desde entonces. Además de la presente introducción, la obra consta de doce capítulos y un epílogo, que se exponen con el ilustrativo propósito de transportar al lector a través del tiempo para situarlo en el centro de aquella Antequera como un espectador de excepción. Si se consigue, habrá que darse por satisfecho.
No debe ponerse el punto final a estas palabras introductorias sin la expresión de gratitud a una serie de personas, todas próximas por la sagrada unción de la amistad, vinculadas a la génesis del libro que ahora comienza. Aun a riesgo de omitir algunos nombres por olvido involuntario, vaya mi agradecimiento a José Escalante Jiménez, agradecimiento doble por su generosa contribución como archivero de Antequera y por el regalo del magnífico prólogo que encabeza la obra; a Jorge Planas Campos, por poner a mi alcance sus sabios conocimientos y la rica información coleccionada a lo largo de tantos años; a Alberto Martín-Lanuza Martínez, por su valiosa aportación de ciertas noticias militares; a Juan López Tabar, por responder presto a algunas de mis dudas; a José María Espinosa de los Monteros Jaraquemada, siempre dispuesto a toda colaboración por amor al arte; a Manuel Olmedo Checa, por su ejemplo de incansable investigador; a Francisco Cabrera Pablos, por hacer mío su dominio de la historiografía malagueña; a Rafael Tapia Laude, por facilitarme ciertos papeles que guarda como el más curioso coleccionista de los antequeranos vivos; a José Luis Sánchez Mesa, por la franca disposición de brindarme sus saberes; a Antonio Garrido Torres-Puchol, por su comprensión en un alarde de leal compañerismo; y a Antonio García Gutiérrez, editor de ExLibric, por ofrecerse generosamente a publicar este libro y dirigir las tareas de edición con su esfuerzo y empeño personal.
Las últimas palabras son para la amistad de Antonio Del Bello Martín y el recuerdo de José Antonio Muñoz Rojas.
En fin, sin más preámbulo, se da paso al primer capítulo y lo hago con las mismas palabras que en otras ocasiones:
¡Se levanta el telón! ¡La historia comienza!
[1] «Informes sobre España (diciembre 1807 a marzo 1808) del gentilhombre Claudio Felipe, conde de Tournon-Simiane al emperador Napoleón I». Traducción, comentarios y notas de Manuel Izquierdo Hernández. Boletín de la Real Academia de la Historia. Madrid, 1955. Tomo 137. Págs. 315-357.
[2] «España se encuentra en un momento de crisis, [...]. España se encuentra, lo repito, en un momento de crisis; hace falta, dirigiéndola, cambiarla [...]; la nación francesa recogerá todo el fruto, pero es menester no perder un instante, los momentos son preciosos». Geoffroy de Grandmaison, Charles Alexandre. L´Espagne et Napoléon. Paris: Librairie Plon, 1908-1931. Tomo I. Págs. 468 y 469.
[3] «Españoles: Después de una larga agonía, vuestra nación iba a perecer. He visto vuestros males y voy a remediarlos. [...]. Vuestros príncipes me han cedido todos sus derechos a la corona de las Españas [...]. Vuestra monarquía es vieja: mi intención se dirige a renovarla; mejoraré vuestras instituciones y os haré gozar de los beneficios de una reforma». Archivo Histórico Nacional Consejos. Legajo Nº 5511. Expediente 10. Decreto Imperial 25 mayo 1808.
[4] «...regenerador de la patria». Ibídem.
[5] Ibídem.
[6] Diario de Granada. Jueves 11 enero 1810. Nº 11.
[7] «... aquellos temibles desfiladeros, rodeados de un prestigio tan espantoso, no eran más que un fantasma desvanecido». Thiers, Adolphe. Histoire du Consulat et de l´Empire. Paris: Paulin, 1845-1862. Tomo XII. Pág. 262.
[8] Escalante Jiménez, José. Guía del Archivo Histórico Municipal de Antequera. Antequera: Excmo. Ayuntamiento de Antequera, 2007. Pág. 24.
CAPÍTULO I
Antequera en los albores
del siglo XIX
La ciudad y sus contornos a través de ojos extraños
En todo trabajo historiográfico hay dos conceptos fundamentales que deben definirse como puntos de arranque: la concreción cronológica, es decir, la determinación en el tiempo de los rangos que fijan el periodo del estudio; y la situación espacial, o sea, la delimitación geográfica del marco que circunscribe las acciones. En el presente caso, el concepto cronológico está fijado inconfundiblemente porque se limita a los años comprendidos entre 1808 y 1812, años que corresponden a la convulsiva Guerra de la Independencia. Sin embargo, la noción geográfica solo ha sido apuntada y aunque no se ignora que se trata de Antequera, conviene definir con mayor precisión la realidad local existente durante esa época.
El regreso a la Antequera de principios del siglo XIX, cuando han transcurrido más de doscientos años, solo es posible por la vía testimonial, por medio de los testimonios de sus contemporáneos. Las noticias disponibles se deben a las plumas de diversos personajes que entonces transitan por Antequera, aunque no son tantos los que se paran a describir la ciudad y sus contornos como cabría esperar.
Uno de los testimonios, ajustado por cronología a la Antequera que interesa, está datado en los últimos años del setecientos y corresponde a la observación de un viajero extranjero, predecesor de aquellos curiosos impertinentes que decenios más tarde recorrerán España de punta a punta. Se trata de Alexandre Louis Joseph de Laborde, un francés –nacido en París el 17 de septiembre de 1773– que antes de ser destinado a Madrid con la embajada de Lucien Bonaparte en 1800, ya había viajado por tierras españolas con la idea de «décrire ce pays peu connu alors et si intéressant sous plusieurs rapports»[1] .
El joven Laborde –entonces tiene unos veinticinco años de edad– viaja por el sur peninsular hacia 1798 y el itinerario emprendido le lleva a Antequera, ciudad que describe con no pocos detalles:
«Cette ville est située en partie sur une colline, en partie dans une plaine, ce qui la fait diviser en ville haute et basse. Quelques uns ont cru qu´elle fut bâtie par les maures sur les ruines de l´ancienne Singilis, qui n´en étoit point éloignée, mais le plus grand nombre la regarde, avec quelque vraisemblance, comme l´Anticaria des romains. La ville se compose de montées et de descentes; au sommet est un château bâti par les maures et qui contient l´hôtel-de-ville et deux églises paroissiales, dont une fut le siège d´un chapitre de collégiale qui a été transféré dans la ville basse. Celle-ci est unie, sans montées ni descentes, elle a un chapitre, deux églises paroissiales et plusieurs couvents, mais la ville haute est mieux habitée: la noblesse et la bonne bourgeoisie y font leur résidence. La basse-ville est principalement occupée par des laboureurs et des artisans. Antequera est le chef-lieu d´un corrégidorat: elle a un corrégidor d´épée, un alcade mayor et une population d´environ 14000 personnes»[2] .
Ante la rica información de Laborde asalta una duda: ¿son todas las noticias de cosecha propia –recabadas personalmente durante su permanencia en la ciudad– o por el contrario habían sido adquiridas en fuentes bibliográficas existentes ya entonces?
La cuestión carece de una respuesta taxativa, aunque no puede descartarse que Laborde se ilustrara en tratados de geografía y en libros de viaje, ya que al menos hay dos con informaciones muy similares a la suya: la obra en dos volúmenes titulada Población general de España, que había publicado en 1768 Juan Antonio de Estrada[3] ; y la magna colección de dieciocho tomos Viage de España, escrita por