Un plan B para la vida. César Landaeta

Un plan B para la vida - César Landaeta


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que, valiéndonos de tu inteligencia y la buena voluntad que caracteriza a mucha gente como tú en este mundo, algún día se producirá una disminución en la cantidad de seres hostiles y desapegados que actualmente circulan por ahí y un incremento en la legión de hombres y mujeres que no califiquen esta roca giratoria en el espacio como un lugar para destruirse entre ellos.

      Nuestra esperanza es que el breve manual que hemos elaborado, concebido para estimular tomas de consciencia, te resulte de algún valor y pedimos sinceramente nos disculpes si de antemano asumimos que tú ―como tantas otras personas criadas en la forma tradicional― has vivido hasta ahora dentro de una coraza, por miedo a ser objeto de burla o en una cabina antiséptica, como si un virus maligno amenazara tu salud. Si con lo expuesto en las páginas siguientes, logramos que apuntes tu mirada hacia un futuro de mejor pronóstico que como te lo han pintado, nuestra misión se habrá cumplido.

      En caso de que el libro y sus planteamientos fallasen en producir modificaciones importantes en tus costumbres defensivas, igualmente nos sentiremos satisfechos. Siempre cabe la posibilidad de que un mínimo concepto de lo leído quede alojado en tu plano inconsciente y tal vez en un no tan remoto porvenir, la semilla de la curiosidad profundice sus raíces hasta convencerte de que la gente tiene más cosas buenas que malas y que mejor te va incentivando las primeras que vivir previniéndote contra las segundas.

      Desde el lugar donde nos encontremos, mis colaboradores y este servidor, para cuando eso ocurra, celebraremos tu éxito con el placer de saber que una dosis de nuestro entusiasmo se refleja en tu alegría.

      Es bueno recordar que las causas nobles no tienen dueño, sino seguidores que se han atrevido a dar pasos hacia adelante.

      En las filas de lo amigable entra cualquier soñador que se atreva a romper esquemas rígidos y a admitir que un saludable ambiente humano puede construirse con la tenacidad de una hormiga y la paciencia de un gusano de seda.

      Aun cuando no lo parezca, somos muchos los soñadores. Solo que hacemos poco ruido.

      ¡Bienvenido seas a aprender que los sueños que antes parecían solamente ilusiones, hoy pueden convertirse en gratas realidades!

       César Landaeta H.

      Notas

      1 Fuente: Página en internet de la Real Academia Española de la Lengua. http://dle.rae.es/srv/search?m=30&w=banal

      2 Traducido de Newsweek Magazine, U.S. TRAFFIC DEATHS, INJURIES AND RELATED COSTS UP IN 2015. By STAV ZIV ON 8/17/15 AT 7:40 PM.

      un mundo más amigable?

      La respuesta inmediata y concluyente es: ¡Sí, claro que puede hacerse!; pero en lugar de dejarnos llevar por la euforia o regodearnos en elucubraciones derivadas del anhelo por recibir buenas noticias, mantendremos los pies sobre la tierra y procederemos a revisar el panorama que nos presenta la realidad.

      Un somero vistazo a la historia universal bastará para convencernos de que el mundo jamás ha sido un lugar de paz y grata convivencia. Antes bien, la actividad del Homo Sapiens en su tránsito terrenal se ha caracterizado esencialmente por la intolerancia y el empeño de unos individuos por sojuzgar o atropellar a otros a quienes ni siquiera tienen el gusto de conocer.

      Bajo diversas consignas, amparadas en armazones ideológicas, políticas o religiosas, se ha cometido toda suerte de injusticias y barbaridades, muchas de ellas aún vigentes en regiones geográficas que merecerían un pasar menos calamitoso.

      ¿Y qué decir de las relaciones que suelen establecerse entre ciudadanos, residentes en una misma comunidad? ¿Es la amabilidad o el honesto reconocimiento de los derechos ajenos lo que tipifica el desenvolvimiento cotidiano? ¿Se alienta con énfasis notable la confianza y una generosa solidaridad entre los habitantes de las grandes ciudades?

      Lamentablemente las respuestas a estas interrogantes suelen ser dubitativas cuando no, directamente negativas. A causa de la proverbial irresponsabilidad ―o banalidad― que han demostrado los especímenes humanos, cada nueva generación que hace su debut en la sociedad lo que encuentra es un ambiente de recelo y prejuicios entorpecedores de un contacto saludable con sus iguales.

      A los pobres recién llegados no se les ofrece otro libreto más que el de repetir unos patrones cargados de sospecha o confrontación.

      Contemplando el patético estado de cosas que hemos heredado de nuestros antecesores, tal vez la lógica duda que surja de tu reflexión sea: si no contamos con modelos éticos del pasado y si ―cómo luce a un primer vistazo― , viene con nuestra naturaleza el ser mal encarados y belicosos, ¿cuál es la probabilidad de que un proyecto para hacer un mundo más amigable, tenga un pronóstico de éxito? ¿No sería más sensato adherirme a la corriente general y armarme hasta los dientes, para defenderme de los enemigos que acechan tras una fachada de civilización?

      Y yo responderé que es válido tu escepticismo. Ciertamente, un proyecto de incentivar mecanismos saludables de negociación y acuerdos del tipo Ganar-Ganar entre trogloditas dispuestos a matar o morir, no se percibe como la finalidad de alguien sensato sino de alguien que ha perdido por completo la chaveta.

      Desde luego que no sería nada fácil amansar salvajes, si el propósito estuviese anclado en aspiraciones fantasiosas o montado sobre una base de estudios metafísicos. Pero el caso es que la ciencia psicológica ha probado que el hombre es un ser susceptible de trascender su origen animal y progresar hasta alcanzar grados muy superiores de evolución, siempre y cuando se le entrene del modo más adecuado.

      Partiendo de tan estimulante premisa, la idea subyacente al plan de fomentar la amigabilidad corre sobre la línea de reforzar una de las mayores cualidades que poseemos todos los humanos: la necesidad de afiliación.

      La hipótesis de trabajo que sustenta nuestro proyecto es que sembrando ciertos parámetros de consciencia, un grupo mayor de personas residentes en un determinado espacio terrenal estará más propensa a saludarse con la mano extendida que atizándole al otro un sopapo con la misma mano cerrada en puño.

      Y en este punto no resisto el impulso de lanzarte la invitación más entusiasta:

      ¡Venga!, danos el beneficio de la duda, flexibiliza tu pensamiento y admite que es posible aumentar nuestro potencial amistoso para acercarnos sin animadversión a otros que, con total seguridad, esperan a que alguien les libre de sus pesados escudos protectores.

      ¿Por qué razón habrías de privarte de hacer amigos, si sabes que esa motivación está en el fondo de tu propia esencia?

      Un insigne poeta y humorista venezolano del siglo XX, don Aquiles Nazoa, escribió una hermosa línea conclusiva a su emocionado Credo, la cual dejo aquí para tu reflexión:

      Más allá del valor lírico que se le pueda adjudicar, esta sencilla frase encierra un contenido psicológico de gran importancia: que las relaciones amistosas representan a fin de cuentas, un desplazamiento de otras pulsiones que llevamos en el inconsciente y que forman parte activa de nuestra personalidad.

      El psicoanálisis fue la primera elaboración teórica en revelar las vinculaciones emocionales que se asocian a la amistad verdadera y afirmar que están al servicio de transmutar en tolerancia, solidaridad y afectos sinceros, aquellos elementos eróticos que por razones diversas no son factibles de canalizarse hacia su fin primario (la genitalidad).

      Puesto en términos precisos, los sentimientos o emociones que emanan del erotismo básico ―ese que viene en nuestro equipaje genético― cuando no tienen como fin una gratificación sexual directa, pueden ser canalizados hacia una satisfacción abstracta y convertirse


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