Un plan B para la vida. César Landaeta

Un plan B para la vida - César Landaeta


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culpa de que algunas cosas no marchen a tu gusto, ¿de quién es? ¿Tuya o de la inmensa corte de idiotas que pueblan la Tierra?

      ¿De verdad te sientes una persona sanísima a la que no le acogota la ansiedad?

      Fin del cuestionario que considero prioritario. Quedas en libertad de proseguir la lista de ítems con otros de tu propia cosecha.

      Evalúa luego lo realizado: ¿Cómo has llevado a cabo esta reflexión? ¿Te ha sido fácil o ha costado un arduo combate contra la negación y el sabotaje disfrazado de extravío mental? ¿Lograste dominar la tentación de reeditar en tus oídos al gritón de la radio y en tus ojos a la cajera masticadora?

      De haber concluido el test con algunas conclusiones no autocomplacientes, te felicito. Eres un neurótico de tomo y lomo; pero al menos has tenido el valor y la fortaleza de reconocerlo.

      Lo siguiente sería adoptar una posición de humildad y aceptar que un cambio no te vendría nada mal.

      ¿Cómo hacerlo? La vía ideal sería solicitar una ayuda psicoterapéutica. Te adelanto que esta clase de procedimiento no puede prometer un estado de salud impecable y felicidad eterna. A lo más es un medio para resolver temas pendientes y acceder a un razonable bienestar. Sobre todo, ayuda a deshacerte de fastidiosos rituales y actitudes que incordian tanto a ti mismo(a) como los allegados o desconocidos que ronden en tu entorno.

      Otra medida posible para mejorar tu estatus emocional consiste en hacer revisiones periódicas de tu comportamiento, como la que te he recomendado arriba.

      Los clínicos ortodoxos, lógicamente preocupados porque se instale una falsa creencia sobre la «autocuración», acostumbran dudar de la efectividad de este procedimiento. Sin embargo, el mismo Freud apoyaba la tesis de que un buen autoanálisis podía servir de instrumento para paliar las neurosis no muy graves.

      La conflictividad que se manifiesta únicamente en tediosas quejas o moderados arrebatos de carácter, sin compromiso de zonas profundas del aparato psíquico, tiene un gran chance de ser superada mediante un serio y objetivo examen de conciencia.

      Es innegable que sumergirse en la «caja de los traumas» y emerger incólume no es un asunto de coser y cantar. Se trata de una tarea que requiere de madurez y una estabilidad interna que muchos no poseen.

      Y no hay que olvidar la resistencia que ofrecen los mecanismos de defensa, puestos allí para proteger a la consciencia de pensamientos incómodos.

      Después de todo ―como dijera el ilustre Ortega y Gasset―, uno es uno y sus circunstancias… aún las enfermizas.

      «Soy así y quien me quiere, me acepta con mis pros y mis contras», vendría a ser el clásico corolario de quien rehúsa destapar la olla de su intimidad y darse cuenta de lo mucho que hay dentro de ella.

      Cuando los esquemas de funcionamiento emocional se han fosilizado y han sido integrados al esquema de identidad que uno considera propia, la oposición a un cambio es superlativa. Aun dentro de un plan de psicoterapia reestructuradora, el trabajo de remover escombros y limpiar el garaje mental es complicado. No obstante, si «la sangre no ha llegado al río», si la parte conservada de tu estructura emocional no se ha reducido grandemente y queda un margen recuperable, el pronóstico de evolución, sin recurrir al terapeuta tradicional, puede ser optimista.

      Procedimientos alternativos, tales como los que ofrece la Programación Neurolingüística o el método hipnótico, cumplen cabalmente con el propósito de modificar costumbres molestas y alentar una disposición de acercamiento provechoso al medio social.

      Dada la imposibilidad de sugerir una técnica específica para rebajar el impacto de la neurosis en cada individuo, me limitaré a aconsejar que le dispenses una visita a tu librero de confianza para que te recomiende una obra de tantas que se han publicado al respecto o consultar con un psicólogo dedicado a trabajar en la técnica de la PNL.

      Lo importante a retener de esta sección es la necesidad de detectar aspectos problemáticos en tu conducta, limitantes de una conexión saludable con el mundo, antes de embarcarte en el proyecto de hacerlo más amigable.

      Aferrarte a tus esquemas tradicionales, únicamente porque estás muy viejo(a) para cambiar, es como si en la niñez te hubiesen colocado unos grilletes y con el tiempo has llegado a creer que son parte de tu anatomía. De ser así, te pregunto: Con el tiempo transcurrido desde aquellos días, ¿no han engordado tus piernas y ya los dichosos aros de metal te aprietan en los tobillos? ¿A qué esperas para zafarte de ellos y ahorrarte una gangrena? ¿No será bueno que te mires al espejo y pienses sobre el grado de libertad que disfrutas en tu estado actual?

      ¡Adelante, entonces! Habla con esa persona que sale en el reflejo y dile algo parecido a lo siguiente:

      «Muy bien, querido(a)… aquí pones tu nombre. En ocasiones te sientes un completo e incuestionable dechado de virtudes. En otras ―como ocurre a los del tipo Alleniano―, una completa basura. Vamos a ver, ¿quién eres REALMENTE? ¿Con quién tengo el placer de conversar? ¿Quién es esta entidad que habita dentro de mí?

      Espera un rato, sin impacientarte ni disuadirte con argumentos timoratos.

      De algún lugar recóndito de tu mente saldrá una vocecilla que te indicará la ruta para encontrar al auténtico ser del que has huido sin siquiera saber por qué.

      Acógelo, ¡dale la bienvenida! Desata al niño espontáneo y deseoso de jugar con sus amigos. Tira a la cuneta el cargamento de estereotipos absurdos que atribuyen rasgos de supremacía a grupos, ideologías, credos o tradiciones, aborreciendo a quienes no concuerdan con un supuesto club de los «elegidos».

      Enfrenta tus miedos con valentía. Sepáralos como si fueran piezas de un rompecabezas que se ha desarmado y dedícate a reconstruir otra figura menos compleja. Observa el parecido que tienes con un sinnúmero de terrícolas y no temas perder tu identidad. Descubrir similitudes con quienes te han venido produciendo un recelo injustificado será una fortaleza más que una debilidad.

      Los prejuicios asociados a la neurosis son factores que enturbian tu entendimiento empujándote a creer que «por allá afuera» la gente anda mal y que solamente tú ―o los miembros del selecto club de nerviosos al que has pertenecido hasta ahora―, están bien.

      Manda todo eso a paseo y regálate el chance de habitar en un mundo más amplio que aquel en que has venido residiendo.

      Concédete el privilegio de escuchar otras voces e ideas diversas y hasta contradictorias. A lo mejor mediante la adquisición de un criterio flexible harás que esas diferencias lleguen a divertirte en lugar de enfadarte.

      Si además incluyes en tu lista de tareas el firme propósito de aceptar las cosas tal como son y controlar el impulso de quejarte a cada rato porque la sopa no tiene la cantidad de sal que deseas o porque los autobuses no son del color que te gustaría, probablemente dispondrás de un precioso tiempo extra para disfrutar de aquellos detalles placenteros en los que hasta ahora no habías reparado.

      ¡Anda!... hazte el favor de convertirte en una mejor persona.

      Verás cómo las minucias que hoy en día te exacerban, como si fuesen calamidades insoportables, reducirán su tamaño hasta desaparecer.

      «La gente está loca». «¿Por qué nadie hace lo correcto?». «¡Qué mundo desastroso!» y otras exclamaciones arbitrarias por el estilo, se irán de tu vocabulario para ser sustituidas por frases más operativas. Es decir, por preocupaciones lógicas, apegadas a la realidad y sobre las cuales puedes actuar para modificarlas o soportarlas, si no queda otro remedio; pero ¡sin enloquecer ni a ti ni a los demás!

      Piénsalo de esta manera: cuando te liberas de lastres colaterales a la neurosis, disminuyes el número de estímulos enervantes en el ambiente y como consecuencia, gastas menos energía en protestas que se pierden en el infinito con poco o ningún provecho para ti.

      No importa si te tildan de egoísta al tomar la decisión de enviar menos elementos contaminantes a la atmósfera emocional de la Tierra, aun cuando


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