Retrato hablado. Javier Darío Restrepo
Miedo, como todo bombero nuevo. Cuando no has estado en un incendio viviendo la intensidad del fuego, el calor, los gases, claro que tienes miedo, pero con el tiempo, con conocimiento y con práctica lo vas superando.
¿Se puede controlar?
El miedo se supera, pero no se olvida. Hay que buscar la forma de dominarlo porque un bombero con miedo va al fracaso. Hay que pensar con la mente fría porque en un incendio no te puedes echar para atrás.
¿Cuándo ha sentido más miedo?
Un miedo terrible que no he vuelto a sentir fue cuando se cayó la juguetería Ramar. Yo estaba en el sótano y nos ordenaron salir. Ya afuera, le pedí al jefe que me dejara volver. En eso, el edificio de seis pisos se desplomó. Me temblaba desde la punta de los pies hasta la cabeza. El miedo fue terrible porque yo no quería salir del sótano, donde cayó todo el edificio. Es la única vez en mi vida que tuve mucho miedo, pero hasta que vi lo que pasó porque cuando estaba adentro no lo sentía.
¿Cuántas veces se ha salvado?
Creo que ya le llegué a la siete; esa fue la primera en incendio, pero hubo otras. Además, varias veces estuve a punto de ahogarme y otra vez me arrolló un tren.
¿Tiene un buen ángel de la guarda?
Dios ha sido muy grande conmigo, nunca me ha abandonado. Ya fueron muchas veces en que me salvé por muy poco. A veces no lo creo.
¿Anda cucando a la muerte?
No lo diría de esa forma. Exponerte es parte del trabajo. Nomás hay que pedirle a Dios que nos ayude.
¿Alguna vez pensó en tirar la toalla?
En varias ocasiones, pero sólo el primer año. Enseguida del edificio que se derrumbó hubo otro incendio muy duro. Fue la segunda vez en que pensé: llegando al cuartel, aviento lo que quedó de las botas y ahí nos vemos.
¿Por qué se quedó?
Después de darte un baño y platicar con los compañeros vuelves a las mismas. Y sobre todo cuando le salvas la vida a una persona. Eso fue lo que propició que nunca me saliera de bombero. Jamás me he arrepentido de haber sido bombero durante 38 años.
¿A cuántas personas ha salvado?
Me ha tocado rescatar muchos cuerpos y muchas personas con vida. En el incendio de una panadería entré a sacar a un hombre. Estaba muy oscuro. Lo tomé de los brazos y yo sentía que se le caía la piel cocida ya por la temperatura. Como pude lo saqué. Pensaba que lo que sentía en las manos era su piel quemada y la sangre. Hasta que llegué a la luz vi que era pura harina con manteca que él traía en los brazos porque era el panadero.
¿La lucha contra el fuego es personal?
Recuerdo bien a un bombero, un muchacho de Yahualica. Él le gritaba al fuego: “Te voy a partir la...”. Entraba al incendio enojado, con coraje, como si anduviera peleando con un león. Es una lucha cuerpo a cuerpo y eso es lo bonito, que sientas el coraje para entrar, pero con conocimientos. Es rabia, pero también inteligencia.
¿Lo ha vencido algún incendio?
He perdido batallas. Se prolonga el combate, pero le tenemos que ganar siempre. Muchas veces cuando estás a punto de apagarlo, te falla la motobomba o algo. Da mucho coraje porque el fuego resurge a veces hasta con más fuerza, como si se estuviera burlando de ti.
El humo hace llorar al bombero, ¿también el sentimiento?
Yo nunca he llorado durante la batalla, creo que afloran las lágrimas después cuando lo platico. Me acostumbré a ser fuerte en el momento y me jacto de actuar con la mente fría.
¿Si pudiera regresar el tiempo, qué haría?
Volver a lo mismo aparejado con una profesión que siempre me gustó y no tuve la oportunidad de seguir: yo debería haber sido ingeniero militar, además de bombero.
¿Cuál ha sido la mayor quemada de su vida?
Con eso de que me he mantenido al margen de la política, creo que nunca me he quemado.
¿Es más fácil sobrevivir a un incendio que a los trienios?
Es más fácil vivir y salir avante de una emergencia que estar sujeto a los planes de las diferentes administraciones, eso es un hecho. Al final de los tres años era una angustia saber qué iba a pasar conmigo. Pero nunca le pedí a ningún presidente que me diera chamba. Afortunadamente, los siete con los que trabajé me invitaron, y yo, encantado de la vida.
¿Es cierto que entre bomberos no se pisan la manguera?
Tampoco nos la acariciamos.
¿Es verdad que la Minerva es el monumento de los bomberos?
Es la madre de los bomberos, así lo dice la gente.
Yolanda Zamora
Periodista cultural. Conductora de “A las nueve con usted”
© Rafael del Río
Su vida ha estado ligada a la radio y al arte. De niña se reunía con su familia alrededor del receptor para escuchar novelas. Fue bailarina de ballet, pero dejó esta actividad para dedicarse al periodismo cultural que ha ejercido por más de 30 años. En 1974 creó un noticiario cultural en la radio con tres emisiones diarias. Fue fundadora de Radio Metrópoli y desde hace 20 años conduce el programa “A las nueve con usted” que transmite la radio estatal. Apasionada de la filosofía estudió una maestría y está por ingresar al doctorado.
Lo mejor de la radio pública es la libertad
¿Estar al aire es perderse en el viento?
Estar al aire es estar expuesta a ser llevada por el viento.
¿A dónde?
El viento te lleva de un lado a otro. Hay que saber marcar la dirección a la que quieres ir como los pájaros que saben conducirse en el viento.
¿A dónde quiere ir usted?
A ese lugar en el cual puedes apreciar con mayor altura una realidad y compartirla.
¿Por qué la palabra que va en el viento puede anclar en una persona?
Porque para muchas de ellas es también un viaje a través de la palabra.
¿Cuánta gente se ha sumado a esa invitación en los años que lleva su programa?
Todas las que han querido. Esto es lo interesante de la radio; requiere complicidad. Si un radioescucha te dice: “A mí no me interesa subirme”, simplemente te apaga. Por eso, la voz en la radio debe ser seductora; que venga de muy lejanos confines y te atrape.
¿Cuántos radioescuchas no se le han escapado?
Eso lo tendrían que decir ellos. Lo que sí es que para mí no se trata de hablar con el público en general sino con cada persona.
Usted organiza reuniones con sus radioescuchas, ¿prefiere el cara a cara o la bocina?
No encuentro diferencia, creo que un verdadero comunicador sale al encuentro del otro.
¿La radio cultural está condenada a los bajos niveles de audiencia?
En cuanto a números definitivamente la audiencia es minoría, como siempre han sido minorías las que siguen la cultura, pero a lo largo de 30 años en el periodismo cultural me he dado cuenta de que basta dejar la soberbia de la cultura que se habla a sí misma, para comunicarte con la gente. En el programa hablamos de filosofía desde hace diez años y el resultado es impresionante.
¿No es una maldición eterna?
Por supuesto que no, es una labor de hormiga y me siento muy orgullosa de pensar que día con día ha ido creciendo el auditorio del programa. Jamás caería en la soberbia de decir