La última sonrisa en Sunder City (versión latinoamericana). Luke Arnold

La última sonrisa en Sunder City (versión latinoamericana) - Luke Arnold


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enorme gimnasio hacía las veces de auditorio. Había sillas perfectamente apiladas a un lado, equipo deportivo esparcido hacia el otro lado. En el medio, la luz cálida de un proyector atravesaba la oscuridad y hacía resaltar una pantalla blanca y lisa. Partículas de polvo se arremolinaban sobre cientos de niños sentados en el suelo a quienes se intentaba mantener en silencio, pero que no dejaban de murmurar entre sí. Me escabullí hacia el fondo, me apoyé contra la pared y me dispuse a esperar lo que fuera que vendría.

      Una niña chilló. Algunos niños se rieron. Luego, un hombre de aspecto tímido, con el pelo canoso y gafas grandes se colocó frente a la luz.

      —Cálmense, por favor. La presentación está por comenzar. —Reconocí la voz del llamado telefónico.

      —Sí, señor Burbage —recitaron los niños al unísono.

      El director se acercó al reflector y la luz le dibujó líneas gruesas en el rostro. Los estudiantes se movieron excitados mientras él extraía un carrete de película de una caja y acomodaba la cinta en la rueda dentada del aparato. Los parlantes crepitaron y comenzó a sonar una voz exageradamente articulada.

      “El Opus está orgulloso de presentar…”.

      Me atraganté al respirar a mitad de una inhalación. Los del Opus eran mis antiguos empleadores, y no nos habíamos separado en los mejores términos. Si eso era lo que Burbage quería que viera, significaba que él sabía algo de mi historia. Eso no me gustó en absoluto.

      “… Mi cuerpo y yo: Crecer después de la Coda”.

      Me puse inquieto y comencé a jalar un hilo suelto de mi manga. La voz en off cambió por la de un locutor masculino que hablaba con ese falso tono amistoso que suelo asociar con vendedores, estafadores y policías corruptos.

      “¡Hola a todos! Estamos aquí para hablar de su cuerpo. No se pongan incómodos, su cuerpo es algo verdaderamente especial y es importante que ustedes sepan por qué”.

      Uno de los niños emitió un quejido con la intención de generar risas, pero sin éxito. Yo no era el único que estaba nervioso.

      “Todos los cuerpos son diferentes, y eso está bien. Ser diferente significa ser especial, y todos somos especiales de un modo que es único para cada uno”.

      En la pantalla, aparecieron dos niños de caricatura: un niño y una niña. Saludaron a los alumnos de la audiencia como si fueran viejos amigos.

      “Puedes tener algo en tu cuerpo que tus amigos no tienen. O quizás ellos tienen algo que tú no. Estas diferencias pueden ser confusas si no entiendes dónde surgieron”.

      Los pequeños personajes animados le siguieron el juego a la voz y se encogían de hombros, confundidos, con signos de interrogación sobre la cabeza. Entonces comenzaron a transformarse.

      “Quizás tu amigo tiene dientes puntiagudos”.

      El personaje de la niña abrió la boca y reveló unos colmillos afilados.

      “Quizás tú tienes muñones en la parte de arriba de la espalda”.

      El niño animado se volteó y reveló dos bultos que emergían de sus omóplatos.

      “Podrías estar cubierto de un hermoso pelaje café o tener más ojos que tus compañeros. ¿Tienes piel brillante? ¿Piernas grandes y largas? ¿Quizás, incluso, una cola? Sin importar lo que seas, quién seas, eres especial. Y eres así por una razón”.

      La imagen cambió a un paisaje: montañas, ríos y llanuras, todos pintados al estilo de un libro de ilustraciones inocente. A pesar de que la película estaba haciendo un gran esfuerzo por ocultarlo, yo sabía muy bien que esa no era una historia feliz.

      “Desde los comienzos del tiempo, nuestro mundo ha ganado su poder a través de una energía natural que llamamos ‘magia’ La magia era parte de casi todas las criaturas que habitaban la tierra. Los hechiceros podían utilizarla para realizar hechizos. Los dragones y los grifos volaban por el aire. Los elfos se mantenían jóvenes y hermosos durante siglos. Cada criatura estaba en sintonía con el espíritu del mundo y eso la convertía en algo diferente. Especial. Mágico”.

      “Pero hace seis años, antes de que algunos de ustedes hubieran nacido, hubo un incidente”.

      Jalé tan fuerte del hilo de la manga que se terminó saliendo. Me lo enrollé con fuerza alrededor del dedo.

      “Había una especie que no estaba conectada con la magia del planeta: los humanos. Ellos tenían envidia del poder que veían a su alrededor y trataron de cambiar las cosas”.

      Un dolor familiar me dio una punzada en la parte izquierda del pecho, así que hurgué los bolsillos de mi chaqueta en busca de mi medicina: un paquete de Clayfield Heavies. Los Clayfields son la versión producida en masa de un analgésico que se ha utilizado por estos lares durante siglos. En esencia, son porciones de corteza del árbol de recus recortados al tamaño de un mondadientes. Me metí una ramita fina entre los dientes y la mordí. El filme continuó.

      “Para remediar su inferioridad natural, los humanos construyeron máquinas. Inventaron una gran variedad de armas, herramientas y dispositivos extraños, pero no fue suficiente. Ellos sabían que sus máquinas nunca serían tan poderosas como las criaturas mágicas que los rodeaban”.

      “Entonces los humanos oyeron una leyenda que hablaba de una montaña sagrada donde el río mágico del interior del planeta subía hasta la superficie; un portal que llevaba directamente al corazón del mundo. Este antiguo mito les dio una idea”.

      La imagen cambió a la de un ejército de soldados furiosos que blandían espadas y antorchas, y empujaban una perforadora gigante.

      “Buscando capturar la magia natural del planeta para ellos, el Ejército humano invadió la montaña y derrotó a sus protectores. Entonces, con la esperanza de utilizar el poder del río para sus propósitos, introdujeron sus máquinas directamente en el alma de nuestro mundo”.

      La sencilla animación comenzó a representar los eventos que hoy se conocen como la “Coda”.

      Los niños observaron en silencio mientras el ejército caricaturesco movía sus fuerzas hacia la montaña. En la pantalla, se veía tan simple como deslizar una pieza de ajedrez por el tablero. No oyeron los gritos. No olieron los fuegos. No vieron la sangre derramada. Los cuerpos.

      No me vieron a mí.

      “El Ejército humano envió sus máquinas al interior de la montaña, pero cuando intentaron utilizar el poder del río, sucedió algo mucho más terrible. El reluciente río de magia cambió de niebla a cristal sólido. Se congeló. El corazón del mundo dejó de latir y todas las criaturas mágicas sintieron el cambio”.

      Yo tenía gusto a bilis en la boca.

      “Los dragones cayeron del cielo en picada. Los elfos envejecieron siglos en cuestión de segundos. Los cuerpos de los hombres lobo se volvieron inestables y quedaron deformes. La magia se drenó de las criaturas del mundo. De todos nosotros. Y ha permanecido así desde entonces”.

      En la oscuridad, vi que se volteaban algunas cabezas. Cuerpecitos diminutos se examinaban a sí mismos y luego se volteaban para inspeccionar a sus vecinos. Ahora todo su mundo estaba cubierto por una tristeza que los demás habíamos estado viendo durante los últimos seis años.

      “Todavía puedes llevar la grandeza de lo que una vez fuiste. Alas, colmillos, garras y colas son los dones que te dio el gran río. Dan testimonio de tus ancestros y no son nada por lo que avergonzarse”.

      Mordí demasiado fuerte el Clayfield y se partió por la mitad. En algún lado de la multitud, un niño lloraba.

      “Recuerda: puede que no seas mágico, pero todavía eres… especial”.

      La película terminó de salir del proyector y giró con fuerza en la rueda, golpeteando con violencia varias veces hasta que finalmente se detuvo. Burbage encendió las luces, pero los niños permanecieron silenciosos como tumbas.

      —Gracias


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