Darren y Pat. Ángel Morancho Saumench
era algo exiguo pues compatilizaba trabajo y Universidad; consiguió promocionarse hasta que se le nombró auxiliar de una sección de las nuevas tecnologías. Ya existían algunas computadoras PC de IBM que bloqueaban gran parte del espacio comercial, y que no se introdujeron en el mercado hasta mucho más tarde. Entre tanto la colaboración de Darren se convirtió en lo suficientemente necesaria como para que le hicieran jefe auxiliar de la sección de computadoras, con un digno sueldo.
Con esa promoción la familia comenzó a depender solo de Darren y en menor medida de Brid; la aportación de ella se reservaba para los gastos extraordinarios. En ese momento ya vivían como una familia trabajadora de la clase media. La herencia fue íntegra para su hermana Brid. Aún le quedó lo suficiente como para considerarse independiente de su hijo, pero le pareció que la universidad era demasiado gravosa y que ella no podría financiarla. Discutió mucho con su hijo hasta que este renunció a las clases diurnas con la condición de seguir estudiando en unos cursos nocturnos que la Universidad ofrecía a trabajadores y estudiantes con pocos recursos económicos. Permitía cierta libertad en la asistencia a clases; por el contrario, eran muy exigentes en los exámenes. Evitaban extremadamente que se convirtiera en un coladero docente en el que se aprobase con facilidad.
Con disgusto se matriculó en esas condiciones con una pequeña beca que le suministró Mr. Gift. Sabía que seguiría en la Universidad, pero por un camino muy arduo que le requeriría mucho sacrificio. Además, le quitaría tiempo para dedicarle a sus amores, Pat, y sus hijos.
Por el contrario, Pat renunció encantada… le gustaba el francés, pero… ¡eso de estudiar era mucho para ella! Prefería ser ama de casa y así lo manifestaba. Le encantaba; además se estaba convirtiendo en una excelente cocinera.
A pesar del deceso de tía Ellen Darren pronto recuperó su natural entusiasmo, quería tanto a Pat que se le hacía largo el trabajo cuando ya era hora de volver a casa, y si tenía que ir a la universidad nocturna, le pesaba más todavía. Era su amor, era su refugio, era la razón de su vida… Sí, él se decía: «serán tópicos, pero son mi realidad».
La muerte de Ellen y el nacimiento de Rowan, el tercer hijo, algo tardano y no previsto, cuatro años menor que su hermano Keanam, se produjo cuando Pat ya tenía 29 años. Fue entonces cuando ella empezó a apreciar que su vida comenzaba a atribularle. No sabía por qué, debería estar feliz, pero… no era así. Darren notó que le faltaba algo a su queridísima esposa. Pensó que solo sería una concurrencia de factores circunstanciales unidos con el postparto, pero no acababa de creérselo. Se decía: «Debe de ser algo más serio, pero o no me lo quiere decir, o ni ella lo sabe».
Un año después Pat, por fin, se concentró en Rowan, aunque no era la sonriente Pat de siempre. Brid se dio cuenta de que leía con frecuencia el Paris Match —con la excusa de mantener su francés del colegio y la universidad—, seguía con interés sus reportajes sobre el animoso movimiento hippie, que también lo reflejaba la prensa local y The Economist o el Finacial Times, que Darren compraba de cuando en cuando.
Él se esmeró con sus mimos más de lo habitual y, a veces, a Pat le resultaron hasta empalagosos, aunque no se atrevía a decírselo; sabía que le sentaría muy mal; para él todo era amor y fuera de eso todo era infierno. El gran patoso, terco, tímido y tozudo de su marido quien la quería con todo su ser.
Esta inestabilidad tendría consecuencias en el futuro que no coincidieron con los sueños de ella.
4. Año 1970
Llegó el año 1970. Darren con sus 33 años ya cumplidos, ella 32, Erin 16, Keanam con 8 y Rowan con cuatro.
En los dos últimos años el movimiento hippie se iba imponiendo en las sociedades occidentales. Con sus drogas degradantes, muy adictivas y consumidas sin descanso, como si fueran siamesas añadidas a un espíritu rompedor y beligerante; la mente no muy ilustrada y casi inocente de Pat se vio invadida por las descripciones de las “licencias” de ese mundo con su desprecio y su rechazo a las convenciones sociales; especialmente a la familia y a las mujeres dedicadas a ser madres y ocuparse de la casa. Le hicieron soñar y cavilar: Pensaba que ella nunca había tenido una vida libre; la libertad para ella no había existido. Siempre madre y ama de casa. Eso, ¿era frustrante para ella? Pues no —se decía poco convencida— y no dejaba de pensar: «¿He sido feliz con Darren? ¡Sí, claro que sí, nadie puede ser más cariñoso que él! ¿Le sigo queriendo? También, sí… y mucho. Pero me falta algo que ni sé ni intuyo qué es».
Esta idea se fue convirtiendo poco a poco en una fijación estimulada por sus lecturas. Además, quiso leer Madame Bovary en francés y le costó muchísimo trabajo, el suficiente para enterarse de su contenido; su autor, Flaubert, es uno de los mejores estilistas de la literatura francesa. Le fue muy bien hacerlo como un aprendizaje intensivo de francés, pero la caprichosa Mme. Bovary no era un modelo para imitar. Pese a ello despertó en ella el vigor y el atractivo del adulterio. No, no es que quisiera ser adúltera, pero sí percibió que hay muchas mujeres que se buscan amantes mientras sobreviven con su marido.
En las vacaciones del año 1970 la familia siguió yendo a Cowes —en la isla de Wight—, como cuando vivía la tía. Darren consiguió que en ese año tuvieran una semana de estancia más sobre lo habitual y quince días para él.
Cowes está en el estuario que forma el río Medina en su desembocadura en el mar tras recorrer ocho kilómetros desde Newport que es la capital de la actividad fabril y comercial de cualquier género en la isla. Cowes era la sede del club náutico más prestigioso inglés, el Royal London Yatch Club; además estaba el local Royal Yacht Squadron Racing Ltd. Competían náuticamente, generalmente en agosto, una distracción más en vacaciones. Solía durar una semana.
Las instituciones católicas, anglicanas, e incluso metodistas, con tanto en común entre ellas, se unieron hacía mucho tiempo para tener un lugar vacacional propio. Tía Ellen y su marido participaron como socios promotores. Una urbanización en la que se respetarían los evangelios del cristianismo. Su nombre: Good Christian. Casi era una urbanización cerrada pues se asentaba sobre un brazo del río, poco antes de incorporarse al estuario del río Medina; aparentaba ser un lago. Se habían construido bungalós y chalés, alguno en propiedad, pero la mayoría estaban en régimen de alquiler. Eran bastante confortables, el mayor inconveniente era que no tenían ni teléfono ni televisión. En una caseta situaron estratégicamente una estafeta de correos, centralita telefónica, información y una conserjería de atención a los residentes; en la urbanización había varias cabinas telefónicas públicas, por los altavoces se llamaba a quien fuera requerido y, con monedas, se podían hacer llamadas al exterior.
Pat y Darren leyeron en un folleto las mejoras que se habían introducido para ese año, el 1970. Eran muchas: se había incrementado notablemente su superficie; se habían construido dos pistas más de tenis y un amplio campo en el que se podía practicar atletismo, balonmano, baloncesto y fútbol; y una piscina de competición de 25 m. En ese primer año, el 1970, la concesión de explotación se la dieron a María, conocida como la Mejicana, con su grupo de cuatro jóvenes: tres chicos y una joven, todos escasamente veinteañeros. María era una gran vendedora; era “la propietaria” pues se la tenía como tal; realmente dependía de un tal Pól Kelly, quien tenía una de sus residencias en esa urbanización. En tres roulotte, a pie de pistas, servían desde bebidas más o menos frescas hasta dulces y bocadillos y atendían las pistas de pago. Sorprendía su diverso merchandising con una gran oferta de manufacturas hippies.
5. El día 31 de julio
El día antes de que la familia Donnelly saliera de vacaciones, el viernes 31 de julio, hubo un preludio de lo que sucedería en el viaje.
Darren reveló a los postres de la comida más novedades sobre las vacaciones del año anterior. Les informó que el festival hippie estaba programado entre el amanecer del día 26 y el mediodía del domingo 30 de agosto. Se había preparado en una población al oeste de la isla, Afton Down. «¡No sabéis qué mensajes lanzan!
¡Los padres no somos nadie!»