El puzle de la historia. José Escalante Jiménez

El puzle de la historia - José Escalante Jiménez


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gastos que con el se hicieron en particular lo que se declara en la dicha partición [...].

      El padre fray Francisco de Cabrera falleció en 1649, víctima de la epidemia de peste que asoló Antequera ese año. Su labor no se limitó tan solo a la historiografía, sino que, como se verá posteriormente, fue una pieza clave en su día en la transformación física del convento agustino antequerano.

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      Portada del Arco de los Gigantes. Dibujo a tinta. Historia de Antequera del padre Cabrera.

      La cátedra de gramática o latinidad representaba, desde su origen en la época medieval, una especie de segunda enseñanza previa a los estudios superiores. Consistía básicamente en la lectura y comentario de obras clásicas siguiendo unas determinadas normas que, según parece, no se llegaban a cumplir habitualmente, ya que frecuentemente daba lugar a discusiones sobre cuestiones para nada relacionadas con el texto objeto del estudio.

      Estas cátedras de gramática tenían un carácter eminentemente eclesiástico. A la Iglesia le correspondía la vigilancia y administración de los documentos. Se calcula sobre unas 4.000 el número de cátedras de gramática que llegaron a constituirse hasta el siglo XVII.

      La cátedra de gramática de la iglesia colegial de Antequera se establece en 1504, fecha de la creación de la Colegiata por el obispo D. Diego Ramírez de Villaescusa. En la documentación de la Real Colegiata conservada en el Archivo Histórico Municipal se hace alusión al establecimiento en esta institución de dichos estudios.

      Sin embargo, en el archivo existe una importante laguna documental. Por un lado, las actas capitulares no comienzan a ser conservadas sistemáticamente por los canónigos hasta 1526, fecha de inicio del primer libro de actas como tal. En cuanto a la administración, toma de posesión de los licenciados, expedientes de oposiciones, alumnos y demás temas administrativos, tan solo se conservan, o tenemos información para el estudio de este sistema de enseñanza en nuestra ciudad a través de esta serie de actas capitulares, como soporte con continuidad, a partir del segundo cuarto del siglo XVI.

      Numerosos han sido los trabajos que se han realizado en torno al estudio e investigación de la cátedra de gramática. Destacamos, por lo significativo, el de José Quirós de los Ríos, Erección, fundación y dotación de la Santa Iglesia Insigne Colegial de la Ciudad de Antequera, en el siglo XIX, y el de Fermín Requena Escudero, en el siglo XX, Historia de la cátedra de gramática de la iglesia colegial de Antequera en los siglos XVI y XVII.

      La importancia de la cátedra de gramática viene determinada por la calidad de los preceptores y por el peso específico que debieron tener en el entorno social antequerano. No olvidemos que la colegiata va a representar, más allá de su estricta función eclesiástica, un foco de influencia intelectual que marcará claramente determinados desarrollos culturales colectivos que se reflejarán en la población y en el concepto de Antequera como ciudad, en el sentido de ente urbano administrativo de una comarca y centro de producción de riqueza y creación artística.

      Este grupo de intelectuales también será clave en la mentalización colectiva sobre los nobles orígenes clásicos de Antequera, es decir, vinculados a Roma, acreditados mediante una producción historiográfica de gran importancia, tanto por la calidad de los textos como por la cantidad de sus autores.

      En la actualidad, por las circunstancias antes expuestas, tan solo tenemos constancia de los preceptores de gramática de la cátedra antequerana a partir de 1527, con el nombramiento del bachiller Diego López.

      El conocimiento que poseemos sobre estos personajes es bastante desigual. Hay figuras muy estudiadas, como el caso de Juan de Vilchez, y otros no menos importantes que pasan casi inadvertidos. A pesar de ello, sus nombres al menos son conocidos, como es el caso de Juan de Mora o Juan de Aguilar. A lo largo de ese período dorado para la cátedra de gramática de la colegiata antequerana (siglos XVI y XVII), se tienen documentados un total de 25 preceptores entre titulares e interinos.

      Queremos destacar en estas líneas la figura del licenciado Juan de Aguilar, por la importancia que llegó a tener. Sus orígenes no están ciertamente documentados. Sabemos que en 1593 era vecino de Rute. Fue muy elogiado en su época, destacando las referencias que sobre él hace Rodrigo de Carvajal y Robles en su Poema heroico del asalto y conquista de Antequera, donde en el Canto X, dice:

      El doctor don Alonso de Sarzosa

      mostrará por su espíritu elegante

      que la elegancia de su zarza es rosa,

      al mundo honesta como a Dios fragante;

      y el celebrado Pedro de Espinosa,

      y el maestro sin manos, importante

      Juan de Aguilar, y el Mesa Juan Bautista,

      de Apolo han de ilustrar la sacra lista.

      Efectivamente Juan de Aguilar era manco de ambas manos, aunque ello no imposibilitó el desarrollo de su trabajo ni mermó la calidad de su producción literaria. Tal fue esta que incluso Lope de Vega, en su Laurel de Apolo, le dedica los siguientes versos:

      Y en la misma ciudad Aguilar sea

      su fama y su esperanza.

      Y sin haberle visto nadie crea

      que sin manos escribe.

      Escribe, ingenio, y vive;

      estorbos fueron vanos,

      pues el ingenio te sirvió de manos.

      También aparece mencionado Juan de Aguilar en la obra de Vicente Espinel Vida de Marcos de Obregón.

      La aparición en la escena antequerana de Juan de Aguilar se produce en 1593, tras el fallecimiento de Juan de Mora. Al quedar vacante la cátedra de gramática, se convoca una oposición para cubrir la plaza, a la que concurren Juan de Aguilar y el bachiller Bartolomé Martínez, ganándola este último. Seis años después, en 1599, tras el fallecimiento de este, nuevamente opositará Aguilar, obteniendo la cátedra en esta ocasión y manteniéndola hasta su muerte en 1634.

      El testamento de Juan de Aguilar aporta una información muy interesante. En primer lugar, nos indica que vivía en una casa propia, no arrendada, en la calle del Adarve de San Isidro, en la collación de Santa María, donde era vecino del presbítero don Baltasar de Zayas. Pero lo más importante de todo el documento es la información que nos revela acerca de su biblioteca. Si bien no hemos localizado todavía la partición en la que estaría el inventario de los libros, sabemos que debió de llegar a tener un número importante de volúmenes y de cierto valor, tanto por su contenido como por su edición, ya que hay dos datos en sus últimas voluntades que así lo demuestran: por un lado, pide que se vendan en pública almoneda o subasta, encomendando esta tarea al padre fray Francisco de Cabrera, que actuará, dados sus conocimientos, como perito tasador; mientras que, por otro lado, ordena que del precio obtenido se compre un censo, a fin de que con sus réditos pudiera vivir quien declara como única heredera, su hermana Juana.

      Juan de Mora y


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