El puzle de la historia. José Escalante Jiménez

El puzle de la historia - José Escalante Jiménez


Скачать книгу

      Francisco de Roa,

       de escribano a guerrillero

      Uno de los momentos referentes más importantes de nuestra reciente historia contemporánea es la Guerra de la Independencia. Los historiadores marcan un antes y un después de este episodio. Este catastrófico acontecimiento sin duda afectará brutalmente a toda la sociedad española. Toda invasión militar lleva unida un ineludible factor traumático, que marca profundamente al grupo social y territorial que la sufre. Por otro lado, se desencadenan toda una serie de procesos que transformarán la vida cotidiana y las bases ideológicas y políticas, a veces de forma definitiva y en ocasiones de forma transitoria.

      En nuestro caso, la invasión militar napoleónica y la subsiguiente guerra producirán toda una serie de profundas modificaciones que se desarrollarán a lo largo de tres décadas marcadas ineludiblemente por el enfrentamiento bélico.

      El Antiguo Régimen se viene abajo. Tras el hundimiento y vacío de poder que se produce en mayo de 1808, los españoles se tienen que enfrentar a un dilema y elegir entre dos alternativas: adherirse a Napoleón y a su Manifiesto de 25 de Mayo y a la Constitución de Bayona; o bien, luchar unidos como nunca con un significado sentimiento nacionalista, reformador y renovador, dirigido por un improvisado nuevo poder, que desembocará en las Cortes de Cádiz y en la posterior proclamación en 1812 de una Constitución.

      Al grito de libertad y bajo la fuerza que da la necesaria unión para desalojar al enemigo, se destapan nuevos sentimientos nacionalistas. Toda una serie de fenómenos se acelerarán a partir de 1808. Las costumbres y la sociedad cambiarán su rumbo de manera imparable.

      El proceso es muy complejo y, por supuesto, no vamos a analizarlo en esta página. Aquí tan solo veremos hoy algunos aspectos del conflicto, y para ello nos fijaremos en la figura de un personaje, que bien podría haber servido para crear en la meca del cine uno de esos héroes de constante lucha por las libertades, ese estereotipo de bandolero bueno lleno de principios y de ideas revolucionarias.

      Efectivamente, en Antequera es de sobra conocida la figura del capitán de infantería Vicente Moreno, que tras la batalla de Arquillos, desmantelado su regimiento, monta una partida que se dedica a realizar ataques esporádicos a las tropas regulares francesas, hasta caer prisionero el 2 de agosto de 1810, en la sierra del Torcal, siendo trasladado a Granada y posteriormente ejecutado. A principios del siglo XX, se conmemora su recuerdo dedicándole una calle y posteriormente un monumento.

      Sin embargo, Vicente Moreno no fue el único héroe y guerrillero antequerano en la Guerra de la Independencia. Tenemos a un interesante personaje que ha pasado prácticamente desapercibido hasta casi nuestros días. Se trata de un hidalgo que fue escribano del número de nuestra ciudad. Don Francisco de Roa y Rodríguez de Tordecilla ejerce en su oficio entre 1804, fecha en toma posesión, y 1809. A partir de este año comienza una determinante actividad política antifrancesa, abandonando el ejercicio de su oficio como escribano. En 1810 se ve obligado a abandonar Antequera. Perseguido por las tropas imperiales, se refugia en principio en la sierra del Torcal, siguiendo los pasos de Vicente Moreno.

      Tras la caída de este, decide montar una partida de guerrilleros, o de bandoleros, según los franceses, a su costa, dada su desahogada situación económica. Para ello, pertrecha en principio una fuerza compuesta por 200 hombres, a los que arma y uniforma. La suma aproximada que gasta en ello es de casi de 600.000 reales. Francisco Roa estuvo hostigando al ejército francés durante 32 meses. Su partida de guerrilleros llegó a configurar un pequeño ejército, al conseguir alcanzar en un momento determinado el número de 510 hombres a caballo y 600 de infantería. Este “cuerpo de ejercito” estaba acantonado en la sierra del Torcal. Al frente del mismo dispuso una serie de oficiales, con lo cual consiguió estructurar de forma castrense a sus variopintas filas, imponiendo disciplina y un complejo sistema de intendencia, que iba desde la adquisición y cría de caballos y yeguas hasta el almacenamiento de víveres, armamento y munición.

      Todo este complejo entramado funcionó a la perfección, gracias al aporte económico de su caudal, lo que le permitió contar con la fidelidad de todos los miembros de su armada. A ello habría que añadir los incentivos que el inteligente Roa impuso para mantener la combatividad y competitividad de sus hombres. Así, llegó a establecer una serie de “premios por productividad”, algo que hoy día esta muy de moda. Francisco de Roa estableció que pagaría a los miembros de su partida, por cada soldado o cabo francés capturado o muerto, 40 reales; por cada sargento, 80 reales; por los alférez, 160 reales; tenientes, 320 reales; y capitanes, 480 reales. Por cada par de pistolas o carabina capturadas al enemigo, 30 reales; y por cada caballo o yegua, 600 reales. En un memorial conservado, se afirma que Roa tubo que abonar a sus hombres en un mes 36.000 reales.

      De sus muchas hazañas y correrías, destacaremos el asalto a diversos convoyes con alimentos y munición para el ejército francés. Así mismo, efectuó numerosas acciones contra el ejército regular, como el ataque a la guarnición de Teba, el 14 de marzo de 1810, consiguiendo 44 prisioneros y causando un alto numero de bajas. También actuó en Tolox, Carratraca, Colmenar, Álora e incluso Málaga.

      Una elevada proporción de ataques los centró Roa en torno a Antequera y a sus entonces anejos, así consiguió poner cerco a nuestra ciudad el 5 de agosto de 1811, asaltando la cárcel. Pero, sin duda, la acción más espectacular que hemos podido documentar hasta ahora fue la ocurrida un año después, en agosto de 1812, en los campos de Bobadilla, donde, al mando de una fuerza de caballería de 113 hombres, hizo frente y derrotó a una potente fuerza francesa que se desplegaba por la vega compuesta por un regimiento de infantería y una compañía de lanceros polacos.

      Pocos días después, concretamente el 3 de septiembre, el ejército regular al mando del Capitán General de Andalucía don Francisco Ballesteros entra en Antequera, poniendo fin a la invasión francesa.

      Francisco de Roa y Rodríguez jamás fue capturado por el enemigo, ni su campamento fue descubierto por el enemigo. Después de la contienda, llevó una azarosa vida, comprometido profundamente con las ideas liberales, lo que le causó más de un problema con la conservadora oligarquía antequerana. En 1829 volvió a ejercer su oficio de escribano hasta 1840.

      Lo que los franceses no consiguieron, el tiempo lo ha logrado derrotando su recuerdo. Francisco Roa ha permanecido en el olvido. Hora es de rescatarlo y darle su justo premio.

      Tras la pérdida de las provincias de Puerto Rico, Cuba y Filipinas, España centra intensamente sus intereses sobre Marruecos, chocando por ello diplomáticamente con Francia. La primera cuestión con que se enfrentan los políticos españoles es negociar con los franceses a fin de delimitar las zonas de influencia de ambos países. En este sentido, se firmarán diversos acuerdos entre 1902 y 1904, claramente ventajosos para Francia, que logra así ampliar su presencia en territorio marroquí a costa de la debilidad española.

      Finalmente, en 1912, se fijan por fin las fronteras, surgiendo la figura jurídica del Protectorado, que amparaba internacionalmente el derecho de las dos potencias sobre el territorio norteafricano. A partir de este momento, España debe afrontar diversas rebeliones que se producen en el Riff, hasta que en 1909 la población de la zona de Melilla desencadena la guerra que tendrá consecuencias inesperadas. El conflicto abre dos frentes: uno social, con epicentro en Barcelona, y cuyo desenlace dará lugar a la Semana Trágica; y otro militar, con la brutal sangría que sufrió el ejército español en la zona denominada Barranco del Lobo. Las siguientes campañas que se suceden resultan igualmente sangrientas, de dudosa utilidad y, por tanto, bastante antipopulares en el seno de la sociedad española.

      En 1921, Abd-el-Krim lidera una rebelión de rifeños bereberes, que posteriormente culminará, en julio de 1927, con el conocido desastre de Annual. En el verano de 1921, por tanto, son llamados a filas numerosos jóvenes para defender los intereses españoles en Marruecos. Uno de ellos fue el antequerano José Durán Frías.

      Nacido


Скачать книгу