El puzle de la historia. José Escalante Jiménez

El puzle de la historia - José Escalante Jiménez


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don Alonso de Aguilar, que había logrado la renuncia de Hernando de Narváez, organizan una cabalgada en enero de 1482, introduciéndose en territorio enemigo, haciendo cautivos, apoderándose del ganado, talando y quemando los árboles, sin apenas encontrar resistencia, adentrándose hasta la misma Axarquía, cometiendo un grave error. Las tropas cristianas se introdujeron en una zona desconocida y muy abrupta, donde la caballería no podía operar y los peones apenas moverse, siendo atacados y sufriendo una grave derrota, lo que les obligó a replegarse. El resultado fue nefasto: 1.500 muertos, 800 caballos sacrificados y una gran pérdida de armas y pertrechos.

      Además, el rey Chico de Granada, Boabdil, contraataca y pone cerco a Lucena. Los cristianos ven en este hecho la oportunidad de tomarse la revancha, y tropas procedentes de Antequera participan en lo que se conoce como la batalla de Martín González, donde fue hecho prisionero el rey de Granada, según la tradición, por Alonso Conejo, natural de Antequera, y según otros, por Martín Hurtado.

      A Alonso Conejo le fue concedida una capilla de entierro en el Convento de San Francisco, para él y sus descendientes. Es la conocida como capilla de la Virgen de los Ángeles. Alonso Conejo participa posteriormente en la tercera fase de la guerra de Granada, falleciendo en 1492. En pago de sus servicios, entre los que se incluyen el haber hecho prisionero a Boabdil, los Reyes Católicos, por medio de una Real Cédula, firmada el 20 de febrero de 1492 en la Villa de Santa Fe, conceden a su mujer tres caballerías, es decir, unas 180 fanegas de tierra, lo que ratifica este curioso hecho, que además queda inmortalizado en el propio escudo de armas de Alonso y sus descendientes, en el que aparece un rey moro encadenado. Además, se conserva un delicado dibujo, junto a la ejecutoria de hidalguía, donde se reproduce la escena. Vemos ambos en esta página.

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      Real Ejecutoria de Hidalguía de Ruy Conejo. Siglo XVI.

      El regidor don Bernanbé

       Delgado y Lara

      Cuando hace ya algunos años se ubicaron en el remodelado edificio del Real Posito de la ciudad los Fondos del Archivo Histórico Municipal, junto a las colecciones y fondos documentales, se comenzó a reunir una serie de bienes muebles que, independientemente de servir, bien como objeto de utilidad, bien como mera pieza decorativa para el deleite de la vista, se procuró que estos bienes muebles que de manera sistemática van formando parte del edificio, tuvieran algún tipo de vinculación histórica con nuestra ciudad.

      En este sentido, una de las obras que primero se integraron en el conjunto fue un lienzo al óleo que reproducimos junto a estas líneas, y que representa a un joven, en una pose y un ambiente que recuerda de alguna manera la iconografía regia y de la alta nobleza de la época. La pieza procede del fondo pictórico de José María Fernández, ignorando cómo pudo llegar a formar parte de él.

      El personaje representado podría llegar a ser el hijo de cualquier noble de hacia mediados del siglo XVII, si no fuera porque, al pie del lienzo, en el margen izquierdo, aparece inscrito el nombre del joven retratado en el óleo. Se trata de don Bernabé Delgado y Lara, y su nombre aparece precedido de un título: Regidor.

      Intrigados por saber quién fue el Regidor Bernabé Delgado y Lara, nos pusimos a investigar y, de esta forma, descubrimos que era hijo de don Bernabé Delgado y de doña Catalina Manuela de Villamayor Lara y Padilla, que fue bautizado en la iglesia parroquial de San Sebastián el doce de enero de 1658 con los nombres de Bernabé Melchor, y fue padrino su tío materno el licenciado don Francisco de Lara Villamayor.

      Contrae matrimonio en 1677 a la temprana edad de 19 años con doña Úrsula Josefa de Trujillo Mesa y Córdoba, natural de la ciudad de Montilla e hija de don Alonso de Trujillo Mesa y Altamirano y de doña Inés de Córdoba y Molina. De este matrimonio nacerán cuatro hijos: Bernabé, Antonia, Úrsula y Tomás.

      Don Bernabé Delgado y Lara era hijo único, y su padre, al momento de contraer matrimonio, le otorgó escritura de capital, por la nada despreciable suma de 30.000 ducados, los cuales percibió en dinero contante y en especies. Entre los bienes recibidos como parte de este patrimonio, su padre le cedió un oficio de regidor del ayuntamiento de Antequera, valorado en la suma de 7.500 ducados, así como “[...] unas casas con doce ventanas para ver fiestas y regocijos de toros en la plaza y coso del señor San Francisco de esta ciudad en la Acera Alta [...]”.

      El cargo de regidor durante el siglo XVI y XVII fue un oficio ejercido en su mayoría por la mediana nobleza. El regimiento se convirtió en el máximo órgano de gobierno municipal, y lo constituyó una asamblea reducida, en cuyo seno se realizaba la elección de oficios concejiles, la administración de los bienes y rentas del común, y la supervisión de las cuentas municipales. Aunque el salario de los regidores se pagaba con cargo a la renta de los bienes de propios de los municipios, eran ciertamente oficiales reales, ya que su nombramiento correspondía exclusivamente al rey. No obstante, una vez conseguido el oficio de regidor, los regidores idearon los mecanismos para que el cargo adquiriese carácter hereditario.

      De hecho, ya desde el reinado de Juan II, introdujeron el sistema de renuncia de oficios para que el rey designase como titular del mismo a la persona propuesta por el regidor renunciante. El traspaso podía hacerse a favor del hijo o yerno del titular, en cuyo caso el oficio se convertía en hereditario. De esta manera, determinadas oligarquías eran las que controlaban la vida municipal de las ciudades, ya que su oficio había pasado a ser patrimonio familiar. Como vemos, este parece ser el sistema seguido por nuestro interesante personaje.

      Don Bernabé Delgado y Lara falleció el 7 de noviembre de 1693, con tan solo 35 años de edad, y fue enterrado en la iglesia del Carmen.

      Su hijo mayor, también llamado Bernabé, fue el que heredó el cargo de regidor, sobre el que nuestro personaje instituyó un vínculo. El mayorazgo protegía a los bienes de la nobleza de cualquier posibilidad de enajenación, lo cual aseguraba la unidad del conjunto patrimonial que englobaba los bienes raíces, obligaciones y privilegios, que tan solo podían llegar a ser vendidos o traspasados a terceros previa autorización real.

      El otro bien, destacado anteriormente, que percibió como capital don Bernabé Delgado de manos de su padre, en el momento de contraer matrimonio, fue una casa en el coso de San Francisco. No lo hemos escogido por casualidad. La plaza de San Francisco va a cumplir una importante misión centralizadora del poder a lo largo de los siglos XVII y XVIII, será escenario para divertimentos y escaparate para la oligarquía local, cuyo elemento más característico será la Casa de Cabildos, conocida también por el nombre de Casa de los Miradores, al cumplir también la función de palco para ver y asistir a los diversos eventos que se celebraban a lo largo del año.

      Indiscutiblemente, uno de los mayores símbolos de prestigio, dentro de la oligarquía local, que se podría tener en esos momentos sería el ser propietario de un edificio propio, con balcones y ventanas donde la unidad familiar y la red clientelar pudieran asistir a los espectáculos. Como vemos, este inmueble, esa casa con doce ventanas, sería un bien de una gran importancia social, máxime si pensamos además que estaría ubicado justo enfrente de la Casa de Cabildos.

      Como vemos, don Bernabé Delgado y Lara viene a representar una parte de la sociedad antequerana de una época, de un grupo social, que jugó un importante papel.

      Lo realmente interesante de nuestro noble personaje sería que, además de su retrato, pudiéramos contar con la documentación generada a lo largo de su existencia y por sus descendientes, que sin duda nos aportarían una importante


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