El puzle de la historia. José Escalante Jiménez
y el borrador de las mismas.
Sin embargo, tenemos constancia de que se llegarían a aprobar definitivamente entonces, por lo que deberemos esperar a la primera década del siglo XX para que las ordenanzas se modifiquen drásticamente.
No obstante, el espíritu renovador y liberal de este fallido proyecto estará latente en nuestra administración local a partir de ese momento.
Este borrador estaba estructurado en un preámbulo –en el que se argumentaba la normativa y se establecía el número de individuos que compondrían el gobierno municipal, que quedaría configurado por un alcalde constitucional, dos tenientes de alcalde, 12 regidores y dos síndicos– y diez capítulos con sus respectivos artículos, que desarrollaban los siguientes enunciados:
Capítulo I. De la formación y renovación del Ayuntamiento.
Capítulo II. De las secciones en que deberá estar dividido el Ayuntamiento.
Capítulo III. De los empleados del Ayuntamiento.
Capítulo IV. De los asalariados del Ayuntamiento.
Capítulo V. De la administración de los caudales públicos.
Capítulo VI. Del ceremonial y modo de tener los cabildos y salidas en público.
Capítulo VII. De las funciones a que debe asistir el Ayuntamiento y libranzas que para ellas han de hacerse.
Capítulo VIII. De los gastos extraordinarios del Ayuntamiento.
Capítulo IX. Del Archivo del Ayuntamiento.
Capítulo X. De las aguas y riegos.
El texto está claramente incompleto. Se conservan además en el expediente las notas de las diversas correcciones que se van realizando a un esquema inicial.
Quedaron aprobados, en distintas sesiones plenarias a lo largo del segundo semestre de 1821, los nueve primeros capítulos.
Probablemente, el capítulo segundo sea uno de los más interesantes, al reflejar, a través de los distintos negociados o secciones, los servicios y funciones directas que desarrollan los ayuntamientos, dividiendo las distintas oficinas en 14 comisiones: policía y salubridad pública, repartimiento y recaudación de contribuciones, instrucción pública, beneficencia, obras públicas, fomento de agricultura, industria y comercio, seguridad y tranquilidad pública, festividades, guerra y milicia nacional, tasación general, caudal de propios, almotacén, registro de correspondencia y pósito. Con ello se adaptaba nuestro ayuntamiento al espíritu liberal emanado de la Constitución de 1812.
****12 Anteriormente publicado en Fragmentos para una historia de Antequera por el Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga, 2009 con ISBN 978-84-7785-827-0.
La colección de pergaminos
del Archivo Histórico Municipal de Antequera****13
En los archivos en general, y en el nuestro en particular, coexisten un elevado y variado género de soportes documentales. No toda la documentación se encuentra disponible en papel, aunque este formato sea mayoritario. Junto a él podemos encontrar cintas magnéticas, CD, DVD, clichés fotográficos –que a la vez se presentan en distintos formatos y soportes–, cintas fílmicas y, por supuesto, pergaminos.
Los documentos más bellos de cualquier archivo están generalmente confeccionados en pergamino y constituyen auténticas joyas. El pergamino es una piel de animal tratada para poder escribir sobre ella. Hay un grupo limitado de pieles susceptibles de este uso: las de ternero, cabra, carnero y oveja, principalmente, y también, en menor medida, la del antílope, como es el caso de la empleada en el Codex Sinaítico. De las tres capas de la piel, epidermis, dermis e hipodermis, el pergamino se elabora a partir de la segunda. Es necesario conocer sus características en cuanto a calidad, color y espesor de la piel para poder datarlo geográficamente. El pergamino español o italiano se caracteriza por ser blanco y ligero; mientras que el francés o alemán tiene una textura gruesa y es de color más oscuro. En cuanto a las pieles, la de ternero se caracteriza por ser la de mejor calidad, y es de color blanco; la dermis de cabra también ofrece un pergamino de buena calidad, siendo su color más grisáceo; la piel de cabritilla nos dará un pergamino de textura muy fina y generalmente es producido en zonas deprimidas económicamente; la dermis de carnero es la más grasienta, tendrá una textura muy porosa si el animal es viejo y, si es un carnero joven, el color será amarillento.
El origen del pergamino, simultáneo al del papiro, se remonta a la IV dinastía egipcia (2700-2500 a.C.) y se le atribuye una invención mitológica o legendaria, por parte del rey Eumenes II de Pérgamo.
Su auge como material de escritura abarca desde el siglo IV d.C. hasta el siglo XVI. En los libros o códices de lujo grecolatinos se usó el pergamino teñido de color púrpura y en las miniaturas abundaban las letras en oro y plata. Entre estos códices destaca el Codex Argenteus, que se conserva en la Universidad de Upsala. En la época del Imperio Carolingio, y de nuevo durante el Humanismo, se vuelve a imponer el uso del pergamino teñido de púrpura. La industria del pergamino experimenta su culminación en Italia, en el siglo XVI, consiguiéndose una extremada calidad en su textura y color, similar a la del papel.
Generalmente, la costumbre en casi todos los archivos que cuentan con documentos en estos soportes es agruparlos en lo que se denomina una serie facticia, entresacándolos de su contexto lógico dentro del organigrama establecido a fin de destacarlos de una manera significativa de acuerdo con su caracter especialmente valioso.
Como bien sabemos, en nuestro Archivo Histórico Municipal se custodia un amplio abanico de fondos documentales de distintas instituciones y personas de nuestra ciudad, lo que nos ha proporcionado una rica y variada colección de pergaminos. Prácticamente, todos los fondos nos aportan algún documento de este tipo. Analicemos un poco el estado de esta cuestión en nuestro centro.
Los documentos presentan contenidos variados en función de sus diferentes productores. Son originales, salvo algunos traslados notariales, y su tipología diplomática varía: privilegios rodados, cartas plomadas, cartas de hermandad, reales provisiones, ejecutorias de hidalguía, etc. Son, como hemos indicado antes, muy valiosos, además de por su confección, por el contenido jurídico que encierran, pues se trata de documentos de gran valor histórico, piezas insustituibles del patrimonio documental antequerano.
Los fondos de nuestro archivo que reúnen un mayor número de estas piezas son el municipal y los distintos fondos de origen eclesiástico: el parroquial, el de la Real Colegiata y el fondo de hermandades y cofradías.
En cuanto al primero, los documentos en pergamino proceden mayoritariamente de dos instituciones. Por un lado, la Chancillería Real y secretarías adjuntas, que son las que aportan las reales cédulas, reales provisiones, privilegios rodados y cartas de privilegios. Los pergaminos más significativos de este fondo son, sin duda, dos privilegios rodados del siglo XV, a los que hay que sumar una delicada y bella sobrecarta de confirmación de privilegios expedida por el emperador don Carlos y su madre la reina doña Juana. Y, por otro lado, la Real Chancillería de Granada, que entendía en primera instancia de los pleitos referentes a mayorazgos, hidalguías y vasallos de señoría. En nuestro archivo histórico conservamos una magnífica colección de reales ejecutorias de hidalguía, destacando las expedidas a favor de los Trillo o la vinculada a los Díaz de Tejada.
El otro gran bloque lo constituye la documentación de procedencia eclesiástica. En este caso, simplificando, podemos agrupar los pergaminos en dos grupos. Por un lado, los producidos por las propias instituciones locales, como el caso de la Real Colegiata de Santa María y su colección de libros de canto, posiblemente los documentos en pergamino más llamativos y atractivos del archivo, con ejemplares datados en el último cuarto del siglo XVI, bella y artísticamente miniados. Por otro, los recibidos desde la Cancillería pontificia, que presentan una amplia gama de tipologías diplomáticas. La Cancillería apostólica tenía entre