Historia crítica de la literatura chilena. Grínor Rojo
con los hombres, afirma: «Hablas de fieras y de serpientes, y no te acuerdas que has conocido a los mandatarios españoles y que ellos son para los americanos más feroces que los tigres y que las culebras».
La postura frente a la magnificencia del mundo natural, que es reconocido como el espacio primigenio de libertad, es apropiativa pues allí se puede fundar la huerta americana. En consecuencia, el indígena no puede ser visto sólo como el salvaje, el producto final de una naturaleza inhóspita, sino como un estado intermedio, como una potencialidad que, dadas condiciones favorables, se desarrolla positivamente ante los ojos del espectador.
En relación a lo anterior aparecen también dos elementos enfatizados por el autor. Primero, se menciona de manera elogiosa a los jesuitas expulsados. Ellos habrían sido el elemento civilizador inicial, los que «ganaron con beneficios el corazón de las tribus salvajes. Formaron muchas poblaciones. Les hicieron conocer el pudor y la decencia» (10). Segundo, la cruz que aparece en el lugar y que doña Margarita cree que ha sido dejada por los jesuitas. Don José explica que ella es una «memoria que dejó de su tránsito por este río Monsieur de la Condamine, de la Academia de Ciencias de París…» (10). Este segundo elemento suma al religioso anterior el componente científico y vincula los dos a través de la cruz. Los jesuitas hicieron la primera parte de la tarea en el mundo selvático; luego la harán los hombres de ciencia, cuya presencia aparece encarnada en Charles de la Condamine. Fray Camilo armoniza elementos que podrían parecer antagónicos en la típica disposición de católico ilustrado. Religión y ciencia no son prácticas discordantes; por el contrario, su armonización podría llegar a ser fuente de felicidad y progreso para los pueblos americanos.
Hay aquí, y en toda la obra, la presencia de un elemento utópico que desplaza las condiciones de la realidad política y que se propone como un sueño donde se resuelven las contradicciones evidentes en el proyecto independentista.
Lo mismo ocurre respecto al intento de definición de la identidad americana. Si bien se puede detectar cierta confusión en los términos de la definición, no lo hace peor que Simón Bolívar en la Carta de Jamaica de 1815 y en el Discurso de Angostura de 1819. Es difícil saber qué significa en esta obra el ser americano; a veces parece que el adjetivo se aplica sólo a los pueblos indígenas y en otras parece referirse sólo a los criollos.
Dice Yari a don José, refiriéndose a los españoles y criticando a los criollos: «¡Pérfidos! ¡Y los americanos siempre crédulos y confiados!» (17).
En su discusión con el cacique, la criolla Camila declara: «¿Os olvidáis que la sangre de los primitivos habitantes del país corre por nuestras venas?» (22). Esto añade el mestizaje a la ecuación identitaria, quizás más como un ingrediente emotivo que como un pronunciamiento clarificador.
En cuanto a la evaluación estética de la obra, los críticos unánimemente sancionan esta obra como falta de interés dramático y vehículo de las ideas que su autor deseaba difundir. Por ejemplo, Eugenio Pereira Salas señaló que los personajes son meros símbolos de sus ideas; Andrés Sabella dijo: «lo avasalló el político, ahogando al escritor»; Fernando Debesa comentó: «quizás ‘sentimental’ sea el concepto clave de estas obras», y Miguel Luis Amunátegui, uno de sus primeros biógrafos, vio en Camila Shkinere a Camilo Henríquez con faldas.
Sea como sea, Fray Camilo Henríquez, el ideólogo independentista, fue siempre muy explícito en lo que se refiere a sus ideas sobre la función del arte. No era, entonces, su primera prioridad ser dramaturgo. Cito, finalmente, sus pronunciamientos sobre el teatro en el artículo «Del entusiasmo revolucionario», publicado en la Aurora de Chile, número 31, del 10 de septiembre de 1812:
Yo considero al teatro únicamente como una escuela pública y bajo este respecto es innegable que la musa dramática es un gran instrumento en las manos de la política. Es cierto que en los gobiernos despóticos, como si se hubiesen propuesto el inicuo blanco de corromper a los hombres, y de hacerlos frívolos, y apartar su ánimo de las meditaciones serias, que no les convenían, era el objeto de los dramas hacer los vicios amables. Sublimes poetas, uniendo a grandes talentos grandes abusos, lisonjeando el gusto de cortes frívolas y corrompidas, atizaron el fuego de las pasiones y alimentaron delirios dañosos. Empero, para gloria de las bellas letras autores muy ilustres, cuyos nombres serán siempre amados por los pueblos y cuyas obras vivirán mientras haya hombres que sepan pensar y sentir, conocieron el objeto del arte dramático. En sus manos, la tragedia noble y elevada mostró a los dueños del mundo los efectos formidables de la tiranía, de la injusticia, de la ambición, del fanatismo. Puso ante sus ojos las revoluciones sangrientas producidas por las pasiones de los reyes: procuró enternecerlos con la pintura de las calamidades humanas, les hizo ver que su trono podía trastornarse y que podían ser infelices (131).
Añade como conclusión:
Entre las producciones dramáticas, la tragedia es la más propia de un pueblo libre y la más útil en las circunstancias actuales. Ahora es cuando debe llenar la escena la sublime majestad de Melpómene, respirar nobles sentimientos, inspirar odio a la tirana y desplegar toda la dignidad republicana. ¡Cuándo más varonil y más grandiosa que penetrándose de la justicia de nuestra causa y de los derechos sacratísimos de los pueblos! ¡Cuándo más interesante que enterneciendo con la memoria de nuestras antiguas calamidades! ¡Ah!, entonces no serán estériles las lágrimas; su fruto será el odio de la tiranía y la execración de los tiranos (131-132).
Obras citadas
Amunátegui, Miguel Luis. Camilo Henríquez. Santiago: Imprenta Nacional, 1889. Tomo I.
Henríquez, Camilo. «Del entusiasmo revolucionario». Aurora de Chile. (Santiago): 10 de septiembre de 1812. Disponible en versión digital en http://www.auroradechile.cl
--------------------------. La Camila o la patriota de Sudamérica. Santiago: s/e, 1912. Disponible en formato digital en http://www.memoriachilena.cl
Montt, Luis. Ensayo sobre la vida y escritos de Camilo Henríquez. Santiago: Imprenta del Ferrocarril, 1872.
Silva Castro, Raúl. Fray Camilo Henríquez, fragmentos de una historia literaria en preparación. Santiago: Universitaria, 1950.
Juan Egaña
Vasco Castillo
Juan Egaña (1768-1836), junto con Camilo Henríquez, es quizás la figura intelectual más sobresaliente del período inicial de nuestra vida independiente. Comparte con fray Camilo el perfil de todos aquellos primeros escritores cuya obra y actuación pública resultan inseparables. Se trata, en efecto, de una obra elaborada a la par de una actividad pública sin respiro. Uno en el campo periodístico, el otro preferentemente en el terreno constitucional, sumado al cumplimiento de variados cargos públicos. Ambos forman parte del ala política que tempranamente abrazará el ideario republicano en Chile y que será decisiva para fijar el rumbo tomado por la revolución.
La actividad pública desplegada por Juan Egaña en estos años es enorme. Ya en 1810 presenta un plan de gobierno. En 1811, por encargo del Congreso, redacta el primer proyecto constitucional para el país, publicado por el gobierno en 1813. Ejerce como diputado (1811), senador (1812) y miembro de la Junta de Gobierno (1813). En 1813 prepara un censo general para el país y forma parte de una comisión encargada de presentar al gobierno un plan de educación nacional. Desde aquí colabora en la fundación del Instituto Nacional el mismo año. Es desterrado a la isla de Juan Fernández junto a otros patriotas, al retornar el país al control de la Corona española2. Liberado después de la victoria de Chacabuco, colabora brevemente con el gobierno de O’Higgins. En 1823, a la caída de O’Higgins, es elegido diputado por la Asamblea Provincial de Santiago. Preside el Congreso Constituyente del mismo año y ejerce como diputado por Santiago. De nuevo es electo como diputado por Santiago en sucesivos congresos y asambleas provinciales entre 1825 y 1828.
Su actuación más renombrada en este período de su vida pública fue la redacción de la Constitución Política promulgada en 1823. Resistida casi de inmediato, fue derogada